Desde que Pedro Sánchez corteja a Carles Puigdemont para que éste le permita con sus siete diputados en el Congreso seguir llevando a España por la senda del progreso y la concordia durante cuatro años más (o conservar el sillón presidencial a cualquier precio, según las versiones), se producen fenómenos (¿paranormales?) de coincidencia conceptual entre sociatas y procesistas. De la misma manera que suele hablarse de macro economía y micro economía, creo que aquí podríamos distinguir también entre la macro historia y la micro historia. Empecemos con un par de ejemplos de la primera:

1/ Los lazis siempre han estado en contra de lo que ellos llaman la judicialización de la política (o lo que los demás entendemos como una reconfortante muestra de que, como dice el refrán, el que la hace la paga). Hasta ahora, desde el constitucionalismo, se les había llevado la contraria y se había insistido en la separación de poderes. Pero hace unos días, y nada menos que en la sede de la ONU en Nueva York, Pedro Sánchez dijo que igual había que sacar a la política (incluidos los golpes de estado post modernos) del ámbito judicial (está en juego el futuro progresista y armónico de España, ya se sabe).

2/ Tras la manifestación del PP en Madrid para protestar por la posible amnistía que podría aplicarse a Cocomocho y su alegre pandilla, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, concluyó que se trataba de una muestra de odio hacia Cataluña (los nacionalistas suelen confundirse a sí mismos con todo el paisito, aunque no representen ni a la mitad de su población). Acto seguido, sale por la tele la portavoz del gobierno central en funciones, Isabel Rodríguez, y dice exactamente lo mismo, que el desahogo callejero de los peperos era un acto de odio.

Hasta aquí la macro historia, a no ser que queramos incluir en ella la recepción de Sánchez a Terelu Campos y Carmen Borrego, hijas de la difunta María Teresa Campos, aunque no alcanzo a columbrar el interés político de dicho encuentro. Pasemos a la micro historia y fijémonos en un detalle que tal vez le haya pasado inadvertido al querido lector. Como éste sabrá, la esposa de Carles Puigdemont, la rumana Marcela Topor (Vaslui, 1976), presentaba un programa de televisión en inglés, titulado The weekly mag, en los canales controlados por la XAL (Red Audiovisual Local, por sus siglas en catalán), que dependen de la Diputación de Barcelona, actualmente en manos del PSC.

La señora Topor se embolsaba seis mil euros mensuales por un programa que veían unos 12.000 espectadores, lo cual sonaba a ruina a lo Pedrazzoli, pero había que tener en cuenta que el cargo le había caído en el 2018, cuando el PDeCat controlaba la institución. Cuando ésta cayó en manos del PSC, corrieron rumores de que igual la señora Topor se quedaba sin su chollo audiovisual, pero los sociatas, siempre tolerantes y comprensivos con el lazismo, se limitaron a no remunerarle los dos meses de vacaciones que se tomaba la buena señora cada año en julio y agosto (hasta entonces, cobraba su dinerito estival sin pegar sello). Hubo quien quiso creer que ése era el primer paso para deshacerse en breve de la onerosa parienta de Puchi, y no es del todo descartable que hubiésemos llegado a tal extremo de no ser porque ahora su marido es un negociador de primera para los intereses del PSOE. Conclusión: The Weekly Mag volverá en breve a la parrilla de la XAL por cortesía del PSC, la señora Topor seguirá levantando sus seis mil euritos mensuales, sus 12.000 fieles espectadores seguirán disfrutando del programa mientras mejoran su nivel de inglés y los que no consigan dormirse con los documentales de animales de la 2 tendrán la oportunidad, si así lo desean, de buscar una fuente alternativa de sopor.

Seguro que hay más casos de micro historia en el súbito romance entre Sánchez y Puigdemont, pero éste me parece uno de los más chuscos, pues sitúa además a la señora Topor en una posición insostenible desde el punto de vista feminista: si necesitamos a tu marido, el majareta de Waterloo, te damos seis mil euros al mes para tus gastitos; si no lo necesitamos, que te zurzan, guapa, y como si te vuelves a Rumanía para seguir echando las cartas del tarot. Ya sé que es imposible exigir un poco de ética a alguien capaz de casarse con Cocomocho, pero yo diría que sí podríamos solicitársela al PSC y a su partido hermano (o superior jerárquico, según se mire). Ni la una ni el otro quedan muy bien en este lance lucrativo, pero lo dejaremos pasar para que no se nos acuse de judicializar el periodismo o de cometer delitos de odio hacia las bajas audiencias audiovisuales.

Vuelve Topor, vuelve el sopor. Se han salvado sus seis mil euros de dinero público (un dinero que no es de nadie, como todo el mundo sabe). Eso sí, como las negociaciones de Sánchez con Puigdemont no salgan como tienen que salir y haya repetición de elecciones, no hay que eliminar del todo la posibilidad de que doña Marcela se quede sin programa y sin sueldo de un día para otro, momento en el que los aficionados a echar la siesta en el sofá con la tele de fondo deberán volver a los documentales de fieras de la 2.

Y ahora que lo pienso, ¿cabría la posibilidad de que Marcela Topor fuese sustituida en la programación de la XAL por Terelu Campos? Con el volumen que se gasta esa mujer y su propensión a la tangana, no habría manera de pegar ojo, aviso.