Nadia viste rasos azul marino. Desde su ventana, casi contempla las terracotas arcillosas de Sabatini en la sede de Hacienda, no lejos de allí, un desfile de añoranzas sobre el campo de la memoria: los Rojo, Barea, Pastor, Sampedro, Tamames, Estapé, Laureano, Sardà Dexeus, Solchaga, Boyer o Montoro, todos pasaron por aquel descansillo de Alcalá 5, que hoy es de Montero, la otra ministra, la de Hacienda, reverso de la moneda. A Calviño no le impone el cargo; nunca tuvo miedo escénico. La inquilina de Castellana 162 pertenece a la alta burocracia de la UE y se diría que está ahora en comisión de servicio en Madrid, pero que volverá muy pronto al Berlaymont. En eso se parece a Pepe Borrell, Alto Representante de la UE, el reformador de cabeza amueblada.
En la derecha ideológica del Gabinete en funciones, Nadia Calviño, vicepresidenta in péctore, está llamada a ser el contrapeso moderado frente a las socialdemócratas de pata negra, como María Jesús Montero (Hacienda) y Magdalena Valerio (Trabajo). La titular de Economía es la encargada de vender la imagen de la economía española en el Eurogrupo y mantener el equilibrio presupuestario, exigido por Bruselas. Una llave de paso con dos entradas: el euro y la política fiscal. De momento, forja simulacros y deshace idolatrías; defiende las ventajas del mercado, como invento de las izquierdas, y combate la realidad cortoplacista de las derechas. Si tiene que decantarse, lo hace a favor de la justicia redistributiva porque se lo piden el corazón y la asignación racional de los recursos.
Después del gran ciclo keynesiano, el espacio que queda en Europa, entre izquierdas y derechas, es un interregno de promiscuidad, alejado de las doctrinas. Por ahí se cuela el rigor ajustado de la superministra, cuando dice que debemos suturar la hemorragia del gasto a base de soluciones como la “mochila austríaca”. Lo formuló tal cual en una comparecencia ante sus colegas del Consejo Superior de Colegios de Economistas, un auditorio ferozmente pragmático. Y aquel día los ángeles caídos de Milton prometieron no regresar a la Tierra.
Si caminando por Madrid, un castizo te recita aquello “de las frutas del campo me gusta el melocotón / y de los reyes de España, Alfonsito de Borbón”, haz como si nada. Pero si te hablan de la dichosa “mochila austríaca”, piensa que esta fórmula triturará el Estado de bienestar. ¿Cómo funciona? La empresa le descuenta a su empleado de la nómina un porcentaje al mes (en Austria es del 1,53%); a continuación lo mete en un fondo privado y con el paso del tiempo, lo aportado más sus correspondientes intereses es lo que el empleado acabará cobrando cuando le despidan o le jubilen. Balance: muerte lenta de la pensión pública de jubilación. Los sindicatos ahuevados y la parroquia hecha puré.
En el debate de La Sexta, todos vimos que Irene Montero (Podemos) le dijo a la titular de Hacienda: "Sabes, María Jesús, que creo que muchas de las cosas que Sánchez defiende tú no las piensas". Ya estamos; la izquierda de la izquierda confunde el pan tostado con la velocidad; habla de Gramsci, pero piensa en Laclau. Pues será difícil de que converjan esta noche Unidas Podemos y PSOE, aunque sobren mimbres.
También es verdad que el PSOE hace mucho que no piensa con el ojo izquierdo. Pero si echamos la vista atrás, al socialismo le quedan todavía referentes añejos. Uno de ellos, quizá el mejor, fue Indalecio Prieto, socialista, autoproclamado liberal doceañista, en línea con las Cortes de Cádiz, y defensor de la condición humana sin necesidad de sustentarla en privilegios económicos. Otro bilbaíno ilustre, Unamuno, martillo de mezquindades, se deslindó de los mercachifles para situarse junto a Prieto en la rama moralista del liberalismo, la más genuinamente hispana. Aquella que pedía solo una cosa: “Sean justos y benéficos”, en palabras del que fue rector en Salamanca.
Calviño asegura que no habrá recesión porque la economía española tiene unos fundamentos muy sólidos; además, el espejo alemán no descansa: ya suben de nuevo las exportaciones y Berlín descuenta el superávit comercial de fin de año. Pero en España, el caballo se desboca por el lado de gasto: el Gobierno destina cada año 18.000 millones de euros a pagar las pensiones; lo sufraga con cargo a la deuda pública, y así, los costes financieros del servicio de esta deuda nos ahogan. Por lo demás, seguiremos creciendo sin demasiadas preocupaciones por el paro, porque el dato del empleo registrado en el Inem permitirá sufragar las cotizaciones de los costes que devenga el mundo del trabajo. Mientras el paraíso turístico no decaiga, las divisas que ingresamos en verano nos permiten pasar inviernos confortables, que en Cataluña lo serán menos, si no nos quitamos de encima la lacra independentista instalada en la rabia, pero sin la idea.
Comentando una conferencia de Indalecio Prieto, en El Sitio bilbaíno (marzo de 1921), Juan Marichal puso en boca del líder del pasado la idea de que "el socialismo es la perfectibilidad liberal". Marichal lo escribió en octubre del 82, cuando faltaban apenas días para que Felipe González consiguiese su primera mayoría absoluta. Llegados aquí, ya es hora de cambiar las caras de quienes se atribuyen la herencia liberal sin rendirle culto. Nunca hemos tenido liberales tout court sino políticos de corte liberal, más atentos a su conveniencia que a la doctrina que dicen defender. Ciudadanos ha entrado en barrena, pero sería arbitrario mantener que el PSOE representa la continuidad del genuino liberalismo español, solo para ocupar el espacio huérfano de Rivera, cuya renuncia no debería pasar de esta media noche.
Nadia Calviño se siente como Indalecio: “Socialista a fuer de liberal”. La ministra pasará hoy las horas en vela esperando escrutinios. Mañana, su tacón a media asta y sus blondas de orfebrería estarán de nuevo junto a los altos ventanales de Castellana desde los que se ven, en la distancia, las terracotas de Sabatini en la antigua Real Casa de la Aduana.