Ada Colau es como el gato de Schrodinger, que podía estar en dos sitios a la vez o consagrarse al mismo tiempo a diferentes actividades. Ada está a favor de algo, pero también está en contra. Ada no es independentista, pero sí que lo es. Ada toma una decisión, pero promete hacer todo lo posible para saltársela. Ada es la primera alcaldesa cuántica de la historia.
Nada que ver con su segundo de a bordo, Gerardo Pisarello, que solo es un trepa tradicional, de los que se chupa el dedo, lo levanta, comprueba en qué dirección sopla el viento y asume la postura ideológica que más le conviene: todavía lo recordamos batallando con Alberto Fernández Díaz por la bandera española que éste pretendía colgar del balcón del ayuntamiento después de que alguien de ERC colgara la estelada, cosa que al trepilla peronista le había parecido estupendo (y mientras tanto, en Argentina, los pobres mapuches no tienen quién los defienda).
Pero Pisarello carece de la grandeza científica de su jefa, la mujer que votó sí-sí en el pseudorreferéndum del 9-N mientras aseguraba que ella no era ni había sido nunca secesionista; y que ahora confunde, porque le conviene, un referéndum por la independencia de Cataluña con una movilización contra el PP (enhorabuena, por cierto, a Mariano Rajoy, por haber conseguido convencer a tanta gente de que el PP es España, algo que solo deberían mantener los militantes más obtusos de su partido).
Todos los políticos son ambiciosos por definición, pero a la señora Colau puede que se le note en exceso
Ahora, la alcaldesa cuántica ha decidido no colaborar con el espectáculo del 1 de octubre, pero apresurándose a añadir que ella piensa ir a votar, aunque sin desvelar de momento el sentido de su voto. El ayuntamiento no colaborará con la Generalitat, pero puede que nos informe a todos por sms acerca de dónde tenemos la urna más cercana. El caso es disfrazar la incoherencia interesada de democracia fetén y de tratar de impedir que se le escape ni un voto a su formación. Pero el problema de intentar contentar a todo el mundo es de muy difícil resolución. Entre los votantes de Ada hay independentistas, federalistas y no independentistas, y todos son necesarios para perpetuarse en la alcaldía, dar el salto a la Generalitat o presidir la Tercera República Española (si es que no aspira a llegar a papisa de Roma, aunque dejando bien claro que ella es atea).
Todos los políticos son ambiciosos por definición, pero a la señora Colau puede que se le note en exceso. Solo le falta declarar que se considera de izquierdas, pero que hay días en los que se levanta de derechas. De momento, ya sabemos que cree que las leyes se han de cumplir, pero que también nos las podemos saltar. Celebremos, pues, la llegada a la política de un elemento tan inesperado y enriquecedor intelectualmente como la física cuántica.