Les imagino tan preocupados (qué digo preocupados, ¡indignados!) como yo ante la injusticia que la ANC está cometiendo con Lluís Llach, que se presentó a mandamás de tan necesaria entidad patriótica y está viendo cómo lo basurean y lo hacen esperar de una manera innoble.

Cuando se retiró Dolors Feliu –tras observar que su idea de la lista cívica no obtenía el apoyo necesario de los socios– y el excantautor de Verges se postuló para el cargo de presidir la ANC, todos dimos por hecho (¡y yo el primero!) que ganaría por goleada, como así ha sido, y lo tendríamos entretenido una buena temporada, evitando así que reincidiera en lo de componer canciones y grabarlas. Tras su no muy lucido paso por la política oficial (incluyendo su pertenencia al Consell de la República), yo creo que el hombre se había merecido una jubilación activa al frente de la ANC, que no pasa por sus mejores momentos.

Proveniente del mundo del espectáculo, puede que Llach no hubiese logrado devolver a la entidad su antiguo lustre –cuando montaba aquellos bonitos espectáculos de corte norcoreano para el 11 de septiembre–, pero seguro que se le habrían ocurrido cosas chulas con las que mantener alta la moral de las tropas, sobre todo, si le ayudaban secuaces patrióticos del fuste de Josep Costa y Julià de Jódar (sin ir más lejos, ¿qué tal cubrir a todos los asistentes a la manifestación de la próxima Diada con gorritos de macramé como los que luce habitualmente nuestro hombre?: ¡pensemos en la belleza y la armonía de los planos aéreos!). Pero ahora resulta que Llach ni es presidente ni deja de serlo porque se ha producido una maniobra de bloqueo que no le deja ir ni para adelante ni para atrás. Maniobra que, francamente, no acabo de entender; para eso debería leerme los estatutos de la ANC… ¡Y hasta ahí podíamos llegar!

El caso es que se ha colado un oponente al que han votado cuatro gatos, pero que tiene en su mano bloquear todo el proceso electoral. Dicho oponente atiende por Josep Punga Tandu, nació en Montcada i Reixac en 1997, trabaja como economista para el Banco de Sabadell y su padre es de Angola (concretamente, de la presuntamente maltratada etnia bakongo). Con todo lo que ha hecho Llach por los habitantes del Senegal (hasta regalarles barcas de pesca, aunque, eso sí, pintándoles antes en la quilla una estelada), me parece de muy mal gusto ponerle a un negro para que le haga la puñeta, aunque se trate de un independentista de piedra picada que descubrió que los bakongo y los catalanes constituían sendas minorías oprimidas, lo cual le ha llevado a intentar presidir la ANC tras pasar por Convergència, el PDECat y Junts. O, en su defecto, hacerle la pascua al pobre Llach para que no llegue jamás al destino que tanto merece.

Yo le agradezco mucho al señor Punga que me haya iluminado acerca de la similitud entre los catalanes y los bakongo, que me había pasado inadvertida, pero creo que no debería abusar de la paciencia del cantante nacional de Cataluña, sobre todo, teniendo en cuenta que ya tiene una edad y lleva años quejándose de que, a este paso, se va a quedar sin ver la Cataluña independiente que tanto anhela (cada generación tiene su afán: el abuelo falangista del señor Llach se conformaba con que España fuese una, grande y libre). Dado que la independencia del terruño no parece inminente, ¿tanto cuesta dar una última alegría al provecto cantautor? Es más, ¿acaso es esta la manera de agradecerle el hecho de haber usado hasta la náusea su canción L’estaca? Otrosí: ¿no merece mejor trato el autor de La gallineta?

Se queja el señor Punga de que Llach no quiere dialogar con él para llegar a un posible desbloqueo y de que se ha mostrado altanero y displicente en su trato. Podría ser, dada la jerarquía moral que asiste a nuestro hombre, pero también hay que tener presente que nuestro hermano bakongo era de los que estaban a favor de la lista cívica de marras, es decir, de convertir a la ANC en un nuevo partido político, y debe seguir con esa idea en la cabeza (de ahí que considere a Junts como parte de la competencia y le recuerde a Llach que pasó por ahí y que siempre se ha declarado fan de Carles Puigdemont).

Supongo que la cosa se resolverá en cuestión de días, y a favor del señor Llach. Pero, francamente, no me parece que esta sea la manera adecuada de tratar a un héroe de la independencia (y gloriosa momia del antifranquismo). Usted siga así, señor Punga, y luego no se queje si nuestro héroe nacional vuelve a encerrarse en el estudio de grabación. ¿Tanto cuesta alegrar los últimos años de un carcamal patriótico? ¡Un poco de humanidad, por el amor de Dios!