Pere Aragonés ha salvado los muebles por el acuerdo de presupuestos. Su gobierno toma aire en un año complicado económicamente y el presidente, hay que reconocerlo, se ha tragado sapos y culebras para poner música y letra a un gobierno con el síndrome del folio en blanco. Pero, Aragonés no ha ganado. Ha ganado por goleada Salvador Illa que se ha llevado a su zurrón las principales infraestructuras bloqueadas durante años por aquellos incapaces de tomar decisiones, por los que se miran el ombligo, por los urbanitas que quieren tener un país de cuento pero que ponen el grito en el cielo cuando hay que hincar codos, y por los que apuestan por el decrecimiento económico. Illa ha ganado y ha sabido negociar unos presupuestos expansivos con el beneplácito de Aragonés para revertir la nefasta gestión en energías renovables, revertir los recortes en sanidad y educación, reactivar el sector agrícola del Baix Llobregat y augurar nueva vida a barrios deteriorados.

Pero el acuerdo del PSC y ERC va más allá. Rompe la política de bloques que tenía paralizada, ensimismada y noqueada la política catalana. Las prisas de Junts pidiendo a ERC que rompiera su acuerdo con el PSC eran ridículas, poco creíbles y, sobre todo, patéticas. Esperaban que Aragonés se cociera en su salsa y los que se han abrasado han sido ellos porque su propuesta era tramposa. Daban su voto en los presupuestos al tiempo que exigían, bajo el falso epígrafe de unidad, que ERC hincara la rodilla en el suelo y adjurara de sus principios sobre el diálogo y cediera ante los chicos de Puigdemont en la política española, donde ERC tiene un papel y Junts se ha quedado fuera del reparto de la función. Y un tema no menor. El acuerdo ha certificado la defunción del procés por mucho que se escandalicen. Rota la política de bloques, rota la unidad independentista, rotos los puentes entre ERC y Junts y la CUP, Cataluña empieza una nueva etapa.

Aragonés sabía que estaba abocado a este acuerdo desde que no asistió a la Diada y echó a los junteros del Govern. Sabía que el procés era una entelequia. Ha tenido que oír como le llamaban botifler y despedían a gritos a Oriol Junqueras de una manifestación. Incluso le han tildado de mayordomo de Pedro Sánchez. Lo sabía pero sus prisas le han dado malos consejos. Ahora el presidente catalán ya sabe que puentear al PSC tiene un precio y que Illa no negocia en un mercadeo a la baja. Pero el PSC a diferencia de Junts es de fiar. Ahora, tendrá el presidente que esmerarse en cambiar la imagen de ”no fiable” que cuelga en los pendones de ERC.

Tener presupuestos, como le recordó Illa, no es tener la legislatura atada y bien atada. Ni mucho menos. El examen de las municipales abrirá, con seguridad, un nuevo escenario político y los dos partidos que han copado el centro político catalán tendrán que palparse las vestiduras en cada paso que den porque en las municipales se medirán entre ambos las fuerzas porque las generales estarán ya a la vuelta de la esquina, y las autonómicas veremos.

Pedro Sánchez lanzó un órdago a Esquerra en el debate del Senado pidiendo lo que siempre ha rechazado Aragonés: una mesa de partidos catalanes. ERC siempre la ha obviado pero las cosas cambian y no estaría de más que el presidente catalán recogiera el guante. Si lo hizo Torra, bien lo puede hacer Aragonés, porque no solo hay que hablar en Madrid, y en Madrid más bien se hablará poco hasta las generales, sino también en Barcelona porque la complejidad de la situación exige dialogo y más diálogo.

Ahora tocará poner en marcha el proceso en el Parlament, aprobar el presupuesto y ponerse a caminar. Lo primero que debe hacer el Govern es cumplir lo pactado y dar alguna muestra de buena voluntad, dar el pistoletazo de salida a alguna inversión y solventar algún problema urgente. Pero, sobre todo, Aragonés y su Govern lo que no debe hacer es marear la perdiz. Recuerde que ERC debe ganarse el epíteto de que es de fiar. Hasta ahora no ha sido así. De Salvador Illa no se puede decir lo mismo. No es estridente y cumple lo que pacta. Sí es de fiar.