Josep Lluís Alay, jefe de la oficina del fugado Puigdemont, se indigna constantemente, tal vez porque su trabajo para el Hombre del Maletero es escaso tirando a nulo. Teniendo en cuenta que el jefe exhibe una agenda oficial bastante vacía –no veo que se amontonen los líderes mundiales en su Casa de la República, aunque me han contado que si te acercas a echar un vistazo, igual sale un segurata y te obliga a entrar para que entretengas un poco al expresidente de la Generalitat, que da toda la impresión de aburrirse como una seta—, Alay debe disponer de mucho tiempo libre, y suele dedicarlo a pillarse berrinches a causa de supuestas faltas de respeto a la patria, que convierte en comentarios de Twitter. Ahora se ha rebotado con TV3 porque en el disco de La Marató de este año se ha colado una canción en español entre las veintitantas que lo componen. Tras dar la señal de alarma, porque a este hombre no se le escapa una, se han multiplicado los comentarios indignados en Twitter a cargo de patriotas ofendidos por el atropello para la lengua que significa introducir un tema en castellano en la propuesta bonista anual de TV3. Otra indignada de relumbrón, que se hace llamar Cris Gallifantes y que también está a la que salta, se ha ofendido especialmente porque la canción en español Vivir mi vida, del exmarido de Jenny from the Block Marc Anthony— la cantan los entrañables muchachos y muchachas surgidos del programa Eufòria, esa versión catalana de Operación Triunfo especialmente dedicada a intérpretes de karaoke que no aportan absolutamente nada nuevo al mundo de la música pop. Cris se siente traicionada por el hecho de que el grupo Morat o Antonio Banderas canten en catalán sin ser de aquí mientras la troupe de Eufòria, que habla catalán perfectamente, se marque un tema en castellano (indignados más radicales aún la toman con Banderas como supuesto enemigo de la Cataluña catalana y aseguran que no piensan comprarse el disco de La Marató, dado que TV3 ha incurrido, al parecer, en un delito de alta traición). ¿Dinero para combatir las enfermedades cardiovasculares? De acuerdo, a condición de que en el disco de marras todo esté cantado en catalán.

Lo peor de esta historia es que en ella no funciona nada. La Marató es el típico telethon como los que presentaba Jerry Lewis en la televisión norteamericana durante los años 50 con el que se gana dinero para una buena causa, ciertamente, pero a costa de cierta hipocresía patriótica destinada a demostrar que los catalanes nos quitamos el pan de la boca para dárselo a quien no tiene. Yo creo que si nuestras autoridades sanitarias hicieran mejor su trabajo (la próxima huelga de médicos parece indicar que no es así), no harían falta maratones bonistas que hicieran sentir a los catalanes mejores de lo que realmente son. Bienvenida sea la pasta, pero esta debería venir de los gastos en salud y no de la generosidad del ciudadano de a pie, que ya paga sus impuestos para que sus gobernantes se ocupen de los cardíacos o del colectivo que toque cada año.

Tomarla con los de Eufòria resulta tan ridículo como todo el bombo y platillo con que TV3 ha promocionado el programa en cuestión, tan inútil para la evolución de la música pop como Operación Triunfo, pues lo que sale de tales programas es una pandilla de intérpretes de escaso interés: ni un Sisa ni un Pau Riba saldrán jamás de Eufòria porque lo que se pretende es lanzar a gente que, cantando más o menos bien, sirva para un barrido y para un fregado (fiestas mayores, musicales, jolgorios varios), careciendo, a ser posible, del más mínimo atisbo de originalidad. Yo creo que hasta el Salto a la fama de la TVE de los años sesenta hacía más por el pop local que Operación Triunfo o Eufòria.

Igual me he levantado con el pie izquierdo, pero todo en esta historia me parece mal, muy mal. Abomino del falso humanismo de TV3, de su espantoso programa Eufòria y de los absurdos berrinches del señor Alay y su claque de las redes sociales. Pero donde yo veo hipocresía institucional, promoción de cantantes para fiestas mayores y rebotes patrióticos a destiempo, hay quien ve una lógica indignación patriótica y la necesidad de enviar al pudridero a los enfermos coronarios y a una televisión traidora que considera que el catalán no es la única lengua en la que se puede intentar echar una mano a un colectivo del que la Administración no se ocupa lo suficiente.

Lo que queda del prusés cada día es más cansino, absurdo y obtuso. Y puede que lo más representativo de la situación sean los berrinches constantes del señor Alay, a quien le va como anillo al dedo aquel dicho catalán según el cual, quien no tiene nada que hacer, se dedica a peinar al gato.