Tras el último y lamentable informe PISA, en el que los escolares catalanes aparecían como los más tarugos de España (o del Estado español, si lo prefieren), la Generalitat ha decidido tomar cartas en el asunto y poner remedio a tan triste situación. A su manera, claro.
Para empezar, ha reunido a un grupo de expertos en el tema, que viene a ser lo mismo que montar una comisión para resolver cualquier problema sabiendo que es la mejor forma de que no se resuelva nada. No sé ustedes, pero yo, cuando oigo el concepto “grupo de expertos”, me echo a temblar. Especialmente si, como en el caso que nos ocupa, al frente de dicho grupo hay un personaje del que, lo confieso, nunca había oído hablar, pero no me parece la figura más adecuada para poner en su sitio a nuestros menores más mermados, pues da la impresión de ser otro de esos talibanes a los que suele recurrir nuestro querido Gobierno de la república a la hora de repartir los cargos.
El hombre atiende por Jesús Viñas Cirera (Manresa, 1953), pero en las redes sociales se hace llamar Vinyes, que es el apellido que cree merecer (no es el primero al que le da por ahí: recordemos a Miquel Calzada, alias Mikimoto, autoapellidado Calçada; al columnista de El Nacional caído en desgracia Jordi Galves, o sea, Gálvez, o a aquel inefable alcalde indepe de Arenys de Munt que se hacía llamar Ximenis aunque todo el mundo sabía que su apellido era Jiménez). Procede del delfinarium del exconsejero de Educación González Cambray, cuyo principal mérito, como todos recordamos, era lucir el lazo amarillo más grande de todo el gobiernillo.
Firme partidario de la inmersión y alérgico al 25% de enseñanza en la lengua del opresor, Viñas (o Vinyes) es el actual mandamás del Consell Escolar de Catalunya, habiendo ejercido previamente la docencia durante unas décadas en las que debe haber podido formar el espíritu nacional de sus alumnos a conciencia (no es del todo descartable que hasta haya logrado desasnar a más de uno, aunque no me parece que esa sea una de sus prioridades).
La noticia, desde luego, no puede coger a nadie por sorpresa. El informe PISA pone al descubierto la burricie de nuestros escolares y la Generalitat decide solucionar el problema a su manera: recurriendo a un lazi de nivel cinco para que los meta en vereda, aunque no necesariamente del modo más adecuado. Se repite el síndrome Cambray: ande o no ande, lazo grande.
Nuestros procesistas son monotemáticos y tienen muy claras sus prioridades: ¿para qué invertir en medidas preventivas contra la sequía cuando puedes ir abriendo embajadas de pegolete por todo el mundo? ¿O para qué preocuparse en serio por las carencias de nuestro alumnado en matemáticas o comprensión lectora cuando puedes dejarlo en manos de un comisario político cuya principal misión consista en fabricar zoquetes monolingües? (no hay que olvidar que Viñas/Vinyes ha sido inspector de educación durante 25 años, y todos sabemos para qué sirve un inspector de educación en un régimen como el nuestro).
Tampoco se podía esperar otra cosa que el inevitable comité de expertos con un talibán al frente. El paisito real, con sus problemas reales, nunca ha sido una prioridad del nacionalismo, más ilusionado en la patria soñada que en la que hay. Del presidente de la Generalitat al último mono de la causa, aquí todo el mundo se mueve por motivos que no tienen nada que ver con el bien común, sino con la satisfacción de una obsesión que solo afecta a una parte de la población y que es la única que le interesa al régimen.
Quedo a la espera del próximo informe PISA para ver el resultado de la terapia patriótica de Viñas y su alegre pandilla (igual se ha colado en esta alguien que priorice la educación sobre la formación del espíritu nacional, no lo descartemos del todo). Y si seguimos teniendo a los alumnos más burros de España, que sepan cómo utilizar correctamente los pronombres débiles o, si no se consigue ni eso, por lo menos, que sufran convulsiones al escuchar a cualquiera que hable en castellano (una dolencia solo aparente, pues les puede ser muy útil para medrar en la Administración local).