¿Qué hacemos con los pedruscos?
Esquerra Republicana, inmejorablemente representada por el concejal Puigcorbé, se ha quedado sola defendiendo el museo del Born como lo que ha sido siempre: una onerosa manera de mantener vivo el odio a España. Los demás partidos --incluyendo al de la alcaldesa Colau-- coinciden en que el mamotreto nacionalista en recuerdo a los hechos de 1714 debería ser algo más que un memorial de agravios, ampliando su monótona temática y tamizando su visión cicatera de la historia. Desde el punto de vista de ERC, lo normal sería dejarlo todo como está y, ya puestos, construir un anexo en el que se demuestre de manera fehaciente que la guerra civil tuvo lugar entre España y Cataluña, pero todo parece indicar, afortunadamente, que no van por ahí los tiros.
Se agradece que un amplio sector del poder municipal haya reparado en que tirar el dinero para mantener activado el odio al vecino es un despilfarro que no nos podemos permitir
Personalmente, no le veo muy buen arreglo a la situación, pues lo que mal empieza, mal acaba, pero se agradece que un amplio sector del poder municipal haya reparado en que tirar el dinero para mantener activado el odio al vecino es un despilfarro que no nos podemos permitir. Lo suyo sería volver al plan inicial, la biblioteca que nos obsequiaba el ministerio de cultura y a la que renunciamos porque, al parecer, unos pedruscos de principios del XVIII constituían un yacimiento arqueológico llamado a ser la envidia de Europa. Pero me temo que para eso llegamos tarde y que habrá que conformarse con que el Born deje de ser un centro de peregrinación de fanáticos dirigido por el cantamañanas patriótico de turno.
De momento, los pedruscos se salvan, pues la idea de cubrirlos ha sido rápidamente rechazada por la señora Colau, siempre temerosa de ser tildada de botiflera. Salvémoslos, pues, pero pongámonos las pilas para ver cómo enfocamos el área expositiva y la de actividades culturales, dedicada hasta ahora a desahogos de mal gusto como el congreso seudo-histórico 'Espanya contra Catalunya', fruto de la mente privilegiada de Jaume Sobrequés, historiador marrullero del que lo más se recuerda es una foto en la que se le ve cubriendo con su paraguas a Josep Lluis Núñez para evitar que el entonces presidente del Barça se mojara.
El Born podría ser un centro consagrado a la historia de Barcelona, de Cataluña y del mundo. Ya que nos hemos quedado sin biblioteca, dispongamos, por lo menos, de un centro cultural que no nos avergüence. Para mantener vivo el odio al vecino, el Régimen ya cuenta con TV3, Catalunya Ràdio, las emisoras de Mikimoto y algunos periódicos. Como Dios, puede apretar sin ahogar, y no necesita sacar a la gente de casa para explicarle su visión de los hechos, cobrándole además una entrada: esa visión se cuela en cada domicilio gratis desde la tele, la radio y la red, por lo que no vale la pena sobreactuar con un supuesto centro cultural.