Pese a que Cataluña es el principal proveedor de España en cuanto a difuntos a causa del coronavirus, el régimen sigue insistiendo en que, si les hubieran dejado a ellos controlar la situación desde un buen principio, aquí no la habría diñado nadie. De ahí la insistencia de Torra en que le devolvieran las competencias arrebatadas por el gobierno central, aunque haya recuperado unas cuantas y resulte evidente que no sabe muy bien qué hacer con ellas. Por no hacer, no ha sido capaz ni de sustituir al principal responsable de hacer frente al virus, que dimitió hace un mes y su cargo sigue vacante. Como no tiene ni idea de qué hay que hacer para afrontar la situación --y sus secuaces tampoco: Alba Vergés les da permiso a los leridanos para abrir las tiendas, pero al mismo tiempo les dice que ni se les ocurra ir de compras--, nuestro mayordomo favorito ha adoptado un poco convincente papel de macho alfa y se dedica a dar órdenes y a tomar medidas para las que, ¡vaya por Dios, maldito centralismo!, no tiene competencias, como confinar a toda la población de Lérida en sus casas. Para acabarlo de arreglar, el alcalde Pueyo tampoco sabe dónde le da el aire, pero cree que con poner cara de preocupación y no quitarse el lacito amarillo ni para ir al retrete ya cumple: sus sufridos súbditos, a todo esto, están que trinan porque no reciben más que instrucciones contradictorias y vaguedades que cada uno puede interpretar como mejor le convenga.
Lo fundamental, para alguien como Torra, es que ya la hemos liado de nuevo, que es de lo que se trata siempre en su caso (y en el de su jefe fugado). El hombre ordena la confinación y la justicia le dice que no puede hacerlo, que para eso es necesaria la declaración del estado de alarma y que dicha medida es competencia exclusiva del estado. ¡Miel sobre hojuelas para Chis Torra! ¡Sin Estado propio caminamos hacia la extinción! ¡España nos mata! Ah, si le dejaran gobernar…Los de Lérida, encerrados en casa, y los demás, con la mascarilla siempre puesta, pues ahora resulta que es mano de santo, aunque te la puedas quitar cuando te salga de las narices, sobre todo en la playa, no se te vaya a quedar una mancha blanca en el careto, modelo marca del bañador, que arruine tu bronceado.
Aunque abundan los médicos que aseguran que la mascarilla es de una eficacia muy concreta y relativa, Torra se ha agarrado a ella para demostrar dos conceptos falsos: que manda y que tiene carácter y madera de líder. Pero le falta el poder de convencimiento porque, en el fondo, lo del coronavirus se le antoja una molestia y un desvío de lo realmente importante, que es la independencia. Se comporta igual que su líder, quien hace unos días dedicó su breve discurso en el Parlamento europeo a quejarse de su situación y no hizo la menor referencia a la pandemia. Tampoco la hay en su programa político, pero también es verdad que no tiene un programa político más allá de convertirse en el caudillo de la Cataluña catalana, exigirle sumisión a todo el mundo y conminarle a que se integre en el proyecto que a él se le ocurra en cuanto se ponga a darle un par de vueltas al asunto y recurrir a marrullerías como soplarle la denominación JxCat a los pobres infelices del PDECat, que ya empiezan a suplicarle que les deje presentarse junto a él en las próximas elecciones (de este modo el Partido Demócrata de Cataluña, el PDECat, se convierte en el PDECal, Partido De Calzonazos).
Cualquier competencia le va grande a un incompetente, por mucho que éste sobreactúe de milhomes, dé órdenes que no puede hacer cumplir y considere que una mascarilla quirúrgica es un detente, bala. Una mezcla criminal de ineptitud, arrogancia y profunda estupidez es todo lo que tenemos en Cataluña para intentar sobrevivir a la pandemia. Torra tiene otras cosas en la cabeza: la mesa de diálogo con Madrid, en la que no cree, la exigencia de un nuevo referéndum, la unilateralidad imposible con el único objetivo de chinchar y envenenar el ambiente… Ésas son las cosas que les interesan a él y a su jefe. Obcecados por lo que no controlan, descuidan lo que podrían intentar controlar si quisieran o supieran. Estos bueyes tenemos, con estos bueyes aramos.