Me entero leyendo uno de los digitales del odio --no recuerdo cuál: todos me parecen iguales-- que la prestigiosa empresa Caganer.com lanza sus novedades navideñas, previsibles todas ellas --Puchi, políticos presos y tal-- menos una, la dedicada al pobre David Bowie, para celebrar de la manera más ofensiva posible el segundo aniversario de su fallecimiento. No entraré en la discutible costumbre local de situar a un señor giñando a escasos metros de donde acaba de nacer el hijo de Dios (para los creyentes) o un tipo que cambió el curso de la historia (para los demás). A mi padre le daba mucho asco el caganer, por no hablar del Caga tió, pero hay que tener en cuenta que era un hombre al que se le había negado el privilegio de nacer en Cataluña y eso acaba agriando el carácter de cualquiera. Por eso decía cosas como “Estos catalanes… ¡Qué obsesión con la mierda!”, mientras mi madre, oriunda de la villa de Gràcia, miraba hacia otro lado.

Yo creo, por el contrario, que el caganer expresa, según cómo se mire, el seny (“Tú serás el hijo de Dios, pero yo me estoy yendo por la pata abajo y lo primero es lo primero”) y la rauxa (“Me la pela quién seas, yo a lo mío, ¡y lo más cerca que pueda de la cuna!”). En nuestra obsesión por la mierda ya no entro, aunque haberla, hayla. En cualquier caso, el caganer figura en la mayoría de los pesebres catalanes y, con el tiempo, se ha ido aclimatando a las novedades. Mientras éstas se reduzcan a políticos y futbolistas, no tengo nada que objetar, pero lo de Bowie me lo tomo como una ofensa personal. ¿Esto es todo lo que puede hacer Cataluña por el hombre que convirtió al rock and roll en una disciplina más del arte contemporáneo? ¿Ponerlo a hacer sus necesidades en el portal de Belén?

Y es que, además, llueve sobre mojado. Un grupo de ciudadanos bienintencionados propuso hace un tiempo al ayuntamiento de Barcelona dedicarle una calle al glorioso difunto, pero Pisarello en persona desechó tal propuesta. Vale, Bowie no tenía nada que ver con Barcelona, ni siquiera era catalán, tampoco era católico, no combatió con las Brigadas Internacionales y, cuando el referéndum escocés, mostró un talante unionista que no hizo ninguna gracia entre nuestros procesistas. Pero para la humanidad, incluida Barcelona, fue más relevante que Sabino Arana o Pepe Rubianes, que cuentan con sendas calles a su nombre en nuestra querida ciudad. A mí me alegró mi primera juventud durante los años 70 con una serie de álbumes sensacionales, de Hunky dory (1971) a Scary monsters (1980), pasando por Ziggy Stardust, Station to station o Heroes, y me acompañó hasta que la diñó, que es más de lo que puedo decir de los amigos que he ido perdiendo por el camino.

Dedicarle un caganer después de haberle negado una calle es añadir al insulto la afrenta. Y además será un fracaso comercial: los que no saben quien es no lo comprarán, y los que sí, tampoco. Nada más lejos de mi intención que promover un (inútil) boicot a Caganer.com, pero alguien debería cesar al que ha tenido la brillante idea de llevarse a Bowie a Belén para plantar un pino. Eso sí, como les digo una cosa, les digo otra: el caganer en forma de lazo amarillo con ojos saltones que evacúa un zurullo igual de amarillo es todo un hallazgo y una cima del ingenio independentista.