Quim Torra, el interino que hace como que está al frente de la Generalitat, se ha pillado un buen rebote por no ser el primer presidente autonómico en ser recibido por el presidente de verdad. Para dar más armas a quienes le consideramos un supremacista, ha dicho que a él no le metan en el mismo saco que a las demás autonomías, pues hacer eso, según el suplente de Puchi, significa no entender nada de nada. O sea, que Cataluña es más importante que todas las demás comunidades y el que se resista a entenderlo es un provocador que va por ahí pidiendo guerra.

Torra quería una reunión de urgencia con Sánchez, y Sánchez le ha respondido con una convocatoria general de mandamases autonómicos. Puestos a establecer un protocolo, piensa recibir a la gente por orden de antigüedad de su estatuto, y ahí no hay quien gane a los vascos, quienes, en su momento, eran mucho más pesados y quejicas que nosotros y, además, le volaban la cabeza a los réprobos, pues ya se sabe que siempre se negocia mejor con unos cadáveres sobre la mesa. Torra deberá, pues, esperar su turno. Y olvidarse de esa relación bilateral a la que aspira, ya que es un tipo de relación que no suele darse entre el todo y una parte. Ya sé que para él Cataluña es el todo, pero hay cierto consenso internacional en reservarle esa condición a España. También piensa sacar el tema del derecho a decidir y los referendos de independencia, pero ya puede decir misa, pues de eso Sánchez no tiene ningunas ganas de hablar. De hecho, sería un buen momento para decirle a Torra que la independencia de una parte de España no se contempla, de la misma manera que, en un restaurante, el becario de Puchi no podría exigir langosta si el menú solo da a elegir entre pollo y croquetas. Hasta que el presidente de la Generalitat, sea quien sea, no tenga ese concepto meridianamente claro, vamos a seguir perdiendo el tiempo todos.

El Catalunya über alles de Torra no cuela y él lo sabe, pero se debe a su público y a su jefe, el fugado, por lo que se ve obligado a decir las cosas que dice. Como lo de que le va a exigir disculpas al Rey por su discurso del tres de octubre, excelente oportunidad para el monarca de enviarle al carajo y de abroncarle porque la alcaldesa de Girona le obliga a celebrar los premios Princesa de ídem en un pueblo de mala muerte donde, para colmo, también le odian. "Precisamente quería tener yo contigo unas palabritas", podría ser la primera frase de Felipe VI cuando se cruce con Torra. Aunque no sabemos cuándo será, ya que el ventrílocuo de Berlín le ha prohibido a su muñeco de Barcelona que acuda a ningún acto en el que se presente el Rey. En fin, como dicen los ingleses, wait and see. De momento, nos conformamos con verle salir de la Moncloa sin llorar y sin las gafas rotas.