Si Puigdemont y sus minions no son terroristas, como sostiene Pedro Sánchez, ¿a qué viene tanto interés en incluir posibles delitos de terrorismo en su oportuna (para él) ley de amnistía? Esta pregunta se la escuché el otro día en un telediario a un señor del PP que recibió la respuesta habitual de Félix Bolaños, otra del modelo: “Y vosotros más, que también os reunisteis con Puchi a ver qué pillabais” (lo cual es cierto, pero deja sin respuesta la pregunta que se planteaba y que a mí se me antojó bastante oportuna, más que nada por aquello de que la verdad es la verdad, dígala Agamenón, su porquero o uno del PP). Y es que a Sánchez se le nota demasiado que está dispuesto a tragar lo que haga falta con tal de asegurarse esos votos de Junts x Catalunya que le han de permitir seguir siendo el presidente de la nación.

No se lo están poniendo fácil. Puede que su fiscal del estado cambie de opinión y deje de ver terrorismo donde lo veía hace unos meses, pero otros fiscales sí lo ven y se han impuesto en la última votación al respecto (aunque Sánchez ya ha avisado de que esa toma de postura no es vinculante y que la última palabra la tiene la fiscalía del estado, o sea, él).

Mientras tanto, desde Europa, se observan con cierta desconfianza las trapisondas sanchistas en beneficio del Gran Líder, desconfianza que nuestro gobierno, que todo lo hace movido por el amor al progreso y la convivencia entre españoles, atribuye a oscuras maniobras de la derechona (que sí, es evidente que se ha movido en esa dirección, pues para algo está en la oposición): ya no es tan solo en España donde nos hemos dado cuenta de que Sánchez va a su bola y está dispuesto a retorcer la ley todo lo que haga falta en su propio beneficio (y la supuesta injerencia europea afecta principalmente a la presunta relación de los amotinados de octubre del 17 con liantes rusos de esos que siempre están intentando desestabilizar nuestro continente, aunque para ello haya que recurrir a unos maestros de la chapuza como nuestros inefables procesistas).

Las sospechas de terrorismo recaen principalmente sobre el llamado Tsunami Democràtic, ente fantasmal que está dejando de serlo a raíz de una investigación a fondo de la Guardia Civil de la que ayer daba cuenta este diario. Recuerdo que el Tsunami de marras apareció, desapareció y nunca más se supo. Ahora ya se sabe lo que se sospechaba, que el empresario editorial Oriol Soler estaba al frente del negociado y que hasta había puesto en marcha un canal en Telegram, llamado Indis Grup 1-0, con el que se comunicaba con veintitantos sospechosos habituales del departamento de agit prop del régimen, con la idea fuerza de controlar y organizar el flujo de información relativo a las discutibles actuaciones del Tsunami en cuestión (cortes de carreteras, invasión del aeropuerto de El Prat y demás contribuciones a la liberación del terruño).

Entre dichos sospechosos habituales, cargos de ERC, directivos de TV3 y Catalunya Radio (Saül Gordillo, David Bassa) periodistas de Ara, El Punt Avui, Nació Digital o Vilaweb, los ideólogos independentistas Enric Marín y su amigo Tresserras y hasta el mismísimo Toni Soler (alias el bien pagao de TV3), que incluso disponía de un canal particular para comunicarse con el otro Soler y hablar de sus cosas patrióticas. Juraría que todos ellos nos deben algunas explicaciones, al igual que ese diputado de ERC, Ruben Wagensberg, que se ha dado el piro a Suiza por su participación en el Tsunami y al que, si no me equivoco, le seguimos pagando 7.000 pavos al mes para que se toque las narices y domine sus ataques de ansiedad (bendecidos por Mariajezú Montero, ¡tócate las narices!) a una prudente distancia de la justicia española.

Juraría que, como se dice en estos casos, aquí queda mucha gente por detener, aunque dudo que Sánchez comparta mi opinión, dado que él solo ve personas amnistiables por todas partes e intentos de amargarle la existencia desde las filas de la envidiosa y rencorosa derechona. A la que, por cierto, no hace falta pertenecer ni votar para ser considerado un enemigo del progreso y la convivencia (entendidos a la peculiar manera de nuestro querido presidente): basta con llevarle la contraría para que te envié a la fachosfera, aunque te hayas pasado la vida votando a la izquierda (como es mi caso y el de tantos otros).

Conclusión: esto de la amnistía a la carta se está complicando. Tal vez porque los españoles gozamos de unas tragaderas enormes y bastante trabajo tenemos para llegar a fin de mes, pero un exceso de desfachatez puede acabar teniendo molestas consecuencias para nuestro Pedro. Los fiscales que ven indicios de terrorismo, la vigilancia europea a causa de la presunta trama rusa, la lista de sospechosos habituales encabezada por Oriol Soler… Aquí hay montado un cirio de cuidado que puede afectar a nuestra legendaria capacidad para encajar la desfachatez del poder. Wait and see, que dicen los anglos.