Aunque la noticia se conoció hace pocos días, el pasado 27 de diciembre, en su residencia habitual de la prisión de Lledoners, el líder a la sombra (ya que no en la sombra) de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, contrajo matrimonio cristiano con su pareja sentimental, la periodista Txell Bonet. Contó para ello con tres curas en vez de uno, para que se viera que su conversión al catolicismo iba muy en serio. Destacaba entre ellos el inefable Manuel Pousa, en arte Pare Manel, un cura obrero de toda la vida, de los de carajillo y barragana, al que últimamente le ha dado por el procesismo, buscando, intuyo, nuevos feligreses, que la cosa está muy malita. Compañero de farras catequistas de mi difunto amigo Carles Flavià, el Pare Manel es un cura como de película de Ken Loach muy popular en Cataluña --donde sus amigos famosos organizan cada año el festival benéfico Guanya´t el cel amb el pare Manel (Gánate el cielo con el padre Manel)--, aunque no muy querido por las autoridades eclesiásticas, que suelen llamarle al orden con cierta frecuencia (la última vez, el amigo Pousa tuvo que bajarse un poco los pantalones para que no le echaran de la Santa Madre Iglesia, mientras Flavià, en su momento y en circunstancias similares, se fue dando un portazo para iniciar una brillante carrera en la stand up comedy).

Pero lo que me interesa de verdad es la epifanía salvífica que condujo al paganazo de Cuixart al regazo del Señor. Sería injusto adjudicársela al sistema penitenciario español, aunque la cárcel fomenta la trascendencia y el temor de Dios entre los galeotes más encallecidos, pues yo veo la mano del beato Junqueras tras la boda con tres curas de su compañero de fatigas. De ser así, podríamos llegar a afirmar que estamos ante el primer milagro de nuestro santurrón favorito, que es, hoy día, el único candidato catalán a ser canonizado en vida. Por menos de eso, José María Escrivá de Balaguer pasó de beato a santo súbito en un santiamén.

De todos modos, no estaría mal que Junqueras hiciese nuevos milagros, pues en la Santa Sede son muy tiquismiquis con la santidad, a no ser que estés podrido de dinero, como es el caso del Opus Dei. Como todo el dinero del prusés --incluido el que gana Cuixart con esas tazas de arcilla que fabrica en la prisión y vende al módico precio de 15 euros-- se despilfarra en mantener el elevado tren de vida de Puchi en Bélgica, desaconsejo a ERC la vía del soborno vaticano para alcanzar sus objetivos.

Póngase, pues, las pilas el beato Junqueras y láncese a nuevos prodigios. Le sugiero unos cuantos milagritos que, además, harían mucho bien al pueblo de Cataluña: Pilar Rahola hace voto de silencio y se recluye en un convento junto a sor Lucía Caram y la monja Forcades; Jaume Roures reparte su fortuna entre los pobres, se retira al desierto y se instala en lo alto de una columna como Simeón el Estilita; Rafael Ribó regala su segunda residencia a una familia numerosa del Senegal llegada a nuestras costas en patera; Gerardo Pisarello regresa a Tucumán y promete no volver a pisar territorio español; las chicas de la CUP empiezan a ducharse a diario y Carles Riera entra voluntariamente en una residencia para fanáticos de la tercera edad; Quim Torra, que ha dicho que está dispuesto a ir a la cárcel por la independencia de Cataluña, toma un atajo y se entrega en la comisaría más cercana...

Lo de Cuixart ha estado muy bien, mi querido Oriol, pero no hay que dormirse en los laureles.