La llamada discriminación positiva siempre me ha parecido un genuino oxímoron. La palabra discriminación es, por definición, censurable, le añadas lo que le añadas. No es como el famoso talante de Rodríguez Zapatero, un concepto que sin un adjetivo detrás no quiere decir absolutamente nada (aunque quizás era eso lo que se pretendía). La discriminación no puede ser positiva o negativa porque la misma palabra define una actitud despreciable.
No parece ser de la misma opinión Yolanda Díaz, que se acaba de sacar de la manga de su chaqueta de Carolina Herrera una iniciativa que pretende aplicar la discriminación presuntamente positiva al colectivo LGTBI a la hora de buscar trabajo. Curiosa manera de entender la meritocracia, que consistiría en elegir a la persona adecuada para el cargo ya fuese heterosexual, homosexual o trans.
Si tira adelante la ideaca de la vicepresidenta, ser gay contará más a la hora de aspirar a un trabajo, lo cual, además de injusto, potencia la tradicional picaresca hispana, pues cualquiera puede decir que lo es con la tranquilidad de que esa información errónea no llegará a su centro laboral, donde el afortunado hará creer a sus compañeros tranquilamente que le ha caído el curro porque él lo vale y no porque sea homosexual o se haya hecho pasar por tal.
Uno de los problemas de la Nueva Izquierda Imbécil consiste en alumbrar ideas de bombero como si fuesen medidas salvíficas para la sociedad. Y esta salida de pata de banco de Yoli Sonrisas es de las gordas. Yo diría que tan injusto es colgar a los homosexuales de los árboles, a la entrada de las ciudades, como se hacía en tiempos pretéritos y aún más bestias e irracionales que los actuales como otorgarles privilegios laborales.
Una tendencia sexual no debería ser objeto de castigo ni de premio, pero Yolanda está convencida de haber ideado una medida progresista como pocas y que, probablemente, aspira a convertir en voto cautivo para el Gobierno la asistencia a las urnas del colectivo LGTBI: si te cae un curro por ser gay o aparentarlo, ¿a quién vas a votar si no es al responsable de tan bienvenida iniciativa? Y si la cosa te parece un delirio, como a mí, ya te puedes preparar para que te llamen facha.
A falta de una labor de gobierno razonable, la pandilla de Pedro Sánchez destaca por sus ideacas, siempre en busca de la fidelidad del votante. Se trata, a ser posible, de quedar bien con todo el mundo, que es lo que sucedió en la reciente celebración del Día de la Mujer, cuando la ministra de Igualdad acudió un ratito a las dos manifestaciones que se celebraban en Madrid, la de las feministas de toda la vida y la que incluía a mujeres trans.
Toda esta militancia gubernamental, iniciada por Irene Montero, a favor de los trannies (gente sobrada de testosterona y dada a insultar y a hacer la vida imposible a las mujeres que no les dan la razón en lo de que son tan mujeres como ellas, dado que el autoapercibimiento es más importante que la biología, como todo el mundo sabe) ha generado una división en el necesario movimiento feminista que a veces roza la bronca tabernaria. Si la ministra de Igualdad cree que se puede acudir a dos manifestaciones de signo opuesto –o sea, sostener una cosa y la contraria–, que Dios le conserve la vista.
Otra brillante idea progresista de los últimos tiempos ha sido la de abolir la prostitución, que estuvo precedida de una razonable iniciativa del PSOE para expulsar de sus filas a los militantes partidarios del puterío y el desenfreno, idea que fue abandonada rápidamente ante la aparente dificultad para detectar a los puteros (no se ha vuelto a oír hablar del asunto). Y uno se pregunta: si no sabéis identificar a vuestros propios gañanes machistas, ¿cómo pretendéis abolir un oficio que lleva practicándose desde el inicio de los tiempos, obedeciendo a la implacable ley de la oferta y la demanda? ¿A qué viene tanta farfolla moral? ¿Por qué no os concentráis en la parte policial y judicial del asunto y tratáis de acabar con la trata y el abuso de mujeres en situación precaria?
Supongo que todo obedece a la necesidad de lanzar consignas teóricamente progresistas que siempre permiten declaraciones altisonantes y la posibilidad de descubrir la pólvora cada semana. Como hay dos manifestaciones relacionadas con el feminismo, vamos a las dos. No localizamos a nuestros propios puteros, pero vamos a abolir la prostitución. Al carajo la meritocracia y, en caso de duda, el curro para un homosexual (o para el jeta que lo aparenta). Y así sucesivamente. Mientras escribo esto, pienso que la próxima ideaca progresista debe estar al caer y me echo a temblar.