Las ideas viven en el éter conceptual y no se esfuman a la primera ventisca. Así nos lo muestra la Cataluña de Salvador Illa consolidando la España multinacional y multiconfesional, con un Govern del PSC, marcadamente apoyado por los sondeos. El país camina; la mayoría se aleja de las exigencias de Junts y abomina de las propuestas de Aliança Catalana, el nido de avispas de Ripoll, a la sombra del Puigmal, camino del Canigó, la magnolia inmensa de Verdaguer.
Lutero colgó en Wittenberg sus tesis contra las indulgencias de la iglesia el mismo día de octubre de 1517 en que nació Cipriano Salcedo, en Valladolid. Salcedo, el protagonista de la novela de Miguel Delibes, El hereje, enmarca el debate entre la Iglesia y la reforma protestante, origen de la Contrarreforma de los más papistas que el Papa. Delibes reflejó el complejo mundo del Siglo de Oro que hoy se proyecta sobre la España actual, balanceada por el cristianismo hispano practicado por Vox y blanqueado por el PP.
Santiago Abascal ha respondido con dureza a la postura de la Conferencia Episcopal, que salió públicamente en defensa de la comunidad musulmana de Jumilla (Murcia) y advirtió de que la moción promovida por Vox y aprobada por el PP —que impide el uso del polideportivo municipal para festividades religiosas islámicas— vulnera la libertad de culto y los derechos humanos. Abascal quiere pasar por el valiente hereje que nunca ha sido; solo trata de enmarañar la convivencia de dos ámbitos: el político y el religioso. No sabe callarse; desconoce que el silencio es una cualidad vigorosa.
Él representa a la Pía Desideria de la Contrarreforma, el pietismo, en el tiempo de Felipe II. Abascal bebe de Covadonga y del Concilio de Trento, mientras la Fiscalía investiga si Vox coordinó a los streamers racistas de Torre Pacheco. En El hereje, Delibes utilizó la religión como herramienta para explorar temas universales como la libertad, la tolerancia y la búsqueda de la verdad; y ahí no encaja Abascal, por mucho que se enfrente a la mitra, entorpecida acaso por el “subsidio y la pederastia” (dice el líder ultra).
Delibes, el gran escritor vallisoletano, introdujo en su novela la figura de Bartolomé de las Casas, bajo el personaje de Pedro de la Gasca, defensor de los derechos de los indígenas americanos durante la conquista.
Es decir, los inmigrantes de hoy ante los que Vox practica la islamofobia iracunda, aunque esté dispuesto a excluir de sus odios a los latinos por su condición salvífica de cristianos occidentales. Divide y vencerás. La peor perversión es la de utilizar enunciados divisorios para liquidar derechos humanos: los latinos, sí; los magrebíes, no.
La España del XVI olvidó que nuestra mezcla semítica --sefardís, árabes y cristianos-- nos define. Vivió bajo la tiranía del “hábito no hace al monje”, cuando los tonsurados de aquel tiempo alternaban el dogmatismo del Santo Oficio con sus visitas clandestinas a las casas de lenocinio. Señalar y perseguir la diferencia nos debilita como pueblo. Y la referencia de Illa en la Cataluña de todos avanza en un modelo de igualdad, bajo el imperio de la Ley.