Carles Puigdemont ya no es inmune. Ni él ni sus secuaces más cercanos, el profesional del transfuguismo lucrativo Toni Comín y la abuelita regañona Clara Ponsatí. A los tres les va llegando el momento de regresar a su querido país, España, y enfrentarse a las consecuencias de sus actos de hace seis años. Carentes de inmunidad, estas tres patas pa un banco ya pueden asistir a la emisión de nuevas euroórdenes de extradición a cargo de su detestado juez Llarena (que tienen bastante más posibilidades de lograr sus objetivos que las anteriores, dado que ahora los fugitivos sólo pueden ser juzgados por malversación). La verdad es que nos podríamos haber ahorrado mucho tiempo y algunos sinsabores si la judicatura hubiese aceptado la extradición que ofrecía Alemania cuando Puchi fue detenido en su territorio, pero el juez se nos puso gallardo y dijo que o le permitían juzgarlo por sedición o nada de nada, postura que condujo, como todos recordamos, al nada de nada (y, total, un tiempo después, Pedro Sánchez se las apañó para eliminar del Código Penal el delito de sedición, que Núñez Feijóo promete restaurar entre referencia y referencia a Brús Esprínter). Recuerdo haber pensado en aquellos momentos que la digna actitud del señor juez era contraproducente, que lo principal era trincar al Hombre del Maletero y, una vez en casa, apañárnoslas para que le cayera la sentencia más bestia posible por liante y manirroto (con dinero ajeno), pero se impuso lo de la honra sin barcos, y así llevamos más de cinco años aguantando las insolencias de Puchi y su cuadrilla desde el Casoplón de la República.
Evidentemente, la decisión del TGUE (Tribunal General de la Unión Europea) no ha sido del agrado de nuestros facciosos, que tardaron tres horas en hacer declaraciones y luego largaron cada uno a su estilo: Puchi diciendo que recurrirá al TJUE (Tribunal de Justicia de la Unión Europea) y que la Unión Europea es una vergüenza; Comín en esa misma línea (ambos brillantísimos a la hora de hacerse las víctimas: a este paso, lo próximo será preguntar a la UE quién cuidará del pobre Valtonyc si a ellos los extraditan); y Ponsatí, aprovechando para echar un poco más de mierda encima (con perdón) sobre ERC, partido al que acusa de ser el principal responsable del desastre indepe (desastre innegable ante la evidencia del carajal que tienen montado partidos y asociaciones a pocas semanas de las elecciones generales, con opiniones discrepantes sobre si hay que votar, si hay que abstenerse, si hay que echar en la urna una papeleta del 1 de octubre o si hay que quedarse en la puerta del colegio electoral leyendo en voz alta las homilías de Organyà).
Es indudable que Pere Aragonès no se ha matado a la hora de lamentar la pérdida de la inmunidad parlamentaria de sus compatriotas en el (supuesto) exilio: un comunicado breve que, traducido del catalán al Aragonès, viene a decir: “Os acompaño en el sentimiento y que os zurzan a todos”. Quiero creer que el Niño Barbudo ha hecho lo que ha podido para impostar un dolor que no siente, pero lo cierto es que no le ha salido muy bien y que la suspicaz Ponsatí se ha percatado de su falta de entusiasmo y de entrega a la causa, normal, por otra parte, en alguien que se ha inventado el independentismo autonomista: realmente, lo suyo ha sido un pésame de compromiso, de esos que se le dan a la viuda de alguien que siempre nos cayó como una patada en las gónadas. ¡Pero es que eso es lo que hay y todo el mundo sabe que los del beato Junqueras y los de Puchi no se soportan! ¡Bastante ha hecho el Petitó de Pineda para cubrir el expediente con sus frasecitas solidarias!
La extradición de la banda Puigdemont no será inminente, pero acabará llegando y no es de extrañar: esos tres han conseguido cabrear a mucha gente, dentro y fuera de España y dentro, incluso, de Cataluña, donde cada vez hay más gente que los ve como unos jetas que se están pegando la vida padre en Flandes, pensando exclusivamente en sí mismos mientras hacen como que luchan por la independencia de la patria. Aunque el prusés ya ha terminado y tenemos al ejército lazi dividido, hundido y desarbolado, el combinado juicio-talego para Puchi, Comín y Ponsatí será la traca final de todo este sindiós, el desenlace inapelable del delirio que Pujol empezó a contagiar a su querido pueblo en los años 80 del pasado siglo, que el Astut Mas cimentó a principios de éste y que Puigdemont y su pandilla de augustos llevó hasta sus últimas consecuencias en octubre del 2017.
Mientras veo cómo se acerca el castigo para Puchi y sus compinches, rememoro (pueden llamarme rencoroso) la frase inmortal de James Bond en Operación Trueno: “El mal rato que he pasado, alguien lo va a pagar”.