Tengo la impresión de que los lazis están más pendientes de Madrid que Madrid de ellos. Pese a las protestas de Lluís Llach, TV3 ha dedicado bastante espacio en sus informativos a las elecciones madrileñas, y ahora que ya han pasado, todos los diarios online subvencionados por el régimen van llenos de profundas reflexiones sobre el significado de la victoria de Isabel Díaz Ayuso, que es observada por encima del hombro y para llegar a la conclusión de que Madrid --y, por extensión, España-- no tiene arreglo. ¡Como si aquí pudiéramos dar lecciones de organización política y buen gobierno! La relación del lazi medio con Madrid siempre ha sido la misma: por un lado, un tremendo complejo de superioridad que, actualmente, se basa no se sabe muy bien en qué; por otro, una preocupación constante por el qué dirán de los independentistas en la capital del reino (donde doy fe de que, en general, se les ignora y solo se recurre a ellos cuando ya no queda nadie más divertido del que despotricar y la conversación entre cañas languidece).

Entre otros motivos, nuestros nacionalistas resultan ridículos por su obsesión con Madrid: la odian, pero no le quitan de encima el ojo ni la oreja, no se vayan a perder algo que los atañe. Esa actitud absurda a lo Vieja del Visillo --¿qué demonios te interesa de la capital de un país del que te quieres separar?-- es anterior al prusés, pero ahora se ha recrudecido y, sobre todo, ha perdido su componente festivo, que era el que imperaba entre catalufos y mesetarios a finales de los años 60 y durante la transición, cuando se producía una rivalidad inofensiva y sin la mala entraña actual que nos daba cierta vidilla a los habitantes de las dos principales ciudades españolas. El buen rollo se acabó hace tiempo y los madrileños pasan de nosotros que da gloria verlos, pero nosotros --aunque más bien debería decir “ellos”, los lazis--  siguen pendientes de Madrid --del concepto Madrid, más bien--, como si no pudieran vivir sin saber qué hace su malvada madrastra.

Evidentemente, la victoria de Isabel Díaz Ayuso les ha venido de perlas para reafirmarse en su desprecio a esa ciudad sin la que no pueden vivir, por mucho asco que les dé. En su imaginación calenturienta, Madrid --y el triunfo de IDA lo demuestra-- sigue siendo el poblachón manchego de siempre, esa mezcla de Navalcarnero y Kansas City de la que hablaba Cela. Mientras que Barcelona…¡Ah, Barcelona!...Barcelona nunca ha dejado de ser la perla del mediterráneo, la capital del auténtico tronío, la avanzadilla de Europa en la península ibérica…Algunos, porque se creen que aún estamos en los años 70, cuando esta ciudad era algo en el panorama español; otros, porque en cuanto se complete el proceso de catalanización, esto va a ser la envidia de París, Londres y Nueva York. Y no les hables (a todos ellos) de la decadencia que asuela a esta ciudad desde hace años porque ellos no la ven por ninguna parte, aunque Barcelona cada día parezca más una vieja ridícula que aún cree estar viviendo sus años mozos y se atreve a calificar de cacatúa pueblerina a su competidora de toda la vida, por mucho que ésta se haya espabilado que da gusto y la mire, en el mejor de los casos, con algo de ternura y compasión.

Evidentemente, el triunfo apoteósico de un zapato humano como IDA no es como para echar cohetes, pero tengo la impresión de que aquí no estamos para perdonarle la vida a nadie: no tenemos gobierno en Cataluña porque lo boicotea un orate refugiado en Flandes y porque el aspirante a presidentillo es un calzonazos bajito, y en Barcelona tenemos una alcaldesa que se solidariza en las redes sociales con su amigo Pablo Iglesias, pero se resiste a seguir su admirable ejemplo y borrarse de la escena política. Entre Ada y los lazis, en Barcelona nos está saliendo un pan como unas hostias. Pero ahí siguen los patriotas catalanes, ironizando sobre lo que ha ocurrido en Madrid desde una superioridad moral y estética inexistentes mientras se preguntan qué opinarán de ellos en la capital del país que, teóricamente, pretenden abandonar. En caso de conseguirlo, ¿hacía donde enfocarían la oreja? Y lo que aún es más grave: ¿contra qué equipo de fútbol podría enfrentarse a muerte el Barça?