La inmensa mayoría de los líderes políticos son pragmáticos. Quieren gobernar y saben que llegar a hacerlo supone incurrir en múltiples sacrificios. Uno de ellos consiste en renunciar a una parte de su ideología. Debido a ello, su guía principal no son sus ideas, sino lo que los ciudadanos piensen sobre ellas.

Una reflexión que lleva a cada partido a disponer como mínimo de un experto demoscópico de confianza. Su papel es similar al del brujo en una tribu. No manda, pero influye mucho. En base a las informaciones que éste proporciona, la formación política conforma el programa de gobierno y el electoral.

En el primero aparecen las medidas que aplicarán si ganan las elecciones, en el segundo solo las que creen que gustarán a la mayoría de sus potenciales votantes. Por tanto, hay propuestas visibles y ocultas. Las primeras aparecen múltiples veces durante la campaña electoral, las segundas solo si algún candidato habla más de la cuenta.

En los partidos de la derecha española, algunas de sus medidas visibles son:

1) Haremos una revolución fiscal, pues los ciudadanos pagan demasiados impuestos. Las estadísticas lo desmienten claramente. En 2018, los ingresos públicos en nuestro país se situaron en el 39,2% del PIB. En la zona euro, en el 46,5%. Entre los países del área, España es el séptimo donde proporcionalmente se pagan menos impuestos. Después de Irlanda, es la nación con menos presión fiscal de Europa Occidental.

2) Eliminaremos los impuestos de sucesiones y patrimonio. El argumento principal para su eliminación es el doble pago de impuestos por los ingresos obtenidos, pues cuando ellos o sus progenitores los lograron, ya tributaron por IRPF. Una justificación pueril que implicaría la supresión del IVA, pues solo compran bienes y servicios quienes disponen de ingresos.

3) La bajada de impuestos incrementará la recaudación y reducirá el déficit.  Una afirmación procedente de la muy conocida y falsa curva de Laffer. Una bajada de impuestos conduce a dos repercusiones sobra la recaudación: una positiva y una negativa. La primera la incrementa al aumentar el gasto de familias y empresas. La segunda la disminuye al reducir los ingresos tributarios por euro ganado o gastado.

Aparentemente, el balance es incierto. No obstante, la realidad nos demuestra que es muy claro: las bajadas de los tipos impositivos reducen la recaudación. El Partido Popular disminuyó los impuestos en los años 2000, 2015 y 2016. En ellos, el ratio ingresos públicos / PIB pasó del 38,6% al 38,1%, del 38,9% al 38,5% y de éste al 37,7%, respectivamente.

Las anteriores propuestas tienen como objetivo principal reducir los impuestos que pagan los que más ganan o tienen y como efecto secundario un recorte de las inversiones públicas y de las prestaciones sociales. No obstante, suenan muy bien a una parte del electorado que posee una renta media o escasa y casi no tiene patrimonio, pues éstos suelen mirar la parte positiva (un poco más de dinero en su bolsillo) y no se dan cuenta de la negativa (menos ayudas sociales, educación pública de inferior calidad y más listas de espera en Sanidad).

Entre las medidas ocultas, destaca la diferencia entre las que les gustaría realizar a los partidos de derechas españoles y las que creen que podrán aplicar:

1) Eliminación del salario mínimo (SMI). Consideran que reduciría sustancialmente la tasa de desempleo, pues estiman que dicho salario es excesivo para los trabajadores con escasa formación y disminuye sus posibilidades de encontrar un empleo. Indudablemente, sería una medida que beneficiaría a los empresarios y perjudicaría a los asalariados.

No se atreverán a derogarlo, debido al gran rechazo social que generaría. No obstante, si gobiernan, harán que los trabajadores menos formados pierdan poder adquisitivo, al subir el SMI menos que el importe de la tasa de inflación del período. Es lo que hizo Aznar entre 1997 y 2004. En dicha etapa, el SMI real bajó un 7,4%.

2) Despido libre y barato. En España, el despido ya es libre. No obstante, si era improcedente, una década atrás, la indemnización pagada podía llegar a ser elevada. Entre el 14/3/1980 y el 11/2/2012, ésta fue de 45 años por día trabajado con 42 mensualidades como máximo. Entre la última fecha y la actualidad, bajó a 33 y 24, respectivamente.

Les gustaría que la indemnización fuera nula, pero conocen perfectamente el elevado coste político de hacerla realidad. Por tanto, si alcanzan el poder, aprovecharán cualquier recesión económica para reducirla, con la excusa de que un menor coste de despido incentiva al empresario a contratar a más trabajadores. Un argumento ridículo, pues generalmente cuando menos te cuesta algo, más lo consumes.

3) Cambiar la manera de calcular las pensiones. Supondría la sustitución del actual sistema de reparto por el de capitalización. En el primero, los grandes beneficiados son las rentas bajas y los perjudicados las altas. En el segundo, sucede exactamente lo contrario. En el público, los ingresos percibidos por la Seguridad Social por la gestión realizada son muy moderados. En el privado, los conseguidos por las entidades financieras o administradoras de pensiones son mucho más elevados.

El cambio de uno a otro será muy difícil que lo realicen, al ser el coste de transición muy elevado para las arcas públicas. No obstante, intentarán que el gasto anual en pensiones suba mucho menos que en la actualidad. El método utilizado sería similar al empleado por Rajoy: una subida ínfima (0,25% anual) si la Seguridad Social tiene déficit.

4) Reducir la cuantía y la duración de la prestación por desempleo.  Creen que su importe actual es excesivamente generoso y su duración excesiva (un máximo de 24 meses). Estiman que ambos suponen dos problemas para reducir la tasa de paro. Si ésta se sitúa por debajo del mínimo histórico desde la llegada de la democracia (7,93% en junio de 2007), probablemente se atrevan a reformar dicha prestación. Una de las posibilidades es mantener su importe mensual actual, pero reducir la vigencia máxima a 12 meses.

En definitiva, el ciudadano cuando deposita su voto debe pensar en las medidas visibles y las ocultas de los partidos. En muchas ocasiones, las segundas son más importantes que las primeras.