En Irán, las protestas y la creciente indignación popular se han convertido en el peor enemigo del régimen. Los estómagos vacíos y no las amenazas de Occidente habían obligado a Teherán a llegar a un acuerdo y detener parte de su programa nuclear. Han pasado poco menos de dos años desde la firma, pero parece que los beneficios económicos no están a la altura de las expectativas del pueblo.
Los líderes gubernamentales declaran la victoria y dicen que las protestas han sido derrotadas. Pero incluso si el régimen logra suprimirlas, la profunda ira compartida por millones de iraníes continuará a fuego lento.
Irán vive una grave crisis interna y una complicada situación externa. La tensión con Occidente es clara. El desempleo crece, el coste de vida es intolerable. La economía se ha visto perjudicada por las políticas exteriores, los persistentes problemas estructurales, el sistema bancario y el acceso a la financiación internacional y la corrupción. Además, con el acuerdo nuclear constantemente bajo amenaza de revocación aumentan las dudas de los bancos y empresas internacionales en establecerse en Irán. Todos estos problemas han persistido desde que el modelo implantado por la república islámica llegó al poder en 1980.
El presidente Rouhani ganó un segundo mandato en mayo de 2017, con una campaña de reformas, y vendiendo el acuerdo nuclear como el principio de un boom económico y el final de las privaciones, Pero no parece que haya conseguido gestionar las esperanzas de los iraníes, los temores de sus vecinos y el impacto de las sanciones de occidente, ni las líneas de demarcación con los intransigentes.
Irán vive una grave crisis interna y una complicada situación externa. La tensión con Occidente es clara. El desempleo crece, el coste de vida es intolerable
El Gobierno de Rouhani había elevado las expectativas del acuerdo nuclear diciendo que mejoraría la economía, los niveles de vida y crearía empleos. Pero los iraníes se sienten cada vez más frustrados por la corrupción y las malas condiciones económicas. Las recientes protestas han revelado la insatisfacción de una gran parte con el régimen. Muchos sienten que se está gastando la ganancia del acuerdo nuclear en aventuras exteriores en lugar de invertirla en el crecimiento interno. La participación de Irán en los conflictos de Siria, Yemen, Irak y Líbano es muy costosa.
La principal fuente de tensión es la incapacidad del Gobierno de traducir los logros económicos recientes en mejoras concretas en los niveles de vida. Las protestas recientes se desencadenaron, en parte, por el aumento en los precios de muchos productos básicos de entre el 30% y el 50%. La inflación se mantuvo en un promedio del 10,5% en 2017. El 35% de los iraníes está por debajo de la línea de pobreza. La tasa de desempleo del 13%, son más de tres millones de parados. Sin embargo, se estima que la tasa extraoficial es casi el doble de esta cifra. El desempleo juvenil de un 30% es demasiado alto en un país de 82 millones de personas donde el 60% son menores de 30 años. Y esto contrasta con el aumento del gasto en aventuras militares y políticas en algunos países de la región.
Por todo ello, la percepción de desigualdad y corrupción, y la frustración se han manifestado en la actual agitación. Y conociéndose que el crecimiento económico liderado por los hidrocarburos no se sostendrá, ya que Irán se está acercando al tope de producción acordado por la OPEP. Se espera un crecimiento más modesto del 3,5% en 2017 y el 3,7% en 2018.
Irán es una de las naciones más ricas del mundo en lo que respecta a los recursos naturales. Tiene la segunda y la cuarta mayor reserva de petróleo y gas del mundo, respectivamente. También disfruta de altos niveles de exportaciones en productos químicos, plásticos, frutas, productos cerámicos y metales.
La percepción de desigualdad y corrupción, y la frustración se han manifestado en la actual agitación
Muchos años de desigualdad social y económica han empujado a decenas de miles de personas a unirse en contra las políticas del régimen que gobierna Irán durante más de tres décadas y ha sido incapaz de implementar reformas significativas. Razón por la cual estallan disturbios sociales y políticos cada década, en 1999, en 2009 y ahora en 2018.
El presidente Rouhani debería ser cauteloso. Se ha comprometido demasiado a pesar de que sus manos están parcialmente atadas en los grandes temas. La última palabra la tiene Ayatolá Ali Jamenei y la Guardia Revolucionaria. Sin embargo, las actuales protestas corren el riesgo de socavar tanto al Gobierno como al resto, y la insistencia a que los iraníes tengan paciencia para que sus agravios sean atendidos ya no vende en la bazar nacional. Las protestas pueden animar la línea dura para asumir todo el poder y adoptar una postura aún más belicosa. Si además la administración Trump se retira del acuerdo nuclear, el logro principal de Rouhani se verá disminuido y sus políticas serán aún más cuestionadas.
El discurso del poder ya no está en línea con gran parte del pueblo. Una gran brecha crece cada día, Irán necesita una política pragmática para restablecer las relaciones con sus vecinos y gestionar sus enormes recursos naturales para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.