Hace unos días, viendo que las negociaciones entre JxCat y ERC no avanzaban, Lluís Llach anunció su intención de echarse una siesta mientras los aspirantes a socios de gobierno se aclaraban, pero el descanso (para Llach y para quienes lo sufrimos) duró poco y ayer mismo se descolgó con que estaba indignado ante los esfuerzos de algunos por situar al Consell per la República (del que forma parte, por cierto) en el papel de escollo principal para las negociaciones. ¿En qué quedamos, Lluís? ¿Te vas a sobar o prefieres tomarnos a todos por idiotas? Yo diría que ha elegido la segunda opción, pues a casi nadie se le escapa que el Consejo de marras es el arma escogida por Carles Puigdemont para torpedear cualquier posible acuerdo que permita que llegue a la presidencia de la 'Chene' el niño barbudo de ERC.
Puchi no se atreve a decirlo, pero se pirra por unas nuevas elecciones: podría haber ganado las primeras de no ser por los cerca de 80.000 votos que le sopló el PDECat y calcula que en la repetición de la jugada, a la que no podrían presentarse los post convergentes, esos votos serían para él: su victoria sería igual de pírrica que la de Aragonès, pero le permitiría mirar por encima del hombro a ERC y, en el mejor de los casos, ser él quien les ofreciera a los republicanos la posibilidad de entrar en SU gobierno; lo que no quiere el presidente más legítimo en toda la historia de Cataluña es hacer de segundón, de trasto viejo que se arrojaría alegremente a la basura de no ser porque a Cotarelo, que ve traidores por todas partes, igual le da un ictus o se suicida, de pelmazo ausente y cobardica que, no contento con haber esquivado el talego, pretende controlar la situación política de Cataluña a través de un invento tan peregrino como ese consejo que vende carnés de bambú a 12 euros que no sirven absolutamente para nada.
Tengo la impresión de que esas negociaciones de Junts x Cash con ERC han sido una farsa para tener entretenida a la población y ocultarle la evidencia de que los de Puchi nunca han querido llegar a ningún acuerdo con Aragonès. Se han beneficiado, además, de la actitud servil y el síndrome de Estocolmo del niño barbudo, que se ha comportado como esos perros que no paran de recibir patadas de su amo, pero siempre vuelven a por más, a ver si un día cae, para variar, una caricia. También Sergi Sabrià ha resultado de gran utilidad para el orate de Waterloo con sus afirmaciones de que antes repetir elecciones que llegar a algún tipo de acuerdo con el PSC, vetado para ese tipo de cosas (ya sabíamos que ERC solo tiene de izquierda la primera de sus iniciales, pero se agradece que el señor Sabrià nos lo confirme).
Ahora, el niño barbudo se ha puesto farruco, aparenta reconocer que con esa gente de Junts x Cash no se puede ir ni a la esquina y empieza a darse cuenta de que le han tomado miserablemente el pelo durante más de dos meses (¡ya era hora, chaval!). Como Marta Ferrusola en tiempos del primer tripartito, Puigdemont considera que una Generalitat que él no controle es como si le hubieran entrado okupas en casa. Aragonès, por su parte, parece pensar que para hacer de titella, Quim Torra era insuperable y nadie podrá alcanzar nunca sus niveles de servilismo. ¿Se mantendrá en sus trece el niño barbudo o acabará arrugándose ante la supuesta autoridad moral que emana de Waterloo? ¿Montará gobiernillo con la CUP y los comunes --más la posible aquiescencia del PSC-- o seguirá suplicando clemencia al megalómano de la Casa de la República Que No Existe, Idiota? ¿No le va tocando ya saber qué quiere ser de mayor?