El nuevo invento del fugitivo Puchi se llama Crida Nacional per la República y se supone que es un ejemplo de unidad, transversalidad y eficacia para la difícil tarea de alcanzar la independencia de la patria, pero me temo que no es más que una nueva refundación de la Convergencia de toda la vida con un toque caudillista. Y, de paso, una manera de hacerle la pascua a ERC que no está nada mal, pues si el partido de Junqueras pica el anzuelo, los convergentes ya se cuidarán de desintegrarlo convenientemente desde dentro, y si los republicanos no pican –que sería lo más normal, pues se supone que son de izquierdas, aunque el partido esté trufado de carlistas y meapilas—, se les abochorna desde fuera y se les responsabiliza de torpedear la sacrosanta unidad nacionalista. Todo un win-win, que diría el Astut, quien en mala hora ungió al de Amer, pensando que era un rústico controlable, y ahora ve como le roba ese papel de padre de la república catalana al que él aspiraba: mientras ve cómo le embargan todo lo embargable, el Astut asiste a la progresiva mutación de Puchi, de tarugo monotemático a caudillo providencial.
Por el camino, claro está, el PDeCAT se va al carajo y ya puede decir misa la pobre Marta Pascal. Total, el PDeCAT solo fue una componenda conceptual para librarse de un nombre que iba unido a la corrupción, así que más vale saltar de pantalla cuanto antes. Lo de la Crida suena muchísimo mejor, y aunque Puchi no sepa hacer la o con un canuto, sus ideólogos de referencia –Madí, Mascarell, Colomines— lo tienen todo muy claro: hay que seguir chupando del bote hasta el fin de los tiempos, generando a la vez todo el mal rollo posible, tanto dentro como fuera del territorio catalán. Y eliminar a la competencia, claro está, que, con su líder, el beato Junqueras, entre rejas, está más desarbolada que nunca. Queda la CUP, ciertamente, pero son pocos e ineptos, aunque a veces se les necesite.
Con esos no se puede contar porque son muy de izquierdas, por eso se van a Cuba a despotricar de la democracia española. En cualquier caso, no son tan tontos como para no darse cuenta de que la maniobra de la Crida es un intento de la derecha catalana por acaparar ese proceso que se supone que es de todos los patriotas. Y la CUP, aunque no sea de este mundo, se comporta como si lo fuera, según pudo comprobar en su momento el Astut cuando lo enviaron a la papelera de la historia.
Hace tiempo que el separatismo evoluciona (es un decir) hacia el populismo y el caudillaje. Desde sus inicios, de hecho, ¿pues qué era Pujol sino el primer caudillo providencial de la Cataluña posfranquista? El caudillismo ha ido creciendo en proporción inversa al talento del mandamás: el Astut era más lerdo que Pujol, pero un Einstein en comparación con Puchi, quien, a su vez, comparado con Torra es un genio. Y a diferencia de Puchi, que enseguida se vino arriba y se olvidó del agradecimiento debido a Mas, Mr. Ratafía es de una fidelidad perruna al presidente legítimo de la Generalitat (o expresidente, según el pie con que se haya levantado ese día).
Tener de caudillo en el exilio a Puchi y de presidente más o menos ejecutivo a Torra es una prueba más de que los nacionalistas catalanes se conforman con cualquier cosa. Ayudados por la prensa del régimen, que ve en ambos unos personajes dotados de extraordinarias cualidades humanas, políticas e intelectuales (para eso cobran, claro, millones de euros en propaganda institucional). A mí esto de la Crida Nacional per la República me recuerda a la pandilla de conspiradores chapuceros de la novela de Dostoievski Los demonios, comandada por un majareta destructivo, el príncipe Stavrogin. Sobre ellos decía el escritor ruso lo siguiente:
“En épocas turbias, de incertidumbre y transición, aparecen siempre y por doquiera gentes de medio pelo (…..) Hablo solo de la canalla. En todo período de transición surge esa canalla de la que ninguna sociedad está libre, y surge no solo sin propósito alguno, sino sin ningún asomo de idea, solo para sembrar con ahínco la inquietud y la impaciencia”.
¿Les recuerda a algo esa canalla?