Tras hacer el ridículo a conciencia con su peculiar defensa numantina del escaño de Pau Juvillà, Laura Borràs ha llegado a dos conclusiones fundamentales: no piensa dimitir y la culpa no es suya, sino de ERC y la CUP, que la dejaron sola ante el peligro de la inhabilitación. Sostiene la buena señora que hizo una oferta a ambas formaciones para asumir una firme posición conjunta ante el Estado opresor y que se la rechazaron, aunque Marta Vilalta, de ERC, asegura que es la primera vez que oye hablar de semejante propuesta y la CUP calla como una muerta. Apoyada por Alonso Cuevillas, otro bocachancla especializado en ponerse farruco y echarse atrás en el último momento, Borràs insiste en su soledad política (¡la querían arrojar a la papelera de la historia o de la inhabilitación!, clama Cuevillas) y en presentarse como una víctima de la acción combinada de la justicia española y sus compañeros en el viaje hacia la independencia. A la oposición, claro está, no le hace ni caso, aunque desde el PSC, el PP, Ciutadans y los comunes se le pida un poquito de por favor y unas cuantas explicaciones. De hecho, y a su manera, ya ha empezado a darlas. ¿En sede parlamentaria? No, hombre, no hay que sobreactuar. De momento ha ido a can Basté y anuncia una reunión a puerta cerrada con los portavoces de los diferentes grupos parlamentarios y sin presencia de la prensa, pues seguro que se le colaría Rius a soltarle algunas groserías.

Laura Borràs va siempre muy sobrada y suele hacerse la ofendida cuando se le pilla en algún renuncio, ya se trate de sus trapis de cuando estaba al frente de la ILC, del pitorreo de las licencias de edad (intentó rebajar el chollo de cinco a tres años, pero no coló) o del espectáculo grotesco en torno a un cupaire cuyo escaño prometía defender hasta la muerte cuando ya hacía días que se había deshecho de él por persona interpuesta, la secretaria del Parlamento que ella misma había nombrado a dedo y que es poco creíble que hubiese tomado la decisión de eliminar a Juvillà sin consultárselo a la jefa.

En vez de reconocer que ella sola se metió en un fregado que la superaba, Borràs la emprende con sus compadres independentistas y los acusa de dejarla sola cuando más los necesitaba. Todo eso después de haber puesto verde a Roger Torrent por pusilánime cuando le tocaba defender con uñas y dientes a Quim Torra y tratar de marcar la diferencia a base de maniobras ridículas como la interrupción de actividades parlamentarias (¿qué actividades parlamentarias?, me pregunto) o la amenaza de desobedecer la orden del Tribunal Constitucional sobre Juvillà. A la hora de la verdad, nada de nada, no la fueran a inhabilitar antes de tiempo.

La política lazi está llena de perros ladradores y poco mordedores que cuanto más porfían y gesticulan, menos pasan a la acción. La geganta del pi acaba de demostrar que se lleva la palma en lo de amagar y no dar. Esa no suelta un cargo ni que la maten: ¡si hasta conserva la plaza de profesora universitaria por si pintan bastos en la política, una plaza, a fin de cuentas, de funcionaria española! Es evidente que se habría ahorrado problemas obedeciendo al TC de inmediato, así como un ridículo espantoso que se resiste a reconocer como tal buscando culpables de su propia soberbia y estupidez, de las que tanto hace gala en el Parlamentillo quitándole la palabra a cualquiera que diga algo que no le apetezca oír.

Si yo fuera la secretaria del Parlamento, me iría preparando para la ejecución. Alguien va a tener que pagar por esto y si de algo podemos estar seguros es de que no va a ser la principal responsable. Aún no ha recurrido a la excusa de que la toman con ella por ser mujer, pero no es una opción descartable. De momento, está en la fase de arrojar mierda al ventilador y poner perdidos a un partido que odia y a otro al que desprecia. Y dimitir todos sabemos que es un nombre ruso.