Acaban de deportar a un peluquero árabe de Mataró acusado de yihadista. Hace unos días ocurría lo mismo con dos imanes que se dedicaban a elogiar la guerra santa desde sus púlpitos (o lo que sea que utilicen los devotos del Islam). Y esta vez, por lo menos, no ha habido las habituales quejas de esas almas buenas que solían poner el grito en el cielo cada vez que nos deshacíamos de un agitador peligroso. Esa gente no concedía el menor crédito a las investigaciones de la policía que habían llegado a la detención y expulsión del yihadista de turno, que siempre era presentado por sus defensores catalanes como un dechado de virtudes, un gran hombre querido por todos y, probablemente, un ejemplo a seguir. Mientras el resto de la población pensábamos que la policía debía de tener muy buenos motivos para deshacerse del sujeto en cuestión, estos ciudadanos ejemplares, frecuentemente separatistas, consideraban la cosa como una muestra más de la implacable persecución españolista. No querían saber nada de las explicaciones policiales: el presunto yihadista era su amigo y no había nada más que hablar.

Curiosamente, quien ha abierto la boca, muy preocupado por la infiltración islamista radical en Cataluña ha sido el inefable Ángel Colom, antiguo “embajador” de Cataluña en Marruecos, perdiendo así una oportunidad inmejorable para callarse. ¿Por qué? Pues porque el señor Colom fue uno de los más entusiastas defensores de la inmigración árabe, preferible, según él, a la sudamericana porque los árabes podían ser más propensos a aprender catalán que los sudamericanos, ya que carecían del castellano como lengua de referencia. Ángel Colom nunca manifestó la menor preocupación ante la posibilidad de que se nos colaran los yihadistas, camuflados entre el alud de inmigrantes. Cuando alguien se lo recordaba, nuestro hombre reaccionaba tachando a su interlocutor de racista.

Y no era el único. Las autoridades, ante el riesgo de ser tildadas de racistas, se tiraron años mirando hacia otro lado. Y, mientras tanto, cada vez había más mezquitas en las que nadie sabía qué se predicaba, más imanes fanatizados y más posibilidades de que el yihadismo prendiera entre los jóvenes de origen árabe, aunque hubieran nacido aquí. ¿Hace falta recordar los atentados de la Rambla de Barcelona y Cambrils? Fueron perpetrados por jóvenes magrebíes envenenados en las mezquitas por tipos como el expulsado recientemente y otros que ya tardamos en expulsar.

Me temo que se ha descuidado la vigilancia policial. Y ya sé que es difícil encontrar agentes que hablen árabe, pero tal vez habría que haber impartido con rapidez cursos de esa lengua para poder contar, por lo menos, con un escuadrón de espías que metieran la nariz en las mezquitas y distinguieran entre los imanes que, simplemente, predicaran las virtudes del Islam y los que estaban fomentando el odio a Europa y el terrorismo.

Aunque callados de momento, los catalanes amigos de los árabes porque sí pueden volver a largar. Vivieron sus momentos de oro con los atentados de la Rambla y Cambrils, cuando alumbraron la absurda y miserable teoría de que esos crímenes eran obra del CNI. O sea, de España, capaz de vengarse del independentismo organizando atentados en Cataluña. Teoría a la que se apuntaron los políticos procesistas con una falta de honestidad (y de vergüenza) deplorable. Sólo la miseria moral puede llevar a un independentista a formar frente común con los yihadistas.

Pedro Sánchez les dio una alegría a esos miserables cuando, a requerimiento de Puigdemont, permitió que uno de los terroristas de los atentados en la Rambla y Cambrils, se materializara en el Congreso de los Diputados para reforzar las tesis de los separatistas conspiranoicos, una performance que nos sumió en la vergüenza a muchos, pero que Sánchez consideró inevitable para conservar su sillón y que no era la primera bofetada al Estado de Derecho, ya que este tipo infame lleva prodigándose en ellas desde que necesita el apoyo de enemigos del Estado como Junts, ERC y Bildu.

Hay que ponerse las pilas con el tema del yihadismo porque es evidente que tenemos al enemigo en casa desde hace tiempo. Espero que el actual silencio de nuestros amigos del Islam obedezca a que, por fin, se han dado cuenta de lo que nos jugamos. Pero no estoy seguro de ello.