Manuel acosta opina sobre la situación del PSOE y el PP
El PSOE tiene un problema… el PP lo tiene con Feijóo y VOX
El gobierno tiene difícil la continuidad, necesita urgentemente poner orden en sus filas y al mismo tiempo activar un proceso de agitación, liderando propuestas atrevidas, necesarias, asumibles...
En estos días en la política española revolotean nubes grises y opacas. En este contexto, es difícil no opinar sobre el delicado momento que atraviesa el partido mayoritario del gobierno de la nación. Habría que añadir la profunda preocupación por el crecimiento de la extrema derecha ultra y el alejamiento de opciones democráticas de algunos sectores de la juventud, que se encuentran desorientados, desmotivados, confusos, preocupados ante la falta de alternativas profesionales y vitales.
Nos estamos acercando a zonas de riesgo, a terrenos pantanosos. La sensación dominante en parte de la ciudadanía es que la política nacional atraviesa un ciclo de degradación, desgaste y confrontación permanente que dificulta afrontar los retos reales del país. Frente a este clima enrarecido, algunos partidos parecen atrapados en sus propias contradicciones; otros, se muestran incapaces de ofrecer una alternativa sólida. Mientras tanto, la distancia entre la política y la sociedad va creciendo.
El PSOE vive un momento especialmente complejo, condicionado por una sucesión de casos de corrupción que erosionan su credibilidad. El recurso al “tú más”, convertido en argumento defensivo recurrente, termina transmitiendo la idea implícita de que “yo también” formo parte de esa dinámica tóxica.
El PSOE da sensación de desorientación, como consecuencia de una desastrosa gestión operativa y comunicacional en los casos de corrupción que afectan a algunos de sus máximos dirigentes, ingresados en prisión. Por si faltaba algo por añadir, surge la crisis por comportamientos claramente machistas de acosadores de baja estofa que dañan la línea de flotación de un partido que presume de tener el feminismo como seña de identidad. Todo ello provoca el efecto de una nube tóxica que atrapa, paraliza, empantana...
En el otro gran partido nacional, el PP, la situación tampoco es nada halagüeña. Su principal problema radica en la falta de liderazgo de Feijóo: aunque intenta proyectar autoridad, se muestra incapaz de ejercer un liderazgo sólido.
No basta con pedir elecciones de forma reiterativa, ni con limitarse a señalar los errores del adversario. El PP necesita un proyecto reconocible, con propuestas razonables, bien explicadas y capaces de movilizar a una base social que duda entre el inmovilismo del PP y el griterío reaccionario de VOX, que se está comiendo su electorado más conservador. La mediocridad del líder popular se agrava por su permanente estado de incomodidad: acomplejado ante Vox y, sobre todo, ante la sombra alargada de Aznar. El PP transmite la sensación de falta de estrategia y de tener demasiada prisa, lo que no es un buen mensaje, las prisas podrían hacerle descarrilar.
Aznar, Abascal y Ayuso —la “triple A”— conforman un triángulo de ambiciones que pugna por liderar el espacio político conservador. Aznar intenta impulsar a Ayuso como contrapeso interno a Feijóo y como previsible aliada de Abascal contra Sánchez. Pero ese bando, basado en posiciones cada vez más radicales, tiene un problema estructural: todos quieren liderarlo. La competencia por el protagonismo dificulta cualquier estrategia común y alimenta una polarización que solo beneficia a quienes viven del conflicto permanente.
La mediocridad se ha convertido en un rasgo demasiado frecuente en la clase política española. El ingreso en los aparatos de organización de los partidos se utiliza en muchos casos como escalera para alcanzar posiciones de poder —ayuntamientos, parlamentos, empresas públicas— y no como espacio para servir al interés general. El resultado es un ecosistema político en el que la fidelidad “perruna” prima sobre la capacidad profesional, el cálculo sobre la visión y el tacticismo sobre la responsabilidad.
Los indicadores macroeconómicos son sin duda positivos, pero la realidad cotidiana de millones de ciudadanos nos relata otra historia: salarios insuficientes, coste de vida in crescendo y vivienda inaccesible.
Esa brecha entre los números oficiales y la vida real alimenta la desconfianza en las instituciones democráticas y abre espacio a discursos populistas y simplistas. España está lejos de una situación económica complicada, el escenario todavía es de bonanza, pero crece el desencanto social, la parálisis política, la pérdida de un horizonte compartido.
El gobierno tiene difícil la continuidad, necesita urgentemente poner orden en sus filas y al mismo tiempo activar un proceso de agitación, liderando propuestas atrevidas, necesarias, asumibles... Que, aunque no garanticen llegar al 2027, permitan navegar con dignidad y preparar las elecciones no más lejos de mediados del 2026.
En las próximas elecciones, presentan su candidatura dos alternativas bien diferenciadas. Por una parte, la España del PSOE, con un Pedro Sánchez que necesita activar propuestas a favor de la igualdad, liderando la recuperación de políticas sociales en la UE y, por otra, la España del PP de Feijóo, acomplejada ante VOX, desconectada de la lucha contra la desigualdad y, sin embargo, generadora de fuertes tensiones sociales y territoriales.
¿Podrá el Gobierno de Coalición reaccionar tomando la iniciativa con medidas sociales avanzadas? ¿Podrá el Gobierno de Coalición recuperar la iniciativa gobernando en clave social o se limitará a resistir… hasta cuándo?