Ya ni se molestan en disimular. Se ha impuesto la desfachatez en la vida política española, como demuestra, una vez más, lo de la quita a las comunidades autónomas en su deuda con el Estado. ERC exige la quita porque sostiene el gobierno de Pedro Sánchez, y Pedro Sánchez se la concede para que no le hagan la pascua. La desfachatez se mezcla con el infantilismo, como deja bien claro Junts cuando hace pucheritos y amenaza con votar en contra de la medida, pues Puchi aspira a que nos eliminen el 100% de la deuda. ¿Por qué? Pues porque él lo vale, supongo.

Ya sabemos que Sanchez sólo tiene una prioridad en esta vida, que es mantenerse en la presidencia del Gobierno a cualquier precio. Para no cedérsela al PP en su momento, no tuvo empacho en negociar con enemigos del Estado como ERC y Bildu o en convertir a un fugitivo de la justicia en un interlocutor válido con el que se reúnen sus secuaces como si fuera lo más normal del mundo. Su manera de gobernar consiste en ir tapando escapes de agua de la forma más chapucera y oportunista posible, intentando darnos gato por liebre al inventar unas explicaciones que no hay quien se las trague.

En el caso de la quita ha optado por el café para todos. Ante el previsible rebote de las comunidades que no son Cataluña, se ha puesto a hacer descuentos a cascoporro, con el resultado (que no se acaba de entender) de que Canarias, por ejemplo, ha sido recompensada con una quita del 50% (momento en el que Cocomocho ha puesto el grito en el cielo y ha venido a decir que si todos chupan, esto ya no es un anticipo de la financiación especial que, teóricamente, se está negociando).

El PP también ha puesto el grito en el cielo. Y Sánchez ha recurrido al soborno: no se me quejen, que las comunidades controladas por ustedes también se van a beneficiar de mis generosas medidas (es verdad). ¿Cómo explicarle que no se trata aquí, moralmente, de pillar cacho?

Si alguien te chantajea, como hace ERC con el presidente del Gobierno, no es cuestión de pagarle lo que pide y repartir pasta en general para disimular, digo yo. Pero es que a Sánchez las cuestiones éticas se la soplan, no las tiene en cuenta en absoluto. Lo único importante es conservar el sillón. Por eso apoquina lo que sea y luego intenta disimular el chantaje ampliando la quita a todo el mundo, como si eso hubiera sido una idea suya y no el fruto de una extorsión.

¿Tan bien nos van las cosas que el Estado puede ir perdonando deudas a los morosos? ¿Qué pasa con ese dinero al que el Estado renuncia? ¿No era necesario para hacer cosas y financiar proyectos y cubrir necesidades? Como el señorito necesitaba la aprobación de ERC, adelante con una quita del 20% para Cataluña y con el regalo de millones a todas las comunidades autónomas. ¡Será por dinero!

Y mientras tanto, cabreado porque el descuento lo ha logrado ERC, el ínclito Puigdemont se rebota y exige que nos eliminen la deuda entera. El beato Junqueras sostenía algo similar, pero se contentaba con lo obtenido. Pese a eso, no pudo dejar de señalar que el Estado no hacía más, con sus medidas, que devolvernos parte del dinero que nos sopla sin piedad desde hace décadas. ¿Qué digo décadas? ¡Años! ¡Siglos! El Espanya ens roba, aunque haya pasado de moda, sigue siendo útil para inventarse ofensas o latrocinios.

Estamos instalados en la más absoluta inmoralidad, sometidos a los caprichos de un aprendiz de tiranuelo disfrazado de muro contra el fascismo. La desfachatez de Sánchez, que no se toma ni la molestia de disimular, nos está dejando un país injusto y absurdo en el que hay que ceder al chantaje de minorías malévolas a las que España se la sopla. ¿Merece la pena gobernar así? Yo creo que no, pero es evidente que nuestro actual presidente del Gobierno no comparte mi opinión.