Guillem Bota opina sobre el Ondas a Mònica Terribas
Mònica Terribas, una profesional en la buena onda
"¿Qué culpa tiene Terribas de que los hechos contradigan a sus deseos?"
Muy merecido el premio Ondas a Mònica Terribas, ya era hora que se le reconocieran los méritos a esa periodista, la que demostró ir por delante de la realidad cuando después del referéndum de independencia de Cataluña saludó a sus oyentes con un “bon dia, ciutadans de la república catalana”.
Los periodistas que se limitan a narrar los hechos no tienen ningún interés, y por eso no merecen premios, en cambio, los que ven lo que nadie es capaz ni siquiera de atisbar, los que en lugar de hechos relatan deseos, los que dejan a un lado la veracidad y apuestan por la fantasía, esos lo merecen todo. Narrar lo que está sucediendo lo puede hacer cualquiera. En cambio, narrar lo que ni ha sucedido ni va a suceder, pero que a uno le gustaría que sucediera, eso está al alcance de bien pocos profesionales de la información, y de entre todos destaca nuestra premiada Terribas.
Aunque signifique estar en la buena onda, un Ondas es poca cosa para alguien que ha renovado de esta manera el periodismo, un oficio que se encontraba anquilosado en el pasado, ya que empezó contando hechos y siguió durante siglos contando hechos, menudo aburrimiento. Si en Estados Unidos tuvieran conocimiento de la existencia de Terribas -por desgracia, allí no hablan catalán-, esta mujer se hubiera hecho hace tiempo con el Pulitzer, que es lo mínimo que merece. Si en aquel país, cuna del moderno periodismo, tuvieran una Terribas como Dios manda, mañana mismo se desayunarían con la noticia de que un módulo espacial ha plantado en Marte la bandera de las barras y estrellas, o de que Trump ha ganado el Nobel de la Paz.
¿Para qué esperar a que un hecho se produzca para contarlo a los oyentes, si a lo mejor no se convierte nunca en realidad? Mucho mejor adelantarse, no solo a los profesionales de otras cadenas, sino al propio tiempo, y anunciar pomposamente lo que la periodista piensa que debería haber sucedido. ¿Qué culpa tiene Terribas de que los hechos contradigan a sus deseos? Peor para los hechos, aquí lo principal son los deseos de la periodista.
Lo de menos fue que recibiera el premio por un reportaje sobre el Opus Dei. Todos sabemos que eso no fue más que el pretexto para galardonar y homenajear a la mujer que ha cambiado de arriba a abajo al periodismo, la profesional que anunció el advenimiento de la república catalana antes que nadie, mediante un método tan sencillo que parece mentira que no se le hubiese ocurrido con anterioridad a ningún periodista: inventándose la noticia. Y lo que es más importante -aquí demuestra Terribas ser una periodista de raza-, sosteniendo el embuste hasta el día de hoy, supongo que con la esperanza de que algún oyente crédulo esté todavía viviendo en la anunciada república.
El periodismo clásico se había convertido en algo triste y previsible: sucedía algo y, al poco tiempo, alguien lo relataba mediante los clásicos qué, quién, cuándo, dónde y por qué. Menudo tostón. El oyente o lector contemporáneo exige diversión y entretenimiento, y eso lo captó enseguida Mònica Terribas, que por algo lleva el nuevo periodismo en la sangre, a ver si este año se pasa a la información deportiva y anuncia que el Barça ha ganado la Champions, da igual que sea antes de disputarse la final, lo que importa es que lo anuncie por antena y nos dé una alegría.
O que unos investigadores catalanes han dado con el remedio contra el cáncer, eso sí que sería una exclusiva que la lanzaría al estrellato mundial. Alguien como Terribas -y más ahora que tiene un Ondas en la vitrina, a la espera del Pulitzer que le haga compañía- está tan capacitada para ofrecer información deportiva y científica como lo está para la información política. Exactamente igual, además.