El gran recaudador
El gran recaudador
"Un hombre, decía Sartre con bastante razón, no es más que sus propios actos, de modo que a Juan Carlos de Borbón habría que juzgarle por lo que hizo o por lo que dejó de hacer"
La monarquía española celebra estos días los 50 años de su restauración. No vale la pena insistir en los detalles de la misma. Tampoco en el hecho de que quien decidió sobre el asunto fue, en exclusiva, el dictador.
Un hombre, decía Sartre con bastante razón, no es más que sus propios actos, de modo que a Juan Carlos de Borbón habría que juzgarle por lo que hizo o por lo que dejó de hacer. Hay hoy muchos libros que incluyen documentación acreditativa al respecto. Libros mucho más fiables que su presunta autobiografía. Están, por ejemplo, los dedicados a Adolfo Suárez por dos autores de enfoque diametralmente opuesto. José García Abad (Adolfo Suárez, una tragedia griega) y Gregorio Morán (Adolfo Suárez, historia de una ambición).
Los dos reproducen una carta de Juan Carlos, fechada el 22 de junio de 1977, y dirigida al entonces sha de Persia, Reza Pahlevi. La fuente es en ambos casos Asadollah Alam, ministro del sha. El texto de la misiva es muy claro: el rey de España pide a su “hermano” iraní 10 millones de dólares para pagar los gastos de la transición y financiar a la UCD. El dinero llegó a España y una parte del mismo se quedó en la Zarzuela.
Hay otro texto que resulta también muy ilustrativo. Lo firman dos periodistas, Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote. El primero es descendiente indirecto de Torcuato Fernández-Miranda, que fue quien señaló a Juan Carlos la conveniencia de nombrar a Adolfo Suárez primer ministro en sustitución de Carlos Arias.
El libro se titula El jefe de los espías y está elaborado a partir de los documentos acumulados por el general Emilio Alonso Manglano, muchos de ellos correspondientes a su etapa al frente de los servicios secretos españoles. Manglano no sólo tuvo que dedicar esfuerzos a averiguar qué se proponían los terroristas, tuvo también que encontrar horas para solucionar asuntos de Estado relacionados con la entrepierna y la cartera de Juan Carlos de Borbón.
Primero fue su relación con Marta Gayà, que provocó serias desavenencias en la familia real con consecuencias diversas. Así, la infanta Cristina buscó a veces remedio en la botella, cuenta Manglano. Durante el verano de 1990, sin ir más lejos, hubo que ayudarla tras haber pillado una monumental borrachera en una discoteca.
La reina Sofía, premiada ahora con el Toisón de Oro por su hijo Felipe, buscó consuelo por otras vías. Algunas, bastante caras. Una fuente de la Casa Real cuenta a Manglano que no había año en el que la factura de vestuario bajara de los 40 millones de pesetas (El salario mínimo era de unas 50.010 pesetas mensuales: 300 euros).
Persia no fue la única fuente de ingresos de la monarquía. También obtuvo dinero (y mucho) procedente de Arabia Saudí. Entre otras partidas se registran una de 36 millones y otra de 50 millones de dólares en ambos casos. Por los motivos que fueran, 18 millones fueron a parar directamente a las cuentas del monarca.
El gestor de estos movimientos, siempre según las anotaciones manuscritas de Manglano, era Manuel Prado Colón de Carvajal, quien es probable que actuara también de comisionista. Manuel Prado será la persona encargada de gestionar parte de los pagos exigidos por Bárbara Rey para no hacer públicas sus relaciones con el monarca. En julio de 1994 le hizo llegar un primer abono de 100.000 dólares. Luego, comunica a Manglano que le ha pagado en total 25 millones de pesetas y que se ha comprometido a un segundo pago y a gestionarle un programa en TVE.
Hasta ahí, asunto relativamente privado (salvo en lo televisivo), pero en 1997, la actriz pide más dinero a cambio de no entregar las imágenes a algunas personas que se han mostrado interesadas en ellas. Por ejemplo, Mario Conde. Se llega al compromiso de abonar un primer pago de 100 millones de pesetas y otros 50 anuales durante 10 años. Esta parte se hará con cargo a fondos reservados y es aprobada, con mala cara, pero aprobada, por el que ya era presidente del gobierno, José María Aznar.
Comparado con estas cifras, otras maniobras hechas en la propia España resultan una minucia. Así, Ruiz Mateos pidió a Juan Carlos que le echara una mano cuando se intervino Rumasa, a cambio de haber colocado en algunas empresas a un amigo portugués del rey y a la princesa Margarita. También la intervención de Banesto supuso problemas para la Casa Real y para el servicio secreto. Mario Conde recordó de pronto que había prestado 90 millones a Juan Carlos para que invirtiera en Asturiana de Zinc. La nueva cúpula del banco logró tapar el asunto.
¡Ah la Biblia! ¡Cuanta sabiduría contiene! Mucho antes de que Sartre asociara moral y comportamiento, Mateo ya había escrito: “Por sus hechos los conoceréis”. La cosa está clara: Juan Carlos de Borbón es el gran recaudador.