La Creu de Sant Jordi es un premio del régimen para sus leales. Siempre lo fue, pero durante unos años se respetaron un poco las formas y hubo galardonados con motivos de sobras para serlo. Desde que la desfachatez y el caciquismo se instalaron permanentemente en la Generalitat, ya no hay formas que valgan: si usted ha descubierto la cura definitiva contra el cáncer, pero no ha manifestado públicamente su adhesión inquebrantable a los Principios Fundamentales del Movimiento, olvídese de la crucecita de marras. En mi selecta lista de amistades solo hay dos personas a las que les cayó en otros tiempos la Creu de Sant Jordi: Rosa María Sardà e Isabel Coixet. Rosa María, hasta el moño del prusés, se presentó en la Gene a devolverla, pues la consideraba más un desdoro que un premio; Isabel la conserva, pero, como me confesó un día, no sabe dónde la ha metido.
Las cruces de este año son puro Quim Torra. Premiar a un conspicuo evasor de impuestos como Leo Messi no me parece que sea lanzar el mensaje más adecuado a la sociedad (ya puestos, ¿por qué no una crucecita para Félix Millet?). Y lo de Nuria de Gispert resulta directamente ofensivo, ya que la abuelita supremacista se ha especializado en unos tuits muy desagradables contra cualquiera que no sea de la parroquia, cebándose especialmente con Inés Arrimadas, a la que pretendía desterrar a Cádiz. Mucha gente se pregunta por qué habla tan mal el catalán la señora Gispert, pero la explicación es muy sencilla: en su familia siempre se había hablado castellano y no todo el mundo tiene don de lenguas, lo cual es una cruz (y no de Sant Jordi precisamente) para los conversos como ella. Sobreactuar es una tendencia natural en los conversos, de ahí que esta señora siempre ejerza de martillo de herejes. Una administración normal no le concedería galardón alguno a semejante cizañera, pero la Gene de Chis Torra es cualquier cosa menos una administración normal.
Hasta cuando se conceden premios a artistas y deportistas, prima la afección sin fisuras al régimen sobre los méritos del galardonado. Nuria Picas será una atleta excelente, pero la cruz le ha caído porque es de las que les preguntas la hora y te contesta que Cataluña es una nación oprimida. Lluís Juste de Nin elabora unos comics patrióticos que no hay por donde cogerlos, pero es un notable feligrés de la parroquia y hay que agradecérselo de algún modo. La Trinca fueron un grupo musical espantoso (y con la gracia en el culo), pero Josep Maria Mainat no para de hacerse el indepe tras envenenar a la población española con sus ponzoñosos programas de televisión, que tanto han contribuido a la cretinización del ciudadano medio: entre eso y comparar a Jordi Sánchez con un ejecutado por el ISIS, ¡premio para el caballero!
La cosa ha llegado a tal punto de infamia que cualquier persona decente y con talento que reciba el premio -probablemente por error- acabará preguntándose: Dios mío, ¿en qué me habré equivocado?