Jordi Montull nos prometió que esta semana sería más divertida que la anterior en lo que respecta al juicio al que se enfrenta, junto a su jefe, Fèlix Millet, por el expolio del Palau de la Música. A ver si es verdad, pues llevamos ocho años esperando que juzguen a estos dos mangantes y tenemos derecho a un buen espectáculo. Dependerá, intuyo, del acuerdo al que llegue el señor Montull con la Fiscalía, pues el hombre, para demostrar que también los estafadores tienen corazón, pretende que su querida hija no pise el trullo a cambio de unas informaciones sobre las corruptelas de Convergència. Los ladrones no regalan nada, y a Montull, claro está, no le mueve el deseo de justicia ni aspira a ningún tipo de redención: las verdades, las cobra, aunque sea en especies (humanas).
Cabe preguntarse qué grado de fiabilidad pueden tener las palabras del señor Montull, alguien capaz de acusar a Artur Mas del asesinato de Kennedy si a cambio le dan lo que pide, pero, como dice el refrán, estos bueyes tenemos, con estos bueyes aramos. Y parece que su partner in crime también anda detrás de un trato con las autoridades con más historias para no dormir de los convergentes y su famoso 3%. Por no hablar de que Millet y Montull se van a echar la culpa mutuamente, como si lo viera, de todas las fechorías cometidas en su momento, pues esta clase de gente, cuando pintan bastos, se pasa por el forro a socios, amigos y secuaces y opta por el sálvese quien pueda.
La posible rajada de Millet y Montull contra los convergentes puede ser, ciertamente, lo más divertido del juicio
Y mientras tanto, ajeno al marrón que se le viene encima, Artur Mas sigue en su papel de viajante de comercio en su versión soberanista. Como no hay manera de que le reciba ningún político mínimamente serio, ahora le ha dado por la vida universitaria, visitando recientemente Oxford y Harvard para predicar la buena nueva de la independencia. Supongo que en cada universidad del mundo hay un émulo de Sala i Martín dispuesto a organizarle los bolos al Astut, pero del de Harvard no ha salido muy airoso, pues la delegada de la Unión Europea en Estados Unidos volvió a decirle lo de siempre, que si se sale de España, se sale de Europa (concepto que a él, eso sí, le entra por una oreja y le sale por la otra, ya que solo se escucha a sí mismo).
La posible rajada de Millet y Montull contra los convergentes puede ser, ciertamente, lo más divertido del juicio; que, sin ese elemento, se reduciría a dos estafadores echándose la culpa mutuamente del golpe perpetrado a plena luz del día, sin que nadie les vigilara y con los convergentes trincando lo que podían. Quedamos, pues, a la espera de la anunciada diversión.