Definitivamente, Esquerra Republicana ha reemplazado a (lo que queda de) Convergencia como último banderín de enganche para seudoizquierdistas cebolludos que ya no se sienten a gusto en el partido en que militan. Los tiempos en que Convergencia acogía a todo el mundo, incluyendo a franquistas, han pasado a la historia. Ahora, los que suscriben aquella frase del himno de la legión que reza “nada importa su vida anterior” son los de ERC, que parecen dispuestos a acoger en su seno a todos los patriotas descarriados (menos a Albano Dante Fachín, pese a sus esfuerzos al respecto, en quien tal vez detectan más hambre que amor a la patria catalana). Ahí tenemos a los dos últimos fichajes de tránsfugas, Elisenda Alamany y Joan Josep Nuet: tras años haciendo como que eran de izquierdas, ahora buscan cobijo en un partido de derechas, cerril, carlista, rural y de misa dominical. Cuando Convergencia se encargaba de la misión de sacar de dentro del comunista más cercano al cebolludo que éste transportaba en su interior, se patentó la expresión “jubilarse en Convergencia”, que se aplicó a la inefable Magda Oranich y que también vale para Rafael Ribó.
El primer fichaje de campanillas de ERC fue el del Tete Maragall, probo funcionario municipal que, tras una epifanía soberanista, se hizo indepe de la noche a la mañana (un poco tarde para medrar, pero no le está yendo nada mal poniendo verdes a sus antiguos camaradas del PSC). Los de Alamany y Nuet van en esa línea. Aunque la una andaba con Catalunya en Comú y Podemos y el otro era un saldo del estalinismo local, a ambos les ha acabado dominando el amor a la catalana tierra y el asco a España. Recordemos que Nuet era aquel señor que decía que no era independentista, pero siempre tomaba partido por los independentistas, llegando al extremo de llevarse unos berrinches terribles cada vez que no lo detenían o no lo incluían en algún grupo de juramentados por la independencia. Alamany, por su parte, es la que decía hace años que los españoles llevaban siglos dándonos por delante y por detrás a los catalanes --se olvidó de la boca, orificio natural de indudable interés erótico--, versión femenina de la lluvia dorada que obsesiona al hombre procesista, de Carod Rovira a Quim Monzó, pasando por Jair Domínguez, a los que, si hemos de hacer caso a sus tuits, los españoles siempre se les están meando en la boca.
Como los profesionales de la política que son, Nuet y Alamany han visto en el acercamiento a ERC una manera de prosperar en su oficio. En Can Colau, si no le caes bien a la alcaldesa (y a su maridito), no medras ni a la de tres. Nuet era demasiado rancio --a diferencia de Rusia, no ha llegado a España la reivindicación del padrecito Stalin y Maduro y Ortega no cuentan con mucho apoyo-- para Ada; y Alamany se apartaba en exceso de la ambigüedad del colauismo sobre la cuestión nacional como para tener un futuro: solo le quedaba probar suerte en la CUP --donde su notable belleza física le hubiese impedido pasar el corte estético imperante en la banda-- y en ERC.
Con un poco de suerte, estos dos se jubilan en ERC. Les rogaría, eso sí, que le echaran una mano al pobre Albano, que lleva como oveja sin cencerro desde que lo ejecutó Pablo Iglesias y que también tiene derecho a un sueldo digno y tres comidas diarias.