Antonio Asensio Mosbah fichó al financiero Juan Llopart en 2008 y, siete años más tarde, con Juan recién fallecido, le entregó el destino del Grupo Zeta a la banca. Es un caso claro de propietario con mando pasivo que cede la gestión de su empresa endeudada a un steering committee. Con un añadido suertudo: Caixabank lidera el pool de bancos acreedores y la entidad está entre la paciencia del santo Job y la munificencia de Caifás.
A Carlos Godó, un galgo de camada difícil, le ocurre algo parecido pero sin la mochila de Asensio. El CEO del Grupo Godó toca de refilón las hazañas de su empresa --el periodismo escrito de La Vanguardia, la exitosa RAC1 y el canal de televisión 8TV-- para concentrase en la cuenta de resultados. En una etapa situada entre dos civilizaciones, la del papel y la digital, el diario digital de los Godó ha alcanzado cotas importantes mientras el papel capota lánguida y lentamente.
No es culpa suya, pero el joven Godó navega en el nivel cenutrio de las escuelas de negocios (mucho inglés y poca contabilidad). Las cuentas no le acaban de cuadrar nunca, ni cerrando todo lo que quiere chapar (se habla a grandes voces del zarpazo inminente a 8TV, la división que pierde dinero). Pero tiene a papá, Javier Godó, un editor de pies a cabeza, amante de la aventura de la opinión, y retirado discretamente en consejos de administración, como el de Caixabank, donde desempeña nada menos que ¡una vicepresidencia!
A ambos líderes de la edición les amamanta la misma madre: a Asensio Mosbah, con el empeño de un hijo pródigo, y a Carlos Godó, a través de un hilo paterno-filial sostén de la deriva exclusivamente dineraria del CEO
Es decir, a ambos líderes de la edición les amamanta la misma madre: al de Zeta, con el empeño de un hijo pródigo, y a Carlos, a través de un hilo paterno-filial sostén de la deriva exclusivamente dineraria del CEO, una encarnación del mito fáustico que parece no cumplir años. Viven ambos holgadamente gracias a las venas abiertas de la Casa Gran y al negocio público-privado de las ventas en bloque (Generalitat, ayuntamientos y otras instituciones), en el caso de Godó. Asensio, al borde de un abismo; Godó Jr, en las tangentes del break even, el eterno y difuso umbral de rentabilidad. Son los hijos espurios de Caifás, el sumo sacerdote saduceo que juró fidelidad a sus amigos, aunque ignoró al mesías delante de Pilatos. Asensio y Carlos Godó viven ambos en la zona de confort, mientras sus gentes se aprietan un par de puntos la hebilla del cinturón para sentirse holgados delante de sus propios milagros.
El Grupo Zeta aplazó hasta 2018 el pago de sus 100 millones de euros de deuda inexcusable. En su momento, las diecisiete entidades financieras con las que Grupo Zeta mantenía compromisos crediticios se adhirieron sin reservas al acuerdo de refinanciación. Al frente de este grupo figura Caixabank, que ya en 2008 encabezó un sindicado de 230 millones de euros y habilitó la vuelta de Zeta al ebitda recurrente. La banca trabaja sobre dos escenarios, refinanciar o capitalizar deuda, un dilema muy similar al de Prisa, aunque este último se hunde cada día un poco más hasta el fondo de un lago oscuro con 3.000 kilos de deuda sobre sus hombros, que solo enjuaga vendiendo activos sanos (Santillana, por ejemplo). Zeta también ha vendido activos, como su sede corporativa en la madrileña calle de O'Donnell, y ha efectuado ajustes salariales en sus cabeceras (El Periódico, Interviú, Sport).
Asensio ha gozado de un cielo-abierto triste tras convertirse en el número uno de su grupo, después de la muerte de su padre, Asensio Pizarro, el fundador de Zeta. Godó se siente iluminado por su abuelo Carlos, mientras que su padre, Javier, vindica en silencio el buen hacer de Bartolomé
Llevados por su inclinación mercurial, los gestores tienden al derroche. Invierten en las escalas del multimedia por afán innovador, pero un día, de repente, se dan cuenta de que su aventura se ha convertido en un tráfico de indulgencias. Entonces, aplican la tijera y adelgazan los aguinaldos temerosos de la vigilancia de Hacienda sobre la gratificación de Navidad o las pagas dobles. El currito de la pluma (aunque no viene al caso) se abraza así al derecho del producente y al malestar de la cultura.
Asensio ha gozado de un cielo-abierto triste tras convertirse en el número uno de su grupo, después de la muerte de su padre, Asensio Pizarro, el fundador de Zeta. Godó se siente iluminado por su abuelo Carlos, mientras que su padre, Javier, vindica en silencio el buen hacer de Bartolomé; y es pertinente recordar que, durante muchas décadas, la cabecera de La Vanguardia llevó impresos los nombres de los pioneros.
Los periódicos tribalizan a sus lectores, cuartean el mundo a partir de sus afinidades, y la experiencia demuestra que las ideologías escritas encajan a la perfección realidad y metáfora. En las palabras encadenadas "todo sucede como si", tal como ha repetido Gary Becker, premio Nobel y uno de los mejores economistas del comportamiento a la hora de responder la manera en que elegimos.