Veo por la tele a la fugada Anna Gabriel y, además de observar que habla un francés espléndido, la noto cambiada: el corte de pelo abertzale y las camisetas superpuestas (la de manga corta sobre la de manga larga, por supuesto) han sido sustituidas por una melena suelta y como lavada con Mimosín y una camisa que, por lo que permite apreciar el encuadre, parece hasta bonita.
¿A qué viene esta mutación?, me pregunto. Y, sobre todo, ¿por qué parece estar de tan buen humor mientras responde a quien la entrevista? Sonríe al comentar la posibilidad de instalarse en Suiza y buscar trabajo en la docencia, como si eso le apeteciera mucho más que volver a casa para seguir luchando por la independencia de la patria. No hay el menor comentario dramático en sus declaraciones, solo un fatalismo amable, propio de quien acepta las circunstancias de la vida tal como le van viniendo. Y me pregunto: ¿la auténtica Anna Gabriel es la fanática del flequillo o esa chica tan agradable que piensa en su futuro suizo? Espinete ha mutado en Françoise Hardy. ¿Cuál de los dos interpretaba un papel?
Mientras Puchi parece cargar a la espalda con la Cataluña catalana, Anna da la impresión de haberse quitado un peso de encima
No puedo evitar lanzarme a fabular. ¿Y si Anna Gabriel se ha cansado de su vida política? ¿Y si se ha dado cuenta de que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía? ¿Y si está asqueada con todos los políticos catalanes que declararon una república de ocho segundos y ahora mienten a los jueces, diciendo que todo era una broma, un acto simbólico, para no ir al trullo? ¿Y si la república solo se la creyeron ella y cuatro optimistas más? ¿Y si la fuga a Suiza, disfrazada de maniobra para la internacionalización del conflicto y de denuncia de la escasa fiabilidad de la justicia española, es para Anna Gabriel una oportunidad de volver a empezar y de ser quien le apetece ser? ¿Y si tiene ganas de ducharse a diario y de ponerse guapa sin que le afeen la conducta sus compañeras de la CUP?
Vista la actitud del juez Llarena con Mireia Boya, no es seguro que a ella la hubiese enviado al talego, así que como excusa para darse a la fuga es más bien endeble. ¿Y si Anna Gabriel estaba harta de actuar como la persona que todos creían que era y ha visto en el exilio la oportunidad de ser quien le de la gana? En la mujer que vi por la tele no se apreciaba el menor victimismo y lo de que echaría mucho de menos a su país sonaba a coletilla inevitable. Yo nunca la había visto tan contenta y sonriente. Nada que ver con Puigdemont, que siempre se muestra contrariado, quejoso, solemne y pomposo. Mientras Puchi parece cargar a la espalda con la Cataluña catalana, Anna da la impresión de haberse quitado un peso de encima.