La lógica de Pedro Sánchez es inapelable: si no te gusta la canción que nos va a representar en el putrefacto festival de Eurovisión, Zorra (¡a él le encanta!), es porque preferirías que nos presentáramos en Malmö con una versión tecno pop del Cara al sol.
A cualquiera se le ocurre que entre la memez empoderada del dúo Nebulossa (más los señores de tanga y el corsé) y el himno de los falangistas hay miles de posibilidades a tener en cuenta. A cualquiera menos a nuestro Querido Líder: ¿No te gusta Zorra? Pues eso es que prefieres el Cara al sol. O sea, que, te pongas como te pongas, formas parte de ese inframundo que él llama la fachosfera, donde habitan, porfían y conspiran todos esos sujetos infames que se resisten a entender que él todo lo hace por el progreso de la nación y la convivencia entre españoles de bien.
Es evidente que existen en España, como en cualquier otro país, medios de comunicación escorados a la derecha o a la extrema derecha que no soportan al Gobierno (presuntamente) de izquierdas de turno. España está llena de gente que detesta a Pedro Sánchez, pero no toda esa gente milita en la derecha o en la extrema derecha. La desfachatez del Gran Líder a la hora de hacer siempre lo que más le conviene, saltándose líneas rojas y retorciendo la realidad en su propio interés (y el de sus sicofantes, esos minions que le deben el cargo y, prácticamente, la vida), irrita a la derecha y a la extrema derecha, ciertamente, pero también a mucha gente que lleva toda la vida votando a la izquierda y ahora se lamenta de aquello en lo que se ha convertido dicha izquierda en manos de oportunistas como el señor Sánchez, capaz de convertir a un fugitivo de la justicia en un interlocutor válido porque necesita sus votos para conservar el querido sillón.
Diferenciar entre la derecha, moderada y extrema, y la izquierda disidente es algo que el Gran Líder no está dispuesto a hacer. De ahí el ingenioso invento de la fachosfera, donde da lo mismo Eduardo Inda que Antonio Elorza porque ambos, que no tienen nada que ver el uno con el otro, comparten, por distintos motivos, la preocupación que les causa la manera de ir por el mundo de nuestro Líder Máximo. La fachosfera deviene así un totum revolutum, un cajón de sastre en el que cabe cualquiera que no sienta especial simpatía por la manera de hacer política de Pedro Sánchez.
Cualquier crítica a su gestión, por razonable y lógica que resulte, pertenece a la fachosfera, que es algo así como Spectra con relación a James Bond. Se trata de reafirmar que todo lo que hace el presidente es por el bien de España (y no de sí mismo, como sospechan ciertos resentidos), así que cualquier actitud insumisa es archivada inmediatamente en la fachosfera, da igual si procede de un reaccionario contumaz como de un votante habitual de la izquierda indignado por la deriva de la NII (Nueva Izquierda Imbécil). En pocas palabras: si no te gusta Zorra es porque lo tuyo es el Cara al sol.
Aunque Sánchez se basta y se sobra para poblar la fachosfera a su conveniencia, un poco de ayuda nunca viene mal. Y para eso está un tal Idafe Martín Pérez, cazador de fachas, que desde su columna semanal en lo que queda de El País ejerce de martillo de herejes, sumergiéndose en la fachosfera periodística para señalar con el dedo a quienes ponen en duda la moral y la rectitud de nuestro Gobierno y su Gran Líder.
El bueno de Idafe también es de los que creen que para ir a Eurovisión solo había dos opciones, Zorra y el Cara al sol, así que detecta la existencia de fachas hasta donde no los hay, o les cuelga el sambenito de facha a quienes le parecen bien. Y la cosa hasta podría tener su gracia, desde un punto de vista sociológico, si no se practicara desde un diario que se ha convertido en el boletín del club de fans de Pedro Sánchez, convirtiendo a su vez al voluntarioso antifascista Idafe (¡bonito nombre!) en una especie de niño acusica ansioso de congraciarse con su profesor.
Hay que reconocer que la fachosfera es un gran invento, pues te permite amontonar en el mismo cubo de la basura a todos los que te llevan la contraria, dando por sentado que todos son iguales, de extrema derecha, y, por tanto, igualmente despreciables y denunciables. Las diferencias entre la crítica desde fuera y la crítica desde dentro se la sudan al Gran Líder: quien no está conmigo, está contra mí, como dijo aquel. Y a quien está contra mí, aunque diga que es de izquierdas, no le creáis porque la izquierda soy yo y todo lo que me contradice es facherío del peor a cuyos militantes hay que ir desenmascarando uno tras otro a través del celebrado Método Idafe.
Pedro contra la fachosfera. A eso hemos llegado. Ya puede usted llevar toda la vida votando a la izquierda, que, si no le parece bien lo que hace Sánchez, lo envían de cabeza a la fachosfera. La disidencia, que siempre había sido un privilegio de la lucidez izquierdista, se ha convertido en motivo de excomunión (o, si colaboras en El País, de expulsión fulminante) y acicate para que se te meta en el mismo saco que a los representantes más conspicuos de la carcunda nacional. ¿No te gusta Sánchez? Eres un facha. ¿No te gusta Zorra? Te mola más el Cara el sol. Y así sucesivamente. Las cosas, facilitas, para que las entienda todo el mundo. Izquierda contra derecha. Buenos contra malos. Y a los tiquismiquis de la izquierda, que los zurzan por cenizos y aguafiestas.
Da la impresión de que gobernar en España es más fácil de lo que parece. Basta con echarle jeta el asunto. A raudales.