La iniciativa de Ciudadanos para que dos escritores de Barcelona (y sobre Barcelona) que escribían en castellano y que fallecieron el año pasado --Juan Marsé y Carlos Ruíz Zafón-- gozasen de algún tipo de reconocimiento público por el parlamento catalán estaba condenada al fracaso. Los lazis son de los que muerden y no sueltan, aunque la presa haga tiempo que la ha palmado. Si de ellos depende, Marsé y Zafón pagarán eternamente por haber escrito en el idioma equivocado y que no cuenten con el parlamentillo, con la ILC, con la red de bibliotecas ni con nada que forme parte del exclusivo club indepe para honrar su memoria. La maniobra podía haber servido para retratar mejor a los políticos de JxCat y ERC que se han opuesto a la iniciativa y la han tumbado, pero era redundante: ya sabemos de qué pie calzan y no se le pueden pedir peras al olmo, por mucho que se tergiverse a los difuntos incluyéndolos en una lista de las supuestas glorias de la literatura catalana (escrita en castellano).
En ese sentido, coincido con los lazis en el concepto de que la literatura catalana es la que está escrita en catalán. Y dado lo reticentes que son a la hora de concederte la nacionalidad, no merece la pena ni solicitarla, entre otros motivos porque, al escribir en español, formas parte de un club mucho más grande e influyente que el de los que escriben en catalán. Si juegas en primera división, ¿para qué te vas a empeñar en que te equiparen con los que lo hacen en tercera regional, algo que solo se le ocurre a alguien como Matthew Tree? La tacañería indepe a otorgar la nacionalidad catalana debería verse contrarrestada por la no solicitud de ser incluido en las letras catalanas cuando formas parte de las letras hispánicas, mucho más ricas, amplias y variadas a la fuerza, porque usan un idioma hablado por muchos más millones de personas. El favor debería hacerse a la inversa, considerando la literatura en catalán parte de la literatura española, pero me temo que sería interpretado como una ofensa por esos señores de ERC y JxCat que se han negado a mover un dedo oficial por los difuntos Marsé y Zafón, a los que, por otra parte, estén donde estén, se la sopla lo que piensen de sus libros unos funcionarios patrióticos cuya principal preocupación, en estos momentos, debe ser la conservación de sus respectivos sillones tras las elecciones de febrero.
Como escribieron en la lengua común --o impuesta, según el lazismo--, Marsé y Zafón nunca serán considerados catalanes de verdad por nuestros talibanes de estar por casa, pues ya he dicho que aquí la nacionalidad se concede con una tacañería y una parsimonia francamente andorranas. Para los ceporros de ERC y Junts x Puchi, el genuino escritor catalán no debe tan solo escribir en catalán, sino que también está obligado a ser independentista, hincha del Barça, consumidor de ratafía sin tasa y, a ser posible, coleccionista de caganers. Aunque escribas en catalán, si no cumples todos los requisitos exigidos, te ignorarán porque, según ellos, no acabas de ser de aquí. Para que esa gente te considere “de aquí” no basta con haber nacido en Cataluña y escribir en catalán. Ayuda, sí, pero no es suficiente (que se lo pregunten a Ferran Toutain o a Ponç Puigdevall, sin ir más lejos). Así pues, ante tanta mezquindad y tanta racanería conceptual, lo mejor es renunciar a esa nacionalidad tan difícil de conseguir y, de paso, insinuarles a los repartidores de carnés de identidad que se la metan por donde les quepa. Lo contrario solo conduce a que los lazis de turno se pasen metafóricamente al castellano para cantarte las célebres estrofas de Peret: “Usted no puede pasar, la fiesta no es para feos”.
Es mejor quedarse en casa en vez de intentar colarse en una fiesta a la que no te han invitado y que, para colmo, es aburridísima y está trufada de tipos desagradables y mujeres tan antipáticas como escasamente atractivas. Por no hablar de que tu casa es mucho más grande y confortable que el chamizo en el que no eres bienvenido.