El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó el pasado día 23 de abril una orden del Ministerio de Presidencia que estableció las franjas temporales para la realización de las pruebas de evaluación del bachillerato para el acceso a la universidad. La convocatoria ordinaria tendrá lugar entre los días 22 de junio y 10 de julio, y la extraordinaria, antes del 18 de septiembre. El órgano competente de cada Comunidad Autónoma determinará las características de uno de los exámenes que más ansiedad produce en los estudiantes.

A la incertidumbre intrínseca de un examen que es popularmente conocido como “la selectividad”, del que depende que el alumno pueda acceder a la universidad, en primer lugar, y estudiar la carrera que desee, en función de la nota que saque y la que establezca la facultad o escuela a la que quiera optar, se suman en esta ocasión las circunstancias excepcionales que han condicionado el final del curso. Los estudiantes españoles llevan ya más de dos meses confinados en sus casas, asistiendo a las clases a través de videoconferencia y, muy probablemente, pensando cómo será ese día en el que tengan que enfrentarse a una hoja en blanco en un entorno inhabitual con el fin de evitar el contagio del coronavirus.

No hay mejor forma para reducir la ansiedad que produce la selectividad en estas especiales circunstancias que prepararse bien. Cuanto mejor sea la preparación, mayor será la confianza con la que el estudiante afronte la prueba. Tener un método de estudio mejora el rendimiento y ayuda a incrementar la confianza.

Mi experiencia con miles de alumnos a través de Curso Genius, un método para aumentar el rendimiento de los estudiantes, me ha permitido sintetizar cuatro consejos que guían al estudiante hacia el final feliz que se imagina tras el examen de selectividad:

Seleccionar un ciclo de estudio adecuado para cada perfil. La prueba de acceso a la universidad es muy distinta de los exámenes que el alumno ha realizado durante el bachillerato. En vez de textos de 30 ó 40 páginas tiene que aprender y comprender libros enteros de varias materias. Se necesita, en consecuencia, un método más universitario. El ciclo de estudio debe adecuarse a esta necesidad, por un lado, y al perfil de cada persona, por otro. Caben tres posibilidades:

--Ciclos de estudio de 25 minutos con cinco de descanso tras cada uno de ellos. Este formato está indicado para jóvenes que no están acostumbrados a estudiar mucho tiempo seguido.

--Ciclos de estudio de 45 minutos con descansos de diez y otros cinco de repaso. Es adecuado para aquellos que tienen una mayor disciplina, pero que no necesitan estar sentados todo el día ante los libros y los apuntes para sentirse bien.

--Ciclos de estudio de 90 minutos con pausas de diez y otras diez de repaso (el primero); 50 minutos, diez y diez, el segundo, y 40 minutos y diez y diez, sucesivamente. Se completará así un período total de tres horas. Este modelo está destinado a personas muy acostumbradas a estudiar durante varias horas seguidas.

No obstante, en todos los casos se recomienda hacer una pausa larga tras tres horas continuadas. El cerebro necesita descanso para mantener la curva de atención alta en cada ciclo. 

Hacer bien las pausas. No se trata de parar, sino de descansar. Para ello es importante cambiar de ambiente, salir del área de estudio, pasear y dejar que la imaginación vuele libre. Hay que evitar distracciones como ver la televisión o consultar las redes sociales en el móvil. Una mente limpia está más preparada para el siguiente ciclo de estudio.

Repasar en el momento adecuado. Hecho en el momento correcto el repaso permite aumentar la duración del recuerdo. Además de los repasos asociados a cada ciclo, al menos un día a la semana es muy útil dedicar una o dos horas para repasar todo lo estudiado durante los últimos siete días. De esta forma se incrementa no sólo la preparación, sino también la percepción que tenemos de ella, lo que, a su vez, alimenta nuestra confianza y reduce el nivel de estrés.

Seguir el ciclo circadiano. Al cerebro le gustan los hábitos. Si tenemos la costumbre de estudiar por la mañana, adelante; y si es por la tarde, idem. No obstante, es bueno saber que si seguimos el ritmo circadiano, relacionado con el ciclo que sigue la luz solar, es mejor estudiar por la mañana y hacer los ejercicios prácticos por la tarde. La mente está más despierta y ágil con las primeras luces y se va apagando al mismo ritmo que la luz del día.

Tener un método para determinar cuándo, cuánto y cómo estudiamos es el principio de un buen final. La carrera o el oficio que queramos estudiar están a la vuelta de la esquina.