La historia arranca en el elegante Paseo de los Ingleses de Caldetas, donde los pijos de los setentas paseaban el tricotón de Gonzalo Comella, mientras Dani viajaba por España con latas de conserva en la maleta. Ahora, es el ritmo de Llavaneras el que pone al día la agenda de los dueños de Conservas Dani; ellos inventan su futuro mirando el mar escarlata desde un somontano sin acantilados, situado a diez minutos de Barcelona. La meritocracia de Dani y Josep Sánchez Llibre (presidente de Fomento del Trabajo Nacional) les ha desmarcado a los dos del pelotón de segundas y terceras generaciones de textiles, químicos o siderúrgicos, que sobreviven va de soi.
Si algo tienen los Sánchez Llibre es una capacidad innata para sobrevivir y avanzar como eternos segundones. Poseen el don de los que dominan el arte de destilar la esencia del cargo más alto para recomponerlo después sobre su propia cabeza coronada de laurel.
Dani lo hizo así en el RCD Espanyol en vida del malogrado Lara Bosch, mientras que su hermano Josep arrancó por debajo de Duran Lleida en la Unió Democrática del lobby catalán en Madrid, pero ya le aventaja en su regreso a la vida civil.
Tras abandonar la política y encaramarse a la presidencia de la gran patronal catalana, el mundo empresarial reconoce a Josep como el defensor de los intereses abandonados por los políticos del procés. Mientras la Cataluña etrusca señorea la Cámara de Comercio y provoca dudas en el mismísimo Círculo de Economía, el Foment de Sánchez Llibre es ahora la palanca que sobrevive a la fiebre devastadora del mundo soberanista. La servidumbre jamás puede subordinar a la prudencia.
Dani y Josep expresan ambos la eclosión de un ansia de reforma sin rupturas, que encaja con el estilo clásico del empresario catalán: dúctil en el mensaje, duro en el fondo y suave en los modos. La desconfianza en el Pedralbes de los pioneros y la lejanía de los intentos frustrados (Puigcerdà o Camprodón) han convertido a la cálida comarca en el enclave familiar de los industriales de éxito.
Entre el ayer inmediato y el mañana incierto, el Maresme representa el relevo, cuya vocación cosmopolita está destronando a la burguesía roma del Empordà. Los pliegues del tiempo no perdonan. El mundo ensimismado de la masía reformada ha perdido su poder evocador. La voluptuosidad de los que dicen permanecer indemnes ante el ansia de éxito y riqueza (el PIB de los economistas) debilitan el alma del pueblo.
La hegemonía de Puerto Balís y Supermaresme rehace hoy las costuras del pasado, no lejos del bosque de bonsáis levantado en su día por el ingeniero Duran Farell, cerca de la verja del jardín de Joan Rosell (ex presidente de la CEOE). Hoy, la tercera generación de los Puig, los dueños de Antonio Puig SA, afina su negocio perfumero y reúne a su larga prole en el suelo familiar del Maresme, sin perder de vista el clúster de la química fina, en las riberas cercanas del río Tordera.
Estos ejemplos del grupo de neo-ricos, que testimonian con elocuencia su vocación emprendedora, no aparecen en las enciclopedias de Francesc Cabana. Sin embargo, son ellos los que han relevado ya a los gentilicios del pasado, que levantaron mansiones, como las Cuatro Torres (marqués de Alella), la singular torre de los Albert, obra de Duran i Reynals, o la misma Casa Garí (el Cross), obra de Puig i Cadafalch, en la bella Argentona de los modernistas. Además, estos dos segmentos concomitantes expresan la fusión entre la iniciativa y la piedra; sedimentan el futuro de la mayor área metropolitana del Mediterráneo.
Dani Sánchez Llibre, el presidente de Conservas Dani, es un rey desnudo, pero feliz. Ha convertido la botiga en una multinacional de balances inmejorables, con penetración en los mejores mercados del planeta. Este emprendedor posee el tipo de ingenium al que Pascal llamó “espíritu de finura”.
Su castellano de marcado acento catalán no le impide entenderse con proveedores y clientes de toda España y medio mundo. Practica el thinking local con empatía; es una especie de noi de poble, capaz de enamorar desde la humildad, nunca exenta de rigor.
Digo lo del rey desnudo porque, al perder su condición de presidente del RCD Espanyol, a Dani apenas se le ve por la zona noble del Cornellà Stadium, donde Mao Ye Wu, hombre de confianza del presidente, el empresario chino Chen Yansheng, impone su etiqueta.
La nueva estética perica de los Gay de Liébana y compañía representa el fin de la informalidad minimalista (la tetralogía Santa Eulalia-Loewe-Gucci-Ferragano) incubada hace mucho en el Palco Cinco Estrellas de Sarrià, el de los Martorell, Trias de Bes, Samaranch, Vila Reyes o De la Riva; sin olvidar a Manuel Meler, el presidente más longevo de la historia del club, que comandó la Compañía de Tabacos de Filipinas hasta su liquidación.
La energía de Dani Sánchez Llibre reconvirtió el pasado rancio del RCD Espanyol. Él convenció a José Manuel Lara Bosch entonces primer accionista del club, para que apoyara su baza como presidente. Aficionado a la consonancia y enemigo de la disonancia, este hombre, que lo dio todo por un club de futbol, acabó como un pequeño Apolo de Citadero, un busto rodeado de encajes y encumbrado en una sobrecubierta de caoba.
Hoy sufre como todos en pleno vendaval desatado entre catalanismo liberticida y los valores consolidados del Estado de derecho; algo parecido a estar con Aquiles y con Ulises, al mismo tiempo, en aquella famosa guerra de Troya, que vimos en el cine.
Con el asalto a la ciudadela de millones de turistas, las periferias recuperan el pulso. El litoral norte de Barcelona se emancipó de los picos nevados de la Cerdanya el día lejano en que la citada población de Caldetas fue colonizada por los empresarios de laboratorios farmacéuticos, como los Uriach o los Ferrer-Salat. Al calor de un sector emergente se crece mejor; el ritornello actual de Llavaneras no es ningún capricho; simplemente encaja mejor que el Empordà con la necesidad urgente de liberar a la economía del populismo matón de nuestros gobernantes.