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El hasta ahora alcalde de Belalcázar (Córdoba), Francisco Luis Fernández Rodríguez (PSOE)

El hasta ahora alcalde de Belalcázar (Córdoba), Francisco Luis Fernández Rodríguez (PSOE)

Manicomio global

Gente de mala calidad

"La política española se ha convertido en un lodazal moral en el que hozan personas que han visto en la cosa pública una manera insuperable de lucrarse o de mejorar su vida sexual o las dos cosas"

Publicada

Los rijosos son transversales, los hay a izquierda y derecha del espectro político español (nunca mejor dicho lo de espectro).

Después de que el PSOE brillara con luz propia en la detección de sobones y babosos en sus filas, el PP no se ha quedado atrás, aunque solo han aparecido cargos menores. Vox tampoco ha querido quedarse fuera de esta plaga genital y ha contribuido a ella con un encargado de redes sociales al que parece que le gustaban los adolescentes. Y, para no ser menos, los muertos salen momentáneamente de sus tumbas para clamar: “¡Yo también era un rijoso que perdía los papeles por la carne fresca!”.

Eso sí, como los fiambres no tienen por costumbre hablar, ha tenido que ser una víctima de sus sevicias quien lo haga por ellos, que es lo que ha hecho esa señora que afirma que, en su ya lejana adolescencia, Adolfo Suárez (no existen ya ni él ni sus partidos políticos) le metió mano (han pasado más de cuarenta años del acoso denunciado: la víctima tal vez podría haberse dado un poco más de prisa a la hora de señalar a su presunto abusador).

Este es el panorama (lamentable) de aquellos de nuestros políticos que piensan con la polla (con perdón). Y todos se disculpan como pueden. Desde el que lo niega todo (la táctica que Roy Cohn le enseñó a Donald Trump) al que asegura que en su partido se corta el mal de raíz (ahí coinciden Sánchez y Abascal), pasando por el que asegura que sus problemas son una cortina de humo para ocultar las miserias del adversario político.

Los ciudadanos observamos la situación y, si no somos unos sectarios, llegamos a la conclusión de que lo rijoso es una actividad transversal que afecta por igual a izquierda y derecha del arco parlamentario. Y volvemos a preguntarnos por qué abunda tanto la gente de mala calidad en la política española.

Algunos aprovechan la coyuntura para barrer hacia casa y no desperdiciar nada que sea de utilidad para el convento. Es el caso de Podemos, que se ha tirado en plancha encima de Adolfo Suárez para seguir ciscándose en la Transición e insistir en que aquello fue un timo y una birria y que seguimos viviendo bajo un franquismo disimulado que ellos no soportan porque son más listos que nadie y no es fácil dársela con queso.

No sé si estamos ante un abuso real o una denuncia falsa, pero salir a estas alturas con lo de que Adolfo Suárez me sobó sin mi permiso no entiendo muy bien a qué viene. No entiendo que una víctima adolescente espere hasta ser casi sexagenaria para denunciar a un difunto. Y sí entiendo la reacción de Podemos porque son una pandilla de miserables que se agarran a lo que sea con tal de justificar eso que ahora se define como relato: la Transición fue un tocomocho y su principal responsable, un baboso: (pretendida) estocada final al régimen del 78.

No hace mucho, Yolanda Díaz (que no es de Podemos, pero como si lo fuera) proponía que se anulara el juicio contra Francesc Ferrer i Guardia, el pedagogo implicado en dos atentados contra Alfonso XIII. ¡Alfonso XIII! ¿Qué será lo siguiente? ¿Acusar de machismo a don Pelayo o a Fernando el Católico? Señora, que usted tenía al lado a Íñigo Errejón y no se percató de sus cuestionables estrategias para el ligoteo. Y los de Podemos, ¿ya no se acuerdan del rijoso máximo Juan Carlos Monedero?

No se trata de utilizar los abusos sexuales como munición contra el enemigo, sino de preguntarse por qué entra en política gente tan impresentable. La política española se ha convertido en un lodazal moral en el que hozan personas que han visto en la cosa pública una manera insuperable de lucrarse o de mejorar su vida sexual o las dos cosas. Y con esas personas, ningún país puede seguir un camino razonable. Hay que echarlas, da igual si dicen ser de derechas o de izquierdas, pues ninguna nación soporta que de sus asuntos se encarguen unos sujetos que solo piensan en llenarse la cartera y vaciar los testículos.

Y mientras sigamos teniendo los políticos que tenemos, dudo mucho que vayamos a ninguna parte.