El clima de paz Cataluña-España se agita en los pasadizos del Hotel Vela por la presunta malversación del exconseller Andreu Mas-Colell, el emérito de Harvard. De no haberse involucrado en el procés, Mas-Colell sería hoy, junto a Draghi y la ministra Calviño, una de las bazas para concretar los fondos de rescate de Bruselas. Pero, en vez de eso, Mas-Colell está siendo investigado y pende sobre él la espada de Damocles del embargo de cuentas y propiedades.

La comprensión hacia los indultos mostrada por parte del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, emerge del mundo de la economía y rompe las costuras de la política. Por su parte, Javier Faus, el presidente del Círculo de Economía, desde el atril del mismo Vela, incluye la medida de gracia en el anhelo de concordia. Aunque a menudo sea injusta, la economía tiene un fundamento compasivo, según expuso el fundador de la ciencia económica, Adam Smith, en su libro Teoría de los sentimientos morales. La actividad económica desarrolla en los ciudadanos una capacidad innata para superar la idea de culpa, pero su autor dice: la sanción es “jurídica, pública y definitiva”. La medida de gracia, instrumento del poder por antonomasia, se comporta como una sociología de la virtud. El perdón es una responsabilidad transferida por la sociedad al Estado; es una legitimidad compartida entre ciudadanos e instituciones. Y en esta legitimidad es donde estamos, siempre y cuando no menospreciemos la responsabilidad de los delitos.

Andreu Mas-Colell, visto por Farruqo

Andreu Mas-Colell, visto por Farruqo

La Reunión del Círculo ha fundido al mundo de las empresas con los indultos. Sin previsión en el orden del día y al margen del Índice verde –así se conoce la relación de asuntos informados por la comisión de Secretarios y Subsecretarios de Estado—, el martes 22 de junio, habrá indultos a propuesta del presidente Sánchez, en el Consejo de Ministros. Se hace difícil conocer el alcance de la medida, que no contempla levantar la inhabilitación de los condenados y que ahora se une a otro de los supuestos delitos de la etapa de la DUI, como la malversación de caudales públicos. De repente, en el centro de la escena se encuentra el exconseller Andreu Mas-Colell, investigado por el Tribunal de Cuentas en relación con los fondos que el Govern destinó a la acción exterior.

La posibilidad de que los tribunales pudieran dictar un embargo de bienes a Mas-Colell ha levantado una ola de adhesiones al exconseller por parte del mundo académico internacional. Mas-Colell no tuvo nada que ver con el referéndum ilegal y se manifestó contrario a la DUI, pero el daño ya estaba hecho. Medio mundo conocía la intención del independentismo, difundido por altos cargos en cancillerías e institutos de análisis de fuera del país. Las élites que ahora aplauden los indultos fueron las primeras en conocer la justificación del soberanismo para desbordar el marco constitucional del Estado de derecho; las élites obviaron el uso de fondos públicos en una campaña que dio la vuelta al mundo.

¿Es Mas-Colell el responsable? No es el único responsable, pero lo es. Resulta reconfortante ver a Kaushik Basu (Universidad de Cornell), Aaron Sojourner (Minnesota), Michele Boldrin (Washington University de S. Louis) y Sinan Aral (del MIT de Massachusetts) saliendo en apoyo de su colega. Pero el rigor profesional no es un atenuante de la malversación. Como tampoco lo es la irresponsabilidad de líderes capaces de argumentar que la DUI solo había sido un ensayo general. Su Brumario sería historia o farsa a tenor de los resultados. Fue lo segundo y ahora rinden cuentas, no sin antes convertir al prestigioso profesor en el último mártir.