El impacto del flagelo del coronavirus no solo está provocando una crisis sanitaria de proporciones extraordinarias y alcance desconocido, sino que al mismo tiempo sumerge a nuestro mundo en un escenario de profunda incertidumbre.

Los sistemas ferroviarios europeos están bajo el terrible impacto de las secuelas de la crisis sanitaria. Significativos porcentajes de caída de la movilidad ferroviaria, que en algunos países como en España han llegado a una reducción del 90% de viajeros transportados en larga distancia y de caídas muy relevantes en las cercanías y en los metropolitanos de los principales núcleos urbanos europeos.

Sin duda el crecimiento del paro, la activación del teletrabajo, las medidas de distanciamiento social, el pánico al contagio en el subconsciente colectivo, están provocando y provocarán durante algún tiempo una importante reducción de la movilidad y de los desplazamientos. Las empresas ferroviarias están viendo como caen sus ingresos y sin embargo mantienen sus costes para poder suministrar servicios fiables que eviten las aglomeraciones, sus cuentas de resultados se resentirán durante algún tiempo.

En esta coyuntura el ferrocarril debe poner las luces largas e imaginar el mañana. La actual situación es una gran oportunidad para proceder a una reflexión sobre el futuro del sistema ferroviario y de sus infraestructuras. En el caso español, nuestras infraestructuras deberán ser multifuncionales para que puedan circular por la misma vía trenes de alta velocidad y mercancías. La interoperabilidad será sin duda elemento a considerar, se deberá seguir apostando por la búsqueda de soluciones a las diferencias en la electrificación y en las tecnologías de señalización y comunicación entre las redes ferroviarias españolas y europeas. Será pues necesaria una red más versátil, resiliente y adaptada a las nuevas circunstancias. El transporte y la logística ferroviaria deberán garantizar los abastecimientos de primera necesidad en situaciones de crisis a través de la búsqueda de espacios de suministro más cercanos, flexibles y versátiles.

Frente a la previsible caída del transporte aéreo, solo el ferrocarril está en condiciones de atender esta demanda no satisfecha del transporte de pasajeros. En la Europa post-Covid será necesaria adaptar la liberalización del sector al nuevo escenario, desarrollando un marco regulador que permita el acceso no discriminatorio a la utilización de las infraestructuras, garantizando su buen funcionamiento y el uso social de las mismas.

El ferrocarril es el sistema de transporte más sostenible, representa solo el 0,6% del 25% de emisiones de CO2 que provienen del transporte. El tren es el modo de transporte que registra las menores emisiones de dióxido de carbono por unidad transportada, una cifra entre tres y cinco veces menor que los desplazamientos por carretera, y entre siete y diez veces al avión. Es el sistema de transporte que garantiza el menor consumo de energía y un uso más eficiente del consumo eléctrico mediante la utilización de energías renovables. Reduce considerablemente la contaminación atmosférica y acústica y al mismo tiempo, supone la menor ocupación y mejor optimización del espacio público. El ferrocarril es vector indispensable para garantizar la transición energética como principal instrumento para la sostenibilidad medio ambiental.

El ferrocarril está en la solución de los graves problemas de la movilidad que afectan a las grandes aglomeraciones urbanas y sin duda facilitará la transición hacia un modelo de movilidad sostenible que priorice la salud de los ciudadanos. Su gran capacidad de innovación, posibilita la utilización de tecnologías de última generación que hacen posible la movilidad sostenible e inteligente. Nuestras ciudades necesitan una movilidad que permita que los vehículos y las infraestructuras estén conectados de forma inteligente, y una movilidad sostenible basada en vehículos accionados por tecnologías limpias e infraestructuras energéticamente eficientes.

El futuro post-Covid en nuestras ciudades pasa sin duda por la potenciación del transporte público, especialmente el ferroviario. Las actuales circunstancias generarán un incremento de la movilidad individual, que deberá satisfacerse buscando alternativas diferentes al vehículo privado como serán los desplazamientos a pie (el más sostenible de los “modos de transporte”), las bicicletas y motocicletas eléctricas. Con relación al vehículo privado se trata de aprovechar la oportunidad para potenciar una industria de la automoción con vehículos no contaminantes (hidrógeno, eléctricos...) y por lo tanto “descarbonizar “nuestra economía.