La normativa que regula TV3 y Catalunya Ràdio a través de su Libro de Estilo es estricta. Nuestra radiotelevisión pública tiene que cumplir escrupulosamente criterios de imparcialidad, tiene que ser reflejo de la sociedad en toda su pluralidad y no puede tomar partido en debates políticos o sociales. Sus profesionales deben abstenerse de cualquier manifestación pública que comprometa su imparcialidad, ya sea en redes sociales, blogs, tertulias o artículos de opinión.
¿Se cumple esta normativa? En las últimas semanas hemos visto numerosos ejemplos de que no es así. La presentadora de El Matí de Catalunya Ràdio, Mònica Terribas, era noticia el 24 de septiembre por alentar a los sectores independentistas “a llevar la desobediencia civil hasta las últimas consecuencias”. Unos días antes había afirmado en antena que España sólo destacaba en deportes, y era gracias a los catalanes. Los ejemplos se acumulan en los últimos años. Sin embargo, diga lo que diga Mònica Terribas, la CCMA no hace nunca un comunicado para desmarcarse de sus declaraciones y evitar asumir que representan la posición de la cadena, como advierte el Libro de Estilo.
Tampoco ha dicho nada durante todo el verano respecto a los reportajes que muestran las numerosas manifestaciones en redes sociales de profesionales de TV3 y Catalunya Ràdio, que no sólo no se abstienen de asumir posiciones políticas, sino que lo hacen de forma entusiasta. Periodistas como Marc Garriga y Susana Ortega, miembros del Consell Professional de Catalunya Ràdio, no se cortan a la hora de calificar de "botifler" a Enric Millo ni de posicionarse a favor de las entidades partidarias de la independencia con tuits como éste: “Harto de que digan que Òmnium y la ANC lideran el procés sin que les haya elegido nadie. ¡Los escogemos cada vez que salimos a la calle!”. El presentador del programa Més324, Xavier Graset, posa sonriente con un cartel de una campaña independentista proclamando que “es la hora de ser libres”. El periodista que cubre las actividades del president Torra, Jordi Eroles, exhibe orgulloso una foto vestido con una indumentaria estelada explicando que acabó la jornada de la Diada “de forma reivindicativa”. También se muestra “dolido” porque el PSC y JxCat pactan en el Garraf. ¿Pueden estas personas transmitir una imagen de imparcialidad a la hora de hacer su trabajo? Según el Libro de Estilo, no.
El último CEO refleja que sólo un 11% de las personas que votan por formaciones no independentistas ven TV3. En mayo era del 15%. No siempre ha sido así. El 2005, el 61,4% de los votantes del PSC, el 34,7% de los del PP y el 74,4% de los de ICV, tenían a TV3 como su cadena de referencia.
Es difícil imaginar que estas personas volverán a ver su televisión pública si el día de la fiesta nacional de Cataluña, la Diada, toda la programación está centrada en dar voz a la ciudadanía partidaria de la independencia como si fuera Cataluña entera la que está volcada en una jornada reivindicativa. No lo harán tampoco si TV3 y el 3/24 transmiten las manifestaciones independentistas en directo, sin moderación de un presentador, como si fueran canales privados financiados por la ANC y Òmnium. Si dedica sólo unos segundos a dar voz a los representantes políticos de más de la mitad de la ciudadanía mientras destina horas a emitir reportajes sobre los manifestantes independentistas: ¿Cómo se han trasladado?¿Qué desayunaron? ¿Tuvieron un sueño especial la noche anterior? Resulta chocante la incapacidad de profundizar en cuestiones que serían elementales en una cobertura de este tipo como las causas que movilizan a todas estas personas después de años de promesas incumplidas. ¿No están decepcionados? ¿Piensan que realmente se producirá la independencia o sencillamente quieren mostrar su cabreo? No lo sabemos, porque se hace un despliegue técnico gigantesco para tener todos los puntos de vista visuales posibles pero no se explican cuestiones tan elementales como esta.
No sabemos tampoco cuál es el camino para recuperar una radiotelevisión que cumpla su rol de servicio público. El CAC, el organismo que debería sancionarla, está completamente neutralizado y permanece invisible. La comisión de control del Parlament no es más que un pim pam pum mensual que no comporta consecuencia alguna. Son los propios responsables de la CCMA, pero también los profesionales de TV3 y Catalunya Ràdio, los que tienen que darse cuenta que están liquidando una de las principales herramientas de una democracia sana: disponer de unos medios públicos independientes y de calidad que sean valorados y queridos por igual por toda la ciudadanía, vote a quien vote.