Dos millones de euros es el cálculo aproximado de daños materiales en el aeropuerto de Barcelona en destrozos como parte de la protesta a la sentencia del Tribunal Supremo a los dirigentes del procés. Por cierto, todo preparado de antemano, antes de que se diera a conocer. Aquí no se cuentan los daños sufridos por los viajeros y trabajadores, ni el daño que se ha hecho a la imagen de Barcelona, a Cataluña y a España. ¿Quién lo paga? La respuesta es sencilla: siempre lo pagan los ciudadanos con la pérdida de su tiempo y bienestar y a través de precios o impuestos. Este dinero se retraerá de otros gastos previstos, ya que los recursos suelen ser limitados y a la larga lo pagaremos también en la merma de los servicios y prestaciones. Léase las prestaciones a la dependencia, personal sanitario, escuelas, becas, pensiones, investigación, cultura, infraestructuras... España somos todos.
¿Saben esto los vándalos que saboteaban el aeropuerto de Barcelona, las vías del AVE en Gerona o las calles de la ciudad? No creo. No creo que lo sepan, porque nadie les ha dado el relato completo. No lo creo, porque miles se apuntan al “Tsunami” a través de una cuenta de la que no saben nada, de la que no saben ni quién dirige, en la que tienen que facilitar sus propios datos y a la que están dispuestos a obedecer, como si de la voz de “Gran Hermano” se tratara. Se apuntan, sólo conociendo unos cuantos eslóganes con palabras que suenan como lugares comunes y lo único que se les ocurre es quejarse de que la aplicación que transmite las instrucciones no contempla que se pueda hacer desde un IPhone. ¿Qué educación tan frágil han recibido estos jóvenes que podrían estar dirigidos por un asesino en serie con toda naturalidad? ¿Qué educación han recibido, que desconocen hasta tal punto el significado de los conceptos de democracia o libertad de opinión, que son incapaces de relacionarlos con su propia realidad? ¿Quiénes son estos jóvenes que ignoran el rol que deberían estar ejerciendo sus gobernantes y representantes políticos, es decir, para que han sido elegidos?
Me callo el comentario para no ofender a sus mayores. Sin embargo vimos por televisión a la madre de uno de los jóvenes en prisión acusado de terrorismo, reconociendo que tenían explosivos en casa, para decir a continuación que eran buenos chicos. Son también buenos chicos los que se apuntan para ir a pelearse de forma violenta contra las fuerzas de seguridad, cuyo mando ejerce el vicario de Puigdemont, el mismo Torra que con la otra mano les arenga. Y fueron a gritar a la Policía Nacional “fuera las fuerzas de ocupación”, las mismas que había pedido Torra al Ministerio de Interior unos días antes, en previsión de lo que pudiera pasar.
Hay dos manifestantes heridos graves, uno ha perdido un ojo, y otro parte de un testículo, hay 54 Mossos y 18 agentes de Policía Nacional que han resultado heridos. En el caso de la policía autonómica, algunos agentes sufren fracturas y lesiones de consideración. No nos extraña a los que pudimos ver las imágenes por televisión, a los que pudimos ver esos jóvenes del IPhone, bien organizados para ejercer la violencia. Los vimos provocar a los agentes, que aguantaron con gran profesionalidad las embestidas de objetos de todo tipo, algunos contundentes, y vieron crecer ante sus narices como se alimentaban los fuegos, a los que echaban de todo para avivarlo. Al ver a estos policías impasibles, caminando sobre las llamas para contener a los vándalos (no manifestantes), tengo que confesar que con su entrega me disminuyó ligeramente la ansiedad que me despertaban las imágenes que estaba viendo.
Este es el fuego avivado por sus promotores. Los que dicen constantemente “aguantad” y “lo volveremos a hacer”; los que han repetido cansinamente que su ley está por encima de la ley; los que se autodenominan democráticos y gente de paz pero propician situaciones de violencia; los mismos que desprecian a los que no piensan como ellos, y se arrogan derechos que no existen; los que nunca ofenden ni se autocritican; las victimas eternas de los verdaderos agraviados. Torra dice que actúa de forma contradictoria enviando a los Mossos y arengando a los jóvenes a enfrentarse a ellos por culpa de la ley española. Tiene razón, si no existiera la ley española, podrían destrozarlo todo sin que nadie les dijera nada. Y gracias a la ley española, puede vivir como le dé la gana, cobrando más que el mismo presidente del Gobierno, para atizar el fuego desde la tribuna. Gracias a la ley española ha podido autoconcederse una generosa pensión de por vida, para cuando lo inhabiliten.
Vivimos en un mundo distópico, donde las contradicciones de los discursos ideológicos son llevadas a sus consecuencias más extremas. Un mundo donde se explora el relato de la realidad hasta distorsionarlo de forma que la sociedad parezca injusta y cruel, como si de un juego de ficción de realidad virtual se tratara. Vivimos en un mundo de relatos, en el cual se confunden la ficción y la realidad. Vivimos en un mundo donde alguien desde las Bahamas puede estar jugando con nuestros niños, en un juego en el que participan miles de jugadores. Nuestros niños, investidos de roles heroicos que alguien inventó para ellos desde una realidad distorsionada. Podría ser un tarado, desde una mansión confortable, dando instrucciones mediante una aplicación a miles de seguidores, improvisando a partir de las imágenes que desde los medios de comunicación, en tiempo real e in situ se transmiten a todo el mundo. Lo malo es que esto no es un juego y alguien lo debería añadir al relato.