La actual situación del lazismo se distingue especialmente por la evidencia de que están todos a matar entre ellos. Entre Junts y ERC solo falta que salgan a relucir las navajas. El lazi medio, cansado y desorientado, ya no sabe para dónde tirar, y encima tiene que soportar que los políticos lo acusen de falta de motivación… ¡Como si fuese para estar sobrado de ella después de las consecuencias de la aplicación del 155! Siguiendo el ejemplo de sus mayores del mundo, digamos, político, las entidades que representan –o eso creen— a la sociedad civil también están a matar. Ejemplo más reciente: la manifestación de la ANC prevista para hoy, que saldrá del Pla de Palau y concluirá en la plaza de Sant Jaume, y cuya intención es protestar por la desaparición del delito de sedición, algo que, en principio, debería alegrarles, pero que en la práctica les amarga un poco más la vida porque han descubierto que tras tan ladina medida del Gobierno español se ocultan, bajo el nombre de desórdenes públicos agravados, la voluntad de ampliar la nómina de gente enchironable y la intención de lograr la devolución de Carles Puigdemont para que pague con unos años a la sombra sus aventurillas soberanistas de hace un lustro.
Ya sabemos que los lazis nunca están contentos: fíjense en Josep Costa, que es declarado inocente en un juicio y, en vez de dar gracias al Señor por su buena suerte, pretende denunciar a quienes lo juzgaron porque el juicio en cuestión no debería haberse celebrado nunca. La ANC va en la misma línea: les eliminan el delito de sedición, pero solo ven pegas en las medidas llamadas a sustituirlo. De ahí la manifa de hoy. A la que no se apunta Òmnium, en teoría, por considerarla contraproducente para la causa. En la práctica, algunos tenemos la impresión de que la ANC y Òmnium pretenden reconstruir la tangana entre Junts y ERC, y con la misma voluntad: marcar paquete en el mundo independentista y, al igual que los políticos, hacerse con TODA la representatividad del movimiento nacional. Y yo diría que, por el mismo precio, la actual mandamás de la ANC, Dolors Feliu, quiere aprovechar para mostrar sus dotes de liderazgo en vistas a encabezar esa supuesta lista social que baraja su organización para pasar de los políticos en las próximas elecciones, dado que son todos unos pusilánimes, en el mejor de los casos, o unos traidores, en el peor.
Tengo la impresión de que Dolors Feliu quiere meterse en política, mientras que a Xavier Antich, el filósofo sin obra que está al frente de Òmnium, ya le está bien con el carguito que ha pillado, el último en una larga lista de chollos laborales que incluyen desde la coordinación del suplemento cultural de La Vanguardia (casualmente, cuando su hermano Pepe era el director del diario) hasta la presidencia de la Fundación Tàpies, pasando por cuanta iniciativa le permita consagrarse a la pasión de su vida, que no es la filosofía, sino el medro personal. Antich no tiene nada que ganar sumándose a la manifestación de la ANC, con lo que solo lograría escenificar un seguidismo de las acciones de la señora Feliu, quien, aparte de darse aires y mostrar perfil electoral, poca cosa va a sacar de la manifestación de marras (¡hasta Ramon Pellicer se olvidó de anunciarla en su agenda dominical del TN Vespre, lo cual ya le ha valido las habituales acusaciones de botifler en las redes sociales!).
Dolors Feliu ha entrado en campaña con lo único que tiene a mano, la ANC. Cuando habla de una lista social sin políticos, se refiere en realidad a un nuevo partido controlado por ella y bendecido a distancia por el fantasmal Consell de la República del Hombre del Maletero. Guardiana de las esencias con ganas de prosperar, la señora Feliu ve traidores por todas partes porque le conviene. Y si el último ha sido el disciplinado Pellicer, no sería de extrañar que el próximo sea el mismísimo Antich, convertido para la ocasión en esbirro de ERC cuando todos sabemos que el hombre nunca ha tenido preferencias a la hora de medrar en el lazismo porque lo primero es lo primero. O, como dice el refrán, ande yo caliente, ríase la gente.