A lo mejor hay algún lector que no sabe quién es Broncano. Lo explico en dos frases: un joven cómico que no solo está muy de moda, sino que es un modesto fenómeno sociológico, revelador de la psique de parte de la ciudadanía española en el año 2019. En el sentido en que por ejemplo Louis de Funes era revelador de una psicología del ciudadano francés de su tiempo.

Para ver a Broncano no es preciso encender la televisión. En Youtube se pueden ver sus intervenciones en el programa de Buenafuente, o en su propio programa, que se llama La resistencia, donde entrevista a muchos invitados que son noticia por un motivo u otro, pero da igual el invitado porque lo que interesa es él, el entrevistador, Broncano. También colabora en la Cadena SER, y no sé dónde más, pues a caballo de su éxito ha desarrollado hiperactividad. Está en todas partes.

Cuando aparece en medio de la calle, en alguna calle peatonal del centro, blandiendo el micrófono, para “sondear” con sus absurdas preguntas a la gente que pasa, se forma en seguida una cierta aglomeración. Observo en las caras de la gente una expectativa de felicidad inmediata. La gente le mira arrebatada, como si no se acabase de creer que existan tipos así. A (casi) todo el mundo le encanta. El mismo Buenafuente, por cuyos programas han pasado además de Berto Romero otros excelentes cómicos --como Juan Carlos Ortega y Raúl Cimas, igualmente admirables cada uno en su estilo--, cuando está sentado ante Broncano tiene que hacer esfuerzos por no quedarse embobado. La guasa y el lenguaje de Broncano le sorprenden tanto como esa actitud, mezcla de inocencia cuasi infantil y desfachatez, que lo hace único o por lo menos inclasificable. Se diría que le enternece.

Lo más importante --lo más creativo y libertario-- del humor televisivo español en estas décadas de la democracia me parece que han sido, por orden cronológico, primero Martes y Trece; después, Faemino y Cansado; luego, unos hasta cierto punto herederos de éstos: los Chanante o Muchachada Nui, grupo lleno de talentos diversos, capitaneado por Joaquín Reyes, y en el que forma el mencionado Cimas. Ahora, no sé si aguantará el fenómeno, pero de momento Broncano es the new kid in town y el pistolero más rápido.

Broncano incurre a menudo en chistes escatológicos o vulgarmente sexuales que rebajan innecesariamente el producto, el espectáculo, la gracia de su humor. En esto hace como Reyes. Pero Reyes, que tiene detrás bastantes años ya de experiencia, explicaba el otro día que esa clase de chistes no los cuela por gusto sino por deferencia; hay que colarlos sin falta, por lo menos en dosis homeopáticas, pues de lo contrario el público se siente incómodo, teme estar ante algo demasiado intelectual, o flotante. En esto funciona el mismo mecanismo que en la mili, donde el sargento que quería caer simpático a la tropa era pródigo en tacos y palabrotas... A mí esos chistes no me gustan, pero cuando los dicen Reyes o Broncano me aguanto con paciencia. Claro que sí, chavalote, lo que digas, sigue, sigue.

He estado viendo compulsivamente vídeos de Broncano. El talento es inefable, es ocioso intentar explicarlo, pero lo intento. Lo que distingue a Broncano, lo que le hace tan seductor, no son los chistes que cuenta, graciosos o no, delirantes o no, bastos o finos, sino él mismo. Es el tipo espabilado, gracioso, alegre, desenvuelto, al que nada le impone demasiado; pero al mismo tiempo, nada pagado de sí mismo, sino al contrario: consciente de su propia juventud y ligereza, es modesto. Consciente de vivir en el alambre, si alguien le contradice o le interrumpe enseguida asiente, sí, sí, claro, o se encoge de hombros, pues en ningún momento le parece tan importante lo que iba a decir. Es el hombre desdramatizado por excelencia. En él encuentran los chicos jóvenes el reverso del prototípico cuñao: Broncano, el tío mayor que a veces se invita a comer, un poco tarambana, ingenioso, informal, locuaz, que cuenta cosas insólitas, que tiene una alegría que no se puede aguantar, y que nada más acabar el postre no se sabe adónde va rápido como una cometa y envuelto en chispas.