No hay que ser siempre 'negatifo', a veces también gusta ser 'positifo' y celebrar los pasos de los demás. Hoy, dos aciertos --uno menor, pero el otro trascendente-- que hay que atribuir a Inés Arrimadas y a la nueva dirección de Ciudadanos.
El primer acierto –menor pero significativo-- ha sido la denuncia por prevaricación interpuesta por Carlos Carrizosa ante la fiscalía de Barcelona contra el consejero de la Generalidad Buch por su pasividad y la de los Mossos en los cortes del tráfico en la Meridiana, durante 50 días seguidos y solo suspendidos por la irrupción del coronavirus.
Pasividad de los “mossos” relativa, a juzgar por las “identificaciones” ominosas y las multas que los agentes allí destacados para no hacer nada, ponían a las víctimas que se atrevían a protestar tocando la bocina.
La pasividad --a efectos prácticos, de complicidad-- de Buch y sus “mossos” hubiera debido ya ser objeto de contundentes medidas por parte del Gobierno, una de cuyas obligaciones elementales es garantizar que los caminos están abiertos, que hay libertad de movimientos, especialmente por las vías de comunicación. Así que en estricta lógica la denuncia debería incluir al ministro del Interior y la alcaldesa de Barcelona, por desentenderse de un problema que hubieran podido resolver enviando a la guardia urbana y a la policía nacional. En ausencia del poder ejecutivo, que sea el judicial el que tome cartas en el asunto. Bien por Ciudadanos por recordar a los barceloneses que no están solos frente a los saboteadores.
El segundo acierto de Arrimadas y su equipo ha sido desmarcarse del tacticismo de otras fuerzas de la oposición y apoyar el mantenimiento del estado de Alarma durante quince días más, sin reclamar compensaciones políticas. Distinguiéndose en esto de otras formaciones, de izquierdas y derechas, que han jugado con la salud de los ciudadanos poniendo precio político a las medidas sanitarias-- y retratándose como mercachifles de la pandemia. La situación de Ciudadanos es ciertamente delicada, pero más delicada sería si hubiera seguido por la senda de perdición en que se metió el partido convertido en muleta de la derecha, lo que lo hacía prescindible, como confirmó el resultado de las últimas elecciones.
Ciudadanos nació, como todos los partidos, con la ambición de gobernar; pero, hasta conseguirlo, específicamente para esto: para evitar que la “tercera fuerza” que existe en tantas democracias europeas, esa tercera fuerza en España tenga que ser una fuerza más o menos veladamente secesionista, lo cual es una deplorable particularidad de nuestra democracia: cualquiera de los dos grandes partidos ha de ceder soberanía a partidos cuyo proyecto es liquidar el Estado.
El tiempo dirá si el desengaño que causó la última etapa de Rivera es ya irreversible. Sea lo que sea, de momento en Cataluña Ciudadanos demuestra que es el único partido al que no le dio igual el sabotaje de las vías de comunicación ni la suerte de los conductores que al final de la jornada volvían de sus trabajos a Barcelona con ánimo de llegar cuanto antes a casa y descansar, y se encontraban noche tras noche atascados por el caprichoso “idealismo” de unos viejos sin nada mejor que hacer y de unos chicos cuya gran ambición vital consiste en “montar el pollo”.
Y ahora Ciudadanos acaba de demostrar en el Congreso que es el único partido de la oposición en poner la salud de la ciudadanía como objetivo prioritario, sin chantajes ni componendas que en esta tesitura son repugnantes. Acabaré señalando que a Arrimadas no debe preocuparle que la abandone uno que vendía cocacola, ni que otros la llamen “traidora”, etc. En el teatro de la política española los adjetivos injuriosos van tan baratos que nadie se los toma en serio.