Jeanne Bécu (izq) y Madame de Pompadour (der) / CG

Jeanne Bécu (izq) y Madame de Pompadour (der) / CG

Pensamiento

Pompadour y Du Barry: dos reinas sin corona

Luis XV tuvo en Pompadour y Du Barry a sus dos mujeres preferidas, aunque se retractó públicamente de sus pecados y conducta escandalosa

7 febrero, 2021 00:00

Huérfano desde los dos años y privado de cariño, Luis XV (1710-1774) encontró en la marquesa de Pompadour un lenitivo para el sentimiento de desamparo que arrastró toda su vida. Rodeado de aduladores cortesanos que competían por su favor, el joven monarca protagonizó uno de los reinados más polémicos de la historia de Francia. Educado en el hedonismo y la indolencia, sólo las mujeres y la caza le distraían de un aburrimiento que hacía bueno el adagio de Pascal: “Un rey sin diversiones es un hombre miserable”. Casado a los 15 años con la hija del rey polaco Estanislao, María Leszczynska, siete años mayor que él, el cardenal Felury lo apartó del lecho conyugal a los pocos meses para buscarle una favorita manejable y ajena a las intrigas políticas. Desde entonces, no tuvo reparo en exhibirse en Versalles junto a la amante de turno, empezando con las cuatro hermanas Nesle, a las que cortejó simultáneamente y a las que alojó en sus residencias. Para una de ellas, Marie-Anne de Mailly-Nesle, duquesa de Châteauroux, hizo instalar un rudimentario ascensor en Versalles, que ella utilizaba para acceder a sus habitaciones en el tercer piso del palacio sin ser vista por nadie. 

En 1745, conoció a Jeanne-Antoinette Poisson, la deslumbrante hija de un prestamista que lo sedujo con su gracejo y que, después de separarse de su marido, fue nombrada marquesa de Pompadour para que pudiera oficiar de maîtresse en titre o amante oficial del rey, título que nunca antes había sido otorgado a una plebeya. La Pompadour retuvo tal distinción durante 24 años no sólo por su belleza y donaire, sino también por su inteligencia y refinamiento. Apasionada de las artes y las letras, la longeva favorita real dominaba el protocolo, bailaba, tocaba el laúd, cantaba y patrocinaba a escultores y pintores del estilo galante, propio de la época del rococó, como François Boucher. Fundó la célebre manufactura de porcelana de Sèvres y organizó en la Corte toda clase de espectáculos, sobre todo operísticos.

Madame de Pompadour / WIKIPEDIA

Madame de Pompadour / WIKIPEDIA

Su interés por la cultura le llevó a proteger a Diderot y otros eximios representantes de la Ilustración. En uno de sus más famosos retratos, pintado por Quentin de la Tour, aparecen tras ella varios tomos de la Encyclopédie. Apoyó a Voltaire y, al reconciliarlo con Luis XV, le permitió obtener un puesto de historiador en 1745 y una plaza en la Academia Francesa en 1747. Aunque al cabo de unos años dejó de frecuentar la alcoba de Luis XV, su ascendiente sobre él fue perenne. Aconsejaba al monarca, destituía ministros, nombraba embajadores y distribuía cargos con liberalidad. No tuvo empacho en tolerar los devaneos amorosos del rey ni se opuso a que este encargara a su intendente de los placeres la organización de un burdel, bien provisto de excelentes vinos y manjares, en el Parque de los Ciervos, cuyas pupilas a cambio de satisfacer la lujuria regia eran recompensadas con un matrimonio ventajoso.

Bellísima y cubierta de diamantes

En 1764, tras la muerte de la marquesa de Pompadour, Luis XV sucumbió al hechizo de Jeanne Bécu, la única mujer de Francia, según comentó, que le hacía olvidar que era sexagenario. Con 23 años, alta, rubia y ojos garzos, las sórdidas experiencias de la joven no habían estragado ni su encanto ni su disposición para contentar a los hombres. De cuna inferior a la Pompadour, la adolescente Jeanne trabajó como modista, aunque pronto comenzó a completar sus mezquinos ingresos con los salarios de sus amores. En el ambiente bohemio de los pinto­res y escultores para los que posaba, conoció a Jean-Baptiste du Barry, un noble que oficiaba de alcahuete proporcionando hermosas jóvenes a altos cargos de la corte y militares. De los muchos personajes a los que Jean du Barry vendió los favores de Jeanne, el más importante fue probablemente el duque de Richelieu, su más leal aliado.

Luis XV de Francia / HYACINTHE RIGAUD

Luis XV de Francia / HYACINTHE RIGAUD

Las hijas del rey, Ade­laida, Victoria y Sofía, alarmadas por la pasión senil de su progenitor, investigaron a Jeanne y revelaron sus escandalosas andanzas al monarca. Al rechazo de las hijas se sumó María Antonieta, la esposa del delfín, que, educada en la devota corte austríaca, mostró desde el primer momento un absoluto desprecio por la concubina de su suegro. Pero nadie logró disuadirlo de convertirla en su amante oficial. Con objeto de guardar las apariencias, Jean-Baptiste du Barry convenció a su hermano, el conde Guillaume du Barry, para que se casara con Jeanne a cambio de una buena suma. Poco después de la boda, la joven se instaló en Versalles y el 22 de abril de 1769, bellísima y cubierta de diamantes, fue presentada oficialmente en la Corte. Desde entonces, gozó del estatus privilegiado y de las prebendas reservadas a la favorita del soberano. Reina sin corona, ocupaba un lugar privilegiado junto al monarca en las ceremonias cortesanas, gozaba de pingües rentas, disponía de aposentos propios en todas las residencias reales y hasta se le consultaban algunas decisiones ministeriales.

Retrato de Madame du Barry / MARIE LOUISE ELISABETH VIGÉE LEBRUN

Retrato de Madame du Barry / MARIE LOUISE ELISABETH VIGÉE LEBRUN

La ostentosa presencia de una antigua prostituta en Versalles escandalizó a todo el reino. El Jueves Santo de 1774 el abad Jean-Baptiste de Beauvais pronunció un sermón ante el rey, afirmando: “Mi deber como ministro de un Dios de la verdad me manda deciros que vuestro pueblo es desdichado y Vos sois la causa». No contento con esto, atacó la inmoralidad de la camarilla real, aludiendo a la lujuria de Salomón, “aquel rey, harto de voluptuosidades, hastiado de haber agotado, para despertar sus sentidos marchitos, todos los placeres”. Poco después, Luis XV enfermó gravemente de viruela. Cuando comprendió, angustiado, que su vida llegaba a su fin, dio órdenes de que no se le permitiera a su amante el paso a su aposento. Se confesó, comulgó y se retractó públicamente de sus pecados y conducta escandalosa. Tras la muerte del soberano, madame du Barry fue expulsada de palacio y se retiró a su castillo de Corbeil y luego a Louveciennes. Después de la Revolución de 1789, se desplazó varias veces a Londres para intentar salvar parte de su rico patrimonio. Acusada de financiar a los contrarrevolucionarios y de evadir capitales y obras de arte, fue detenida en septiembre de 1793 y guillotinada.