Un año ha tardado Carles Puigdemont en darse cuenta de que Pedro Sánchez le toma el pelo (y hay material en abundancia) desde que le echó una mano para hacerse con el poder tras unas elecciones que no había ganado.
Yo creo que el resto de los españoles éramos plenamente conscientes de que Sánchez le prometía a Puchi todo tipo de cosas que no tenía ninguna prisa (ni ningún interés) en cumplir, y que sólo faltaba él para darse cuenta de la engañifa a la que era sometido a diario por el presidente del Gobierno para mantenerse atornillado al sillón.
El concepto era “Prométele cualquier cosa”: el traspaso de las competencias en inmigración, la amnistía para Puchi y toda su pandilla (uy, qué pena, se nos ha colado por en medio lo de la malversación, hay que ver qué picajosos pueden ponerse estos jueces extranjeros), el uso del catalán en las instituciones europeas (Albares insiste de vez en cuando, pero le pone tan poco entusiasmo que nadie se cree que se trate de un tema de vital interés para el Gobierno español)…
Un año después de haber ayudado a Sánchez a hacerse con el poder, Cocomocho se ha dado cuenta (con cierto retraso, pero más vale tarde que nunca) de que el presidente del Gobierno pasa de él como de la peste y se limita a hacer como que intenta cumplir las promesas, pero se lo ponen muy difícil.
Aquejado de una súbita indignación (y de ciertas ganas de dar la nota y de que la sociedad le haga un poco de casito), el Hombre del Maletero se ha sacado de la manga una cuestión de confianza para Pedro Sánchez que no tiene la menor posibilidad de tirar adelante. Básicamente, porque las cuestiones de confianza son competencia exclusiva del presidente del Gobierno, y éste ya ha dicho que no tiene ninguna intención de someterse a una, y que piensa seguir con sus fructíferas negociaciones, ésas que no conducen ni a tiros a la amnistía para Puchi, al uso del catalán en Europa y a nada de lo que figura en la lista a los Reyes Magos del prisionero de Zenda (perdón, de Flandes).
La propuesta de Puchi tampoco ha suscitado mucho entusiasmo en sus compañeros de lucha patriótica. En ERC le han venido a decir que ya no sabe qué hacer para conseguir que se le preste un poco de atención, y no ha faltado quien asegura que le está echando una mano a la derechona con lo de la cuestión de confianza (que podría convertirse fácilmente en una moción de censura y, si todo sale según lo previsto, elecciones anticipadas y triunfo del PP y Vox, lo cual, por cierto, no redundaría precisamente en una mejor situación política para los posconvergentes).
También han salido los que le recuerdan a Puchi que cada vez pinta menos en Cataluña y que tiene la Casa de la República hecha unos zorros, gracias, en parte, a la tendencia a la cleptocracia de su fiel Toni Comín.
En fin, que Puchi ha tirado un petardo mojado que no parece preocupar a nadie. El hombre lleva tiempo hundiéndose en la irrelevancia y algo tenía que hacer para intentar esquivarla. Como en Cataluña no pinta nada, ha apuntado hacia Madrid, donde sus siete secuaces en el Parlamento le permiten hacerse la ilusión de que pinta más de lo que realmente pinta (hay que reconocer que Míriam Nogueras, siempre de mal café y ejerciendo de regañona insufrible, se gana su sueldo).
Es posible que Puigdemont exija demasiado. Lo que ha logrado, si lo miramos bien, no es poco: está suelto cuando debería estar entre rejas, es un delincuente al que un político ambicioso y sin escrúpulos de ningún tipo ha convertido en un interlocutor al que no hace mucho caso, pero al menos trata de aparentarlo, sus leales lo consideran el presidente más legítimo de tots els que es fan i desfan… Sí, claro, estaría bien que Salvador Illa le solicitara audiencia, pero es normal que éste no tenga ganas de hablar con presidiarios.
Estaría bien que le aplicaran la amnistía, pero a quejarse a Montesquieu y su separación de poderes. Molaría que se pudiera hablar catalán en las instituciones europeas, pero también es verdad que, con un idioma por país, vamos que chutamos, y Cataluña, hasta nueva orden, no es un país…
La saga fuga de CP está empezando a durar demasiado. Se está convirtiendo en un personaje fundamentalmente aburrido y latoso. No debería quejarse de los incumplimientos de Sánchez porque son tal para cual: nada de lo que ha prometido Puchi ha llegado a cumplirlo. Lo único que ha sabido hacer en su dorado exilio es sacarles los cuartos a los procesistas sin darles nada a cambio. Debería agradecerle a Sánchez que lo dejara escapar cuando apareció por Barcelona el día de la toma de posesión de Illa, pero, en vez de eso, lo amenaza con una cuestión de censura que, además, carece de la más mínima verosimilitud.
Puchi, tu tiempo ha pasado, y vives con la respiración asistida que te procura, a su manera, Pedro Sánchez por la cuenta que le trae. Así pues, contribuye a que tenga una larga vida política y no incordies. ¿No te das cuenta, zascandil, de que cualquier alternativa será mucho peor para ti y los tuyos?