Interpelada hace unos días sobre la posibilidad de que ella y los demás miembros del gobierno de la Generalidad se bajasen voluntariamente el sueldo, la portavoz, la señora Budó, lo descartó taxativamente con el argumento de que eso sería una medida populista.
Cabe inferir que es también por alejarse todo lo posible de ese maldito populismo por lo que el presidente de nuestro Gobierno regional, Quim Torra, que nada más ocupar el cargo ya se subió el sueldo, ha maniobrado ahora para subírselo a sus altos cargos y también la pensión de los ex presidentes (lista a la que es probable que pronto tenga agregar su propio nombre) y expresidentes del Parlamento regional, aprovechando un decreto para hacer frente al coronavirus.
Inexplicablemente, en momentos en que tanta gente se queda sin empleo, en que las familias tienen que recurrir al Estado para llegar a fin de mes, en que se impone una pandemia de “ertes” y hasta los futbolistas ven recortados sus emolumentos, ni los partidos de la oposición ni la prensa salvo Crónica Global, rechistan ni denuncian estas cacicadas. Acaso porque todos son conscientes de que si Puigdemont y Torra han llegado a Presidente, ellos también tienen su chance y cualquier día pueden mudarse al Palau. Y entonces será estupendo tener ese sueldo y esa una jubilación dorada.
Vamos a comparar someramente los sueldos de algunos gremios y ciudadanos. Los números que citaremos no son exactos, pero sí aproximados y dan una idea bastante clara de la asombrosa diferencia entre lo que ganan los miembros de los colectivos más abnegados, que ayudan a la sociedad en un momento de grave crisis como el que estamos pasando, y los miembros de otro colectivo, no tan numeroso pero sí nutrido, de los parásitos que so pretexto patriótico solo enredan y estorban el trabajo de aquellos, hablan sin parar y echan culpas a terceros.
Al presidente de la generalidad, Quim Torra, le pagamos cerca de 150.000 euros anuales (el doble que el presidente del gobierno español). Y a sus “consejeros”, entre ellos esa misma señora Budó tan enemiga del populismo, 115.000.
Eso es lo que cobran por hacer lo que todos sabemos que hacen. En cambio, un enfermero que se juega la vida atendiendo en los hospitales, hasta ahora en infernales turnos de trabajo, a los enfermos de coronavirus, cobra entre 15.000 y 32.000 euros al año, dependiendo de si trabaja en medicina pública o privada.
Los cabecillas del aparato de agitprop de la Generalidad, la señora Terribas, el presentador de los desinformativos de TV3% Ramon Pellicer, y su jefe Vicent Sanchis, cobran del erario público entre 110.000 y 200.000. Mientras que los taxistas que estas semanas, cuando estaba severamente registrada la circulación de automóviles privados, traían y llevaban de los hospitales a los enfermos, exponiéndose directamente al contagio, cobran entre 24.000 y 15.000 euros al año, más propinas.
Los “responsables de las oficinas” –llámalos secretarias o secretarios-- de los ex presidentes de la Generalidad cobran más de 100.000 euros al año. Un médico especialista, que está sometido a un estrés extraordinario, 42.000.
Los cajeros de los supermercados, gracias a los cuales el suministro de alimentos a la población se ha mantenido con fluidez, pueden ganar cerca de 14.000 euros al año. Mientras que el señor Ribó, “sindic de greuges”, cobra 138.000.
Su oficina nos cuesta más de seis millones de euros al año y sus numerosos asesores cobran cerca de 90.000. Mientras que a los soldados del Ejército que desinfectan geriátricos y montan hospitales de urgencia, les pagamos 12.000.
Etc. Etc., sin comentarios.