Leo en un diario que el Parlamento catalán se dispone a interrumpir su actividad mientras dura el Juicio del Siglo --menos lobos, que el siglo acaba de empezar-- y me pregunto a qué actividad se refieren, pues tengo, como una gran parte de mis conciudadanos, la sensación de que ahí no se pega un palo al agua desde que se supone que manda Quim Torra, fanático obsesivo y carne de impeachment, no por los motivos habituales --que también-- sino por su vagancia descomunal y su tendencia a viajar a costa del contribuyente. La excusa oficial es que empieza un juicio injusto y antidemocrático contra los héroes de la república, por lo que resultaría frívolo dedicarse a debatir asuntos que no tengan nada que ver con lo que pase en Madrid. ¿La causa real? Pues que para esta gente cada día es Nochevieja y afrontar los problemas cotidianos de una comunidad les resulta aburrido y carente de grandeza. A partir de ahora, todos los procesistas deberán concentrarse en el juicio, y si alguien se empeña en hacer política, que sean esos nada empáticos unionistas que no son capaces ni de abrazar a Jenn Díaz después de su lacrimógeno discursito antimachista, ¡y no me extrañaría que alguno se hubiese quedado con las ganas de darle una palmadita en el trasero mientras trepaba por el hemiciclo!

Nuestros indepes se distinguen por creer que todo lo que les afecta a ellos atañe a todo el mundo. De ahí lo del Juicio del Siglo. O lo de que se juzga a toda Cataluña, cuando solo es a los líderes de una parte del paisito. O lo de que esto va de democracia, cuando va de saltarse las reglas del juego y tratar de jorobar a más de la mitad de la población. Aunque no lo digan, consideran que sus políticos presos merecen un trato mejor que el del convicto común. Por eso se pasan todo el día quejándose: que si deberían estar en libertad, que si el traslado a Madrid fue muy incómodo, que si en las celdas hace frío, que si no hay traducción simultánea para quien no la necesita, pero insiste en hablar en catalán para que se vea que lo suyo es un conflicto internacional, que si se basurea a los observadores... Fiel a su misión, TV3 llena los tele noticies con el juicio de marras, incurriendo en la pornografía sentimental para que veamos lo mal que lo pasan las esposas de los encausados para llegar a Madrid (aunque van en AVE, dejando los transportes borregueros para las novias y parientas de los presos comunes, que son unos cutres y carecen de excusa moral).

Hagámonos a la idea de que, durante los próximos tres meses, la nostra pasará de ser Tele Prusés a Tele Juicio: políticos, familiares, periodistas, ideólogos, verduleras soberanistas y cantantes calvos con gorrito de macramé se van a pasar la vida en Sant Joan Despí. Porque estamos ante el Juicio del Siglo: aunque al siglo aún le queden más de 80 años de vida, difícilmente se producirá algo tan importante como el espectáculo que hoy comienza y que Torra piensa inaugurar con su presencia si le aseguran la protección de esas fuerzas represivas a las que tanto detesta. Madrid no es Washington, pero siempre le dará un poco el aire y, sobre todo, no tendrá que estar en Barcelona haciendo como que preside la nacioncilla: con todo lo que está haciendo por la patria, ¡solo faltaría que me lo pusieran a trabajar!