No sé a qué horas trabaja Albert Donaire, cabecilla de Mossos per la República, pues se pasa el día manifestando su odio a España desde Twitter, donde lleva (demasiado) tiempo insultando, ofendiendo y basureando a cualquiera que no piense como él. Albert es como Toni Albà, pero en versión uniformada y gay (por cierto, una cosa es ser homosexual y otra es interpretar permanentemente ese personaje de vieja comedia del Paralelo que es la maricona mala e histérica, aunque hay que reconocer que Donaire lo borda). Sus más recientes rebuznos en la red van dedicados a los militares que andan echando una mano por Cataluña estos días, cuya presencia, claro está, le parece muy mal. Para él, la UME es un desastre, y ante su presencia en Olot, ciudad que tiene la desgracia de acogerlo, el hombre propone seguir el ejemplo de los abertzales pamplonicas, ¡esos clones de Einstein!, y abuchear a los soldados. Según Donaire, el ejército español solo sirve para estrellar aviones carísimos, olvidando (o tal vez celebrando) que el pasado 27 de febrero un piloto falleció en las costas de Murcia al desplomarse su Eurofighter. Le está bien empleado por español y por militar, ¿verdad, desgraciado?
No se entiende qué hace en un cuerpo policial un sujeto tan miserable, tan tóxico y tan histérico como el señor Donaire. O, lo que es peor, se entiende perfectamente cuando vemos como se las gasta la administración Torra: en nuestra versión local de la ineptocracia, lo que cuenta es la adhesión inquebrantable al régimen, y se aceptan energúmenos para dar vidilla a la causa; en la Cataluña indepe no puede haber ni un solo miserable que no se gane bien la vida a costa del erario público, trátese de un policía autonómico o de un cómico siniestro. Solo se les pide que carezcan de la más elemental humanidad, que bordeen la demencia patriótica (y la demencia en general) y que rebuznen sin parar en las redes sociales. De hecho, lo raro es que Toni Albà no dirija TV3 y que Albert Donaire no esté al frente de todos los mossos d'esquadra y deba conformarse con dirigir a los mossos per la república que no existeix. Si han llegado a ministrillos Vergès y Buch (el que rima con ruc), cualquier cosa es posible.
No sé si se puede expedientar a alguien por ser mezquino y ruin, pero el señor Donaire lo está pidiendo como lo hace todo en su vida cotidiana, a gritos. Aunque a veces lo parezcan, independentista y perturbado mental no siempre son términos sinónimos, y gente como Donaire no contribuye en lo más mínimo a la posible independencia de Cataluña, que, caso de producirse, acabaría librándose por su propio bien de sujetos como él. De momento, la causa lo considera útil para chinchar e insultar, que son también las únicas actividades conocidas del individuo que hace como que preside la Generalitat. En ese sentido, Donaire brilla con luz propia, pues, comparados con él, personajes tan siniestros como Pilar Rahola, Agustí Colomines o Ramón Cotarelo parecen personas razonables y ecuánimes (aunque les ayuda el hecho de estar en sus cabales, la primera y el segundo más que el tercero, lo que les permite rentabilizar su vehemente patriotismo, ¡así cualquiera!). En el sector demencial del prusés, Donaire es quien acredita mayores logros sociales, pues mientras sus posibles competidores viven de TV3 (Albà) o de un turbio negocio de alquileres de pisos turísticos (el activista Mark Serra Parés, otra víctima voluntaria de la histeria patriótica), nuestro Albert ha conseguido infiltrarse en un cuerpo policial en el que es evidente que falla el indispensable control psiquiátrico de sus aspirantes. ¡Enhorabuena, bocazas!