La jueza María Antonia Coscollola ha pedido a los Mossos d'Esquadra que le enseñen el operativo que se puso en marcha para detener a Carles Puigdemont el día de la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Ya puestos, podría también pedir explicaciones al Ministerio de Interior sobre la no detección de Cocomocho al cruzar la frontera española, pues muchos nos olemos que policías y guardias civiles habían recibido órdenes para dejar pasar al sujeto y que se apañaran con él los mossos.

El episodio de la aparición y fuga del expresidente catalán fue un bochorno injustificable, pero sólo uno más de los que estamos viviendo en relación al golpismo nostrat desde que Sánchez necesita los votos de los separatistas para mantenerse atornillado al sillón del ordeno y mando.

Con dicho episodio, la imagen de la policía autonómica (y de la nacional) se vio afeada por la chapuza o algo peor. Las explicaciones de los mossos (a picoletos y maderos nadie les preguntó nada, aunque no sé por qué, dado que las fronteras son cosa suya) fueron de risa, especialmente lo de que no se les había ocurrido pensar que Puchi fuese a darse a la fuga.

¿Pero no lo conocen? ¿No saben que es de natural mentiroso y rastrero? ¿Qué esperaban? ¿Que se comportara como un caballero, se plantara en el Parlamento catalán y se dejara detener sin oponer resistencia? No lo hizo, claro. Y con la ayuda de tres mossos d´esquadra de su club de fans (nueva vergüenza añadida a la policía autonómica), se dio el piro en cuanto pudo.

La verdad es que el plan de Puchi no pudo ser más lamentable. Su reaparición del modelo “ahora me ves, ahora no me ves” o “la puntita nada más” resultó francamente ridícula. Si no fuese porque es un cobarde de tomo y lomo, lo suyo habría sido dejarse detener y montar un cirio del copón bendito. Creándole, de paso, un problema más que notable a Pedro Sánchez quien, de repente, se encontraría con el tipo que le ayuda a conservar el poder entre rejas. Una situación francamente indeseable, de ahí que muchos sospechemos que el Gobierno central colaboró dentro de sus posibilidades para que el Hombre del Maletero diera su breve mitin y desapareciera lo antes posible, volviendo a cruzar la frontera sin que ni policía ni guardia civil lo detuvieran (igual han empezado a reclutar ciegos en las fuerzas de seguridad del Estado, como muestra de su igualdad de oportunidades).

La jueza Coscollola parece aspirar a castigar la chapuza de la policía autonómica, que esperaba de Puchi una actitud versallesca basándose no sé exactamente en qué. La verdad es que la performance fue un desastre para todos los involucrados en ella. Los diferentes cuerpos policiales quedaron a la altura del betún y el Hombre del Maletero no consiguió nada para reforzar su causa o su imagen. Dado que a éste lo tenemos en Flandes para los restos, supongo que la jueza pretende que los mossos paguen por su lamentable operativo, por el apoyo de tres de los suyos a Puigdemont y por las pocas ganas de cumplir con su obligación.

Aunque, ¿para qué engañarnos?, lo más probable es que todo acabe en nada. Cuando la prioridad del presidente de un Gobierno es su sillón y se lo debe a un enemigo del Estado, éste puede respirar tranquilo mientras los ciudadanos de a pie nos tiramos de los pelos viendo como el Estado de derecho se desmorona por culpa de un autócrata que se considera de izquierdas y pretende hacernos creer que es lo único que nos separa del fascismo.